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lopezborjas18 de Febrero de 2013
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CRITICA A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
Evelio A. Pérez Fardalez
Evelio@ucm.ssp.sld.cu
RESUMEN
En el trabajo se destaca como problemas fundamentales de la filosofía de la ciencia el problema de la relación entre lo objetivo científico y el pensar subjetivo científico, así como la forma o el mecanismo en que se desarrolla la ciencia. Se llega a la conclusión de que las formas fundamentales del desarrollo de la ciencia son la hipótesis, los hechos, el problema y las teorías, haciéndose un estudio sobre la doctrina de la hipótesis en la historia de la filosofía y la ciencia. Para el autor la ciencia es pensamiento hipotético-positivo.
Palabras claves: Filosofía de la ciencia, verdad, hipótesis, hechos científicos, problema cinético, teorías.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Pérez Fardalez, E. A.: Critica a la filosofía de la ciencia, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, julio 2011, www.eumed.net/rev/cccss/13/
DESARROLLO
La denominación “Filosofía de la ciencia” es reciente, aunque sus antecedentes son antiguos. La filosofía de la ciencia no se denominó así hasta la formación del Círculo de Viena, a principios del siglo XX. En la misma época, la ciencia vivió una gran transformación a raíz de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica, lo que atrajo la atención y exigió un análisis más profundo del quehacer científico. Entre los filósofos de la ciencia más conocidos del siglo XX figuran Karl R. Popper y Thomas Kuhn. Dentro de la tradición occidental, entre las figuras más importantes anteriores al siglo XX destacan Platón, Aristóteles, Epicuro, Santo Tomas de Aquino, René Descartes, John Locke, David Hume, Emmanuel Kant y John Stuart Mill.
La filosofía de la ciencia investiga la ciencia como actividad cognoscitiva, como actividad valorativa y como práctica. Entre otras cosas, estudia la naturaleza del conocimiento científico. Se ocupa de saber, por ejemplo, cómo se desarrollan, evolucionan y cambian las teorías científicas.
Aunque son filosóficas las diversas proposiciones básicas que permiten construir la ciencia (por ejemplo: la realidad existe de manera independiente de la mente humana (tesis ontológica de realismo); la naturaleza es regular, al menos en alguna medida (tesis ontológica de legalidad); el ser humano es capaz de comprender la naturaleza (tesis gnoseológica de inteligibilidad); etc.), no son estas tesis exactamente las que conforman la filosofía de la ciencia. Estas tesis subyacen en la ciencia y son filosóficas, pero la filosofía de la ciencia se dirige al estudio de la ciencia como fenómeno social, cultural, epistemológico, gnoseológico, intelectual, racional, histórico, lógico, etc. En pocas palabras, lo que intenta la filosofía de la ciencia es explicar problemas tales como: la naturaleza y la obtención de las ideas científicas (conceptos, hipótesis, modelos, teorías, etc.); la relación de cada una de ellas con la realidad; cómo la ciencia describe, explica, predice y contribuye al control de la naturaleza (esto último en conjunto con la filosofía de la tecnología); la formulación y uso del método científico; los tipos de razonamiento utilizados para llegar a conclusiones; las implicaciones de los diferentes métodos y modelos de ciencia, etc.
Algunos científicos han mostrado un vivo interés por la filosofía de la ciencia y algunos, unos pocos, como Galileo Galilei, Isaac Newton y Albert Einstein, han hecho importantes contribuciones. Numerosos científicos, sin embargo, se han dado por satisfechos dejando la filosofía de la ciencia a los filósofos y han preferido seguir haciendo ciencia en vez de dedicar más tiempo a considerar cómo se hace la ciencia.
La cuestión fundamental en la que se debate la filosofía de la ciencia es la relación existente entre lo científico subjetivamente existente y lo científico objetivamente existente, es decir, la relación entre lo objetivo y lo subjetivo existentes en la ciencia.
El problema fundamental de la filosofía consiste en establecer la relación del pensar para con el ser. Según F. Engels, este es su problema cardinal de todos los tiempos (1). No es extraño, entonces, que este problema tome cuerpo en el ámbito de la filosofía de la ciencia como el problema de establecer la relación entre el pensar científico y el ser científico. En otras palabras, entre lo científico objetivo y lo científico subjetivo.
Para resolver este problema hay que resolver, a su vez, varios subproblemas. En primer lugar, hay que responder a la pregunta de si fuera de la conciencia individual, fuera de la conciencia de la humanidad en general existe lo científico. En segundo lugar, una vez que se responda afirmativamente a este primer aspecto (es decir, que se declare a lo científico como objetivamente existente) hay que responder a la pregunta de qué es lo primario: si lo científico objetivo o lo científico subjetivo. Y en tercer lugar, una vez que se resuelva el problema de la primacía, responder a la pregunta de sí hay identidad entre la copia y el original, es decir entre un tipo de lo científico y el otro tipo.
En la historia de la filosofía de la ciencia este problema no se ha comprendido bien. Esta historia hasta ahora ha sido la lluvia de puntos de vista que de una forma implícita –sin tomar conciencia de ello- han dado espontáneamente e ingenuamente una solución a este problema.
Por ejemplo, para Kuhn la “ciencia normal” es la investigación basada en logros científicos pretéritos que cierta comunidad reconoce como fundamento de toda práctica científica posterior. Para él, estos logros científicos, que en la época contemporánea se resumen en varios textos básicos de cada ciencia y en otras épocas eran compendiados en reconocidos clásicos (la Physica de Aristóteles o los Principios de Newton, por ejemplo), establecen la legitimidad de los problemas y de los métodos para abordarlos y con ello el marco de acción de toda una generación de investigadores. Para él, sus dos atributos fundamentales son, en primer lugar, su capacidad de atraer a toda una comunidad y distraerla de otras opciones contendientes para ejercer la actividad científica, y, en segundo lugar, su capacidad de generar problemas que definen todo el quehacer científico futuro. Kuhn llama “paradigmas” a los logros que poseen estos dos atributos y que establecen la frontera de la ciencia normal. Para Kuhn, los hombres que han adquirido las bases de su trabajo científico a partir de los mismos modelos concretos, suelen desarrollar su trabajo sin desafiar los supuestos fundamentos de estos modelos. Para él, ellos definen una comunidad científica, hacen ciencia normal, comparten el mismo paradigma y están comprometidos con las mismas normas para su comunidad científica. Según Kuhn, puede haber investigación científica sin paradigmas, pero la adquisición de un paradigma marca la madurez en el desarrollo de cualquier campo científico (2). Para Kuhn, lo que ocurre en la ciencia cuando un paradigma sustituye a otro, tiene los mismos ribetes que una revolución política, que la sustitución de un modo de producción por otro. En la ciencia para Kuhn, un cuerpo de normas sustituye a otro, y estas normas, además, tienen la forma de creencias.
Se comprenderá que para Kuhn, estas normas o creencias son intersubjetivas. Están cosificadas en la obra del científico prototipo o del colectivo científico prototipo, pero son el fruto directo de la subjetividad del científico o de los científicos, que supuestamente crean las normas o creencias para el resto de la comunidad científica. Por tanto, para Kuhn los paradigmas son, en esencia, subjetivos.
Son subjetivos porque son la obra de una conciencia individual o varias conciencias individuales, es decir, son la obra de los científicos. No se puede confundir la objetividad para lo científico con el hecho de que el paradigma sea socializado. Desde el punto de vista de Kuhn, el paradigma se socializa pero es el fruto de la conciencia individual, que es subjetiva en última instancia. De donde: estas normas son subjetivas en última instancia. Reconocer el carácter objetivo de lo científico -que no necesariamente son las normas o creencias de Kuhn- es darle realidad objetiva a lo científico sin que sea éste (lo científico) el fruto directo de la subjetividad de los científicos.
Hegel es más claro en esto. Él nos dice: “… En la historia universal y mediante las acciones de los hombres, surge algo mas que lo que ellos se proponen y alcanzan, algo más de lo que ellos saben y quieren inmediatamente. Los hombres satisfacen su interés; pero, al hacerlo producen algo más, algo que está en lo que hacen, pero que no estaba en su conciencia ni en su intención” (3).
Desde el punto de vista de Hegel, la historia se va haciendo objetivamente porque ese “algo más” es objetivo; o sea, no está en la conciencia del hombre individual (es decir, en la subjetividad). Desde este punto de vista, a lo existente hay que añadir sistemáticamente ese “algo mas” que objetivamente va surgiendo y que va creando la historia. De donde: las cosas de la historia universal surgen primero objetivamente y sólo después pueden ser subjetivadas por medio de la descosificación que de ellas hace la conciencia individual.
Y lo que es válido para la historia universal, lo es también para la historia de la ciencia. Desde este punto de vista, lo científico surge primero objetivamente, y sólo después pasa a ser subjetividad por medio de un proceso de descosificación. Y cuando decimos “lo científico” nos referimos a los conceptos de “verdad”
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