Hoy Se Of Cards Basada en la novela homónima de Michael Dobbs
GenesisGCR4 de Diciembre de 2014
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HOUSE OF CARDS
Beau Willimon
"No hay consuelo ni arriba ni abajo. Solo nosotros. Pequeños,
solitarios, esforzándonos , luchando unos contra otros.
Yo me rezo a mi mismo y por mi mismo".
Basada en la novela homónima de Michael Dobbs y en la serie británica a la que ésta dio origen en la década de los noventas, “House of Cards” es una historia sobre el poder, el poder y nada más que el poder. Si bien la línea principal de la serie se desarrolla completamente desde la perspectiva del Congresista Frank Underwood y a partir de sus muy particulares ambiciones, cada una de las relaciones reflejadas en este entramado, todas por supuesto vinculadas a los propósitos de Underwood, no reflejan más que una constante y cruel lucha por el poder. Y entonces, aquí cabría la pregunta: ¿cuán acertado es aquel dicho popular de que la realidad supera a la ficción?
Pero no podría desarrollarse un análisis sobre lo que esta serie de relaciones de poder significan y lo qué el poder en sí representa sin antes intentar comprender el hilo conductor de toda la trama: Francis Underwood. No existe otro concepto más incrustado en el espectro político estadounidense que "pragmatismo"; y quizás no hay palabra mas exacta pero al mismo más controversial para describir a este personaje que "pragmático", porque desde un enfoque moral sería necesario repensar hasta que punto es correcto el empleo de este concepto para describir --justificar tal vez sería más apropiado- una conducta totalmente insensible e inhumana.
Empero, si bien hacer un juicio moral sería lo más simple y esperado, un juicio pragmático me parece más útil dada la enseñanza cruda y directa que deja esta serie. Una vez en el papel, es simple encontrar una respuesta pragmática a todo cuestionamiento ético que el actuar de Underwood y su esposa y todos los títeres que emplea al conforme se desarrolla este drama.
Para empezar, y en mi opinión lo más fascinante y fundamental de esta historia, la relación que Francis mantiene con sus esposa Claire. Una relación que en primera instancia resulta perturbadora, por la frialdad y crudeza de su trato mutuo, pero que sin embargo, queda en el total olvido al comprender que su amor va más allá del simple afecto y las emociones: ambos tienen una meta y solo juntos pueden alcanzarla, porque se necesitan y se conocen mejor que nadie los conoce y, sin importar sus muy personales deslices, permanecerán juntos porque se aman. Sin duda, un amor no convencional; dos personas unidas por un destino --a falta de una palabra más apropiada, dejando un poco de lado el declarado ateísmo de Frank Underwood- más grande que ellos mismos.
Su astuto y manipulador juego, pienso, es exitoso porque nadie imagina lo que planean, lo que está en sus mentes. Ni siquiera uno como espectador. Su accionar pragmático llega a tal nivel de planificación que cada movimiento, cada paso que dan no resulta en ganancias inmediatas y banales, sino en consecuencias a mucho mayor plazo, mucho más tangible, mucho más duraderas. Y al más mínimo síntoma de vulnerabilidad, quien tenga que caer, cae. Excepto ellos.
Y de ahí, una incansable lucha llena de compromisos, de condicionamientos, de lealtades que se ponen a prueba a cada momento. Porque la idea del Congresista Underwood no es otra más que la de cultivar relaciones de las que se pueda obtener algo. Sacar a Peter Russo de presión para después convertirlo en su señuelo y lograr lo que desde un principio se propuso -- la vicepresidencia- es el ejemplo más claro y cruel. ¿Pero de verdad se esperaba un final diferente para un ser tan perturbado y miserables? Ése es el cuestionamiento: hasta que punto la realidad puede ser manipulada y aún mantenerse real, creíble.
Al final del día, Frank Underwood nos enseña a no seguir instintos, a dejar de lados
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