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Etica En La Edad Media


Enviado por   •  11 de Octubre de 2011  •  1.820 Palabras (8 Páginas)  •  6.409 Visitas

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ETICA EN LA EDAD MEDIA: ÉTICA DE LA SALVACIÓN CRISTIANA

No se puede identificar religión con moral. Es verdad que todas las religiones cuentan con prescripciones morales para orientar la vida de sus adeptos y que, históricamente, se puede decir que las actitudes morales son de raíz religiosa y

sólo más tarde se han formado códigos y sistemas morales explícitamente filosóficos. Sin embargo, en la Edad Media, bajo la influencia cristiana, la ética griega, desarrollada por Platón y Aristóteles, se transformó en una moral religiosa, católica, a través de San Agustín y Santo Tomás.

ORÍGENES DE LA ÉTICA CRISTIANA

El cristianismo es una religión que presenta una concepción de Dios como creador y padre providente que ofrece la salvación al hombre en la persona de Jesús de Nazaret. Pero esta oferta salvadora se condiciona a la colaboración del hombre, a quien se le exigen determinadas actitudes y acciones morales.

El contenido ético fundamental es el mandato del amor: amor a Dios pero, en el mismo nivel, a los demás porque .Quien no ama a su hermano a quien ve, difícilmente puede amar a Dios a quien no ve. (Evangelio de 5. Juan, 4, 8).

Esta actitud constituye la colaboración humana al .reinado de Dios., que se entiende como la irrupción de la justicia en el mundo.

Del criterio supremo del amor deben brotar todas las demás normas morales.

Pero ninguna de ellas debe sustituir al juicio de la propia conciencia, porque, es el ser humano el que debe elegir la orientación moral de su vida, acorde con su amor a Dios y acorde con la doctrina católica.

Con el tiempo, el mensaje moral cristiano fue adoptando categorías y explicaciones más filosóficas con un mayor componente de justificación racional. Dos son, en esta línea, las corrientes dominantes: la voluntarista y la intelectualista, propuestas por San Agustín y Santo Tomás.

SAN AGUSTÍN EL VOLUNTARISMO AGUSTINIANO

La corriente voluntarista tiene como primer inspirador a San Agustín. La naturaleza humana ha sido creada buena por Dios, pero fue hecha mala por el pecado.

El ser humano, como consecuencia de la caída por desobediencia ya en el origen, ha perdido la rectitud moral y con ella la .vida buena., la felicidad; pero no perdió la voluntad de ser feliz. En esto reside la libertad del ser humano: la libertad no es elección del mal (libre albedrío) sino libertad para el bien. Esta es la que ha perdido el ser humano con el pecado y, por consiguiente, adquirirla de nuevo es don o gracia de Dios. El pecado ha producido tal trastorno, que el hombre .no hace el bien que quiere sino el mal que aborrece.. Por eso, para poder conseguir la felicidad que sigue buscando, su voluntad ha de ser ayudada.

Este sentido de imposibilidad para el bien ha sido acentuado en la Edad Moderna por la moral luterana, que insiste en el desacierto radical del ser humano para el bien y al que únicamente le queda la fe en la salvación que Dios le dará, no por sus méritos sino por su confianza y deseo de felicidad.

La ética en San Agustín es entonces, una manifestación del amor a Dios y a los demás seres humanos, que conduce hacía la vida feliz, manifestada idealmente en una vida ordenada según lo divino o lo que Agustín llama La Ciudad de Dios. Una explicación más detallada de lo dicho la ofrece Adela Cortina en el siguiente texto: La ética de San Agustín no aparece sistemáticamente expuesta en ninguna de sus obras, pero podemos aventurarnos a reconstruirla del siguiente modo: los grandes filósofos griegos estaban en lo cierto respecto a que la moral es un conjunto de orientaciones cuya función es ayudar a los seres humanos a lograr la vida feliz, pero no supieron encontrar la clave de la felicidad humana; esta felicidad sólo puede encontrarse-a juicio de Agustín-en el encuentro amoroso con el Dios- Padre que Jesucristo anunció en su Evangelio. Porque la felicidad no es principalmente una cuestión de conocer, ni siquiera de conocer la Idea de Bien .como quería Platón reservando esta experiencia para unos pocos elegidos del destino-, sino que es más bien una cuestión de amar,

de gozar la relación amorosa con otra Persona que nos ha creado libres y que libremente podamos rechazar su ofrecimiento.

Hay moral .diría tal vez San Agustín- porque necesitamos encontrar el camino de regreso a nuestra casa original, la Ciudad de Dios, de la que nos hemos extraviado momentáneamente por ceder a ciertas tentaciones egoístas. Pero Dios, en su infinita bondad, ha tomado la iniciativa de enviarnos una ayuda decisiva: la sabiduría hecha carne en su propio Hijo Jesucristo y la asistencia permanente de su gracia (de su con gratuito) para tonificar nuestra débil voluntad. (CORTINA, 1996, pp. 65-66)

Todo proviene de Dios, pero no como si nosotros fuéramos durmientes, apáticos o abúlicos. Sin tu voluntad no estará en ti la justicia de Dios.

Ciertamente la voluntad no es sino tuya, la justicia no es sino de Dios.

Puede existir la justicia de Dios sin tu voluntad, aunque al margen de tu voluntad no puede darse en ti... Serás obra de Dios, no sólo por ser hombre, sino por ser justo. Mejor es para ti ser justo que ser hombre. Si el ser hombre es obra de Dios y el ser justo obra tuya, al menos esa obra tuya es más grande que la de Dios. Pero Dios te hizo a ti sin ti… Quien te hizo

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