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Filosofo Gobernante


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2013  •  1.440 Palabras (6 Páginas)  •  227 Visitas

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El Filosofo Gobernante

Universidad: Universidad del Desarrollo Profesional

Lic. Educación

Materia: Teoría de la Educación

Tema: El Filosofo Gobernante

Nombre del Alumno: Caldera, Paola Esmeralda

Bibliografía: Autores: Bowen, James y Hobson, Peter

Libro: Teorías de la Educación

Editorial: Limusa México, 1979, pp 54-60

I.- Resumen

A continuación de la discusión sobre la justicia, se hace la sugerencia revolucionaria (para aquel tiempo) de que se debe abolir la familia, de que las mujeres deben tener igualdad total con los hombres y que los hijos se deben educar comunitariamente. Sócrates pasa a ensenar que nunca se lograra la justicia a menos que los gobernantes se conviertan los filósofos y estos en gobernantes. Sostiene aquí que la opinión publica a sido formada por los infames sofistas (de ordinario maestros y itinerantes) que hacen mal uso de la educación y crean de ella una falsa impresión. Si se quiere un Estado verdaderamente justo debe empezarse de nuevo, y de esa manera se pasa a debatir la educación del filósofos genuino que tiene conocimiento del bien.

Si quieres que te haga ver como y hasta que punto puede realizarse semejante Estado lo hare, por obligarte, con tal de que me concedas una cosa que necesito. ¿Es posible ejecutar una cosa precisamente como se describe? ¿No hay por el contrario, en la naturaleza, cosas cuya ejecución se aproxima menos a lo cierto, a lo verdadero, que el discurso? –No exijas, pues, de mi que realice con mi precisión absoluta el plan que he trazado, pero si puedo hallar como puede ser gobernado un Estado de manera muy aproximada a la que dicha queda, reconoce entonces que he demostrado, como me exiges que nuestro Estado no es una quimera.

-Amenos que los filósofos no gobiernen lo Estados o que aquellos que hoy se llamen reyes y soberanos no sean verdaderamente filósofos, de suerte que la autoridad publica y la filosofía se encuentren unidas en el mismo sujeto, y que se excluya en absoluto del gobierno, a tantas personas como hoy aspiran a uno de esos dos términos; a menos de eso digo, mi querido Glaucon no hay remedio para los males que desolan a los Estados, ni aun para los del genero humano, y jamás el Estado perfecto cuyo plan hemos trazado aparecerá sobre la tierra liberar la luz del día.

Adimante, tomando aquí la palabra, me dijo: Sócrates, nadie puede negarte la verdad de lo que acabas de decir. Pero he aquí una cosa que de ordinario ocurre a los que hablan contigo: imaginan que, por no hallarse versados en el arte de interrogar y responder, son incluidos poco a poco a error, por una serie de preguntas cuyas consecuencias no eran al principio pero que, relacionadas unas con otras, acaban por hacerles caer en un error completamente opuesto al que habían creído primeramente.

El trato que se concede a los sabios en los Estados en que viven, es tan extraño y particular que nadie ha experimentado jamás cosa que pueda aproximarse; de suerte que me veo obligado a formar con diversas partes que en conjunto no guardan ninguna relación, el cuadro que debe de servir para justificarle, e imitar a los pintores cuando nos presentan animales mitad machos cabrios y mitad cuervos, u otras monstruosas figuras.

Sobra la razón para considerar a los mas sabios de los filósofos como gente inútil para el Estado; que, con todo, no es a ellos a quien hay que reprochar su inutilidad, sino a los que no se dignan

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