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Investigacion Frontera


Enviado por   •  5 de Marzo de 2015  •  2.785 Palabras (12 Páginas)  •  300 Visitas

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Investigación de frontera

Según el autor, la idea de frontera, como último confín al que llega nuestro conocimiento más allá del cual esperan grandes recompensas, ha sido de hecho una de las metáforas persistentes en la historia de la ciencia para hablar de sí misma. En el imaginario del tiempo estaban las grandes caravanas que atravesaban las estepas sufriendo todo tipo de percances y amenazas, pero que al final, con suerte, obtenían la tierra prometida. La empresa del conocimiento se entendía así como una empresa estratégica, es decir, como una empresa que debe conseguir algo que no es sino un medio para un fin ulterior: conocimiento para obtener utilidad.

Hace poco más de diez años, un autor de divulgación, John Horgan, escribió un vaticinio titulado El fin de la ciencia. En este libro planteaba Horgan la posibilidad de que la ciencia ya hubiese llegado a sus últimas fronteras y que en adelante solo quedase hacer una investigación poco ambiciosa y cada vez más académica y superficial. Con la pequeña distancia que nos permite poco más de una década desde que el libro fue publicado quizá no podamos aún emitir una respuesta justificada a este vaticinio, si es que es posible emitir algún juicio al respecto. La ciencia es una empresa maratoniana, de carreras de fondo y no de velocidad, y es difícil extrapolar a una dimensión histórica las tendencias observables en los resultados de los últimos años. Pero la pregunta que se hacía Horgan es, por lo demás, interesante en sí misma independientemente de la respuesta que podamos dar a tal cuestión. Es el mismo hecho de preguntarse por el fin de la ciencia lo que nos habla de una cierta forma de ver, o de verse a sí mismas, la ciencia y la tecnología.

Horgan se inscribe en una larga tradición que entiende la empresa del conocimiento científico con la ayuda de la metáfora de la frontera. En esta tradición hay una obra que no puede desconocerse puesto que aún estamos bajo su impacto y que es central para comprender el poder de las metáforas. Me refiero al informe que Vannevar Bush dirigió al presidente de los Estados Unidos en 1945 con el título de Ciencia: la frontera sin fin. Vannevar Bush, un ingeniero electrónico, era a la sazón director de la Office of Scientific Research and Development (OSRD), un organismo creado en el marco de la Segunda Guerra Mundial para movilizar la investigación científica en pro de la guerra, y que fue el organismo director del Proyecto Manhattan en el que se realizó la construcción de la bomba atómica. Al terminar la guerra, V. Bush temía que se desmantelasen las nuevas formas sociales de organizar la ciencia mediante el apoyo público en la coordinación de grandes recursos de personal, infraestructuras, instituciones y financiación, y escribió este informe con el propósito explícito de que continuase este programa en el futuro. En la carta de presentación en la que enviaba el informe al presidente Truman, escribía Bush:

“El espíritu pionero todavía tiene vigor dentro de esta nación. La ciencia ofrece un lejano territorio en gran parte inexplorado para el pionero que tenga los instrumentos para esta tarea. Las recompensas de esta exploración tanto para la nación como para el individuo serán grandes. El progreso científico es una clave esencial para nuestra seguridad como nación y para nuestro progreso cultural.”

En este párrafo unía lo que serían las dos líneas directrices del informe: en primer lugar, el objetivo básico, que no era otro que suscitar en el gobierno la voluntad de apoyar la investigación básica, y, en segundo lugar, el aparato retórico para justificar esta pretensión. Aquí, la metáfora de la frontera interminable evocaba el imaginario de las riquezas de todo tipo que esperaban al pionero que se atreviese a traspasar esa lejana inexplorada frontera. La ciencia se veía como una empresa de exploración en el espacio de lo desconocido en donde habrían de descubrirse tesoros de utilidad, aunque el esfuerzo realizado no pareciese tener recompensa inmediata. En el imaginario del tiempo estaban las grandes caravanas que atravesaban las estepas sufriendo todo tipo de percances y amenazas, pero que al final, con suerte, obtenían la tierra prometida. La empresa del conocimiento se entendía así como una empresa estratégica, es decir, como una empresa que debe conseguir algo que no es sino un medio para un fin ulterior: conocimiento para obtener utilidad. Las connotaciones de los tesoros que guardan las tierras inexploradas están en la más profunda de las metáforas humanas: el viaje hacia un lugar prometido.

La idea de frontera, como último confín al que llega nuestro conocimiento más allá del cual esperan grandes recompensas, ha sido de hecho una de las metáforas persistentes en la historia de la ciencia para hablar de sí misma. Newton, por ejemplo, ya explicaba sus éxitos diciendo que se había subido a hombros de gigantes para ver más lejos que los demás. La idea de que el conocimiento constituye un espacio explica por qué las sospechas de haber llegado al final del territorio se usan también como recurso retórico. Es el que ha empleado Horgan, y fue posiblemente una La ciencia es una empresa maratoniana, de carreras de fondo y no de velocidad, y es difícil extrapolar a una dimensión histórica las tendencias observables en los resultados de los últimos años creencia a finales del siglo XIX, como ejemplifica la sentencia que se atribuye a William Thompson, Lord Kelvin, y que estipulaba que la Física había ya llegado a sus límites y el resto sería solo cuestión de decimales en la precisión de las soluciones a las ecuaciones básicas. Verdadera o falsa, esta anécdota ejemplifica la mentalidad de los científicos que trabajan dentro de un paradigma, cuyos límites no pueden sino entender como los límites de lo cognoscible. Que la pretensión de haber llegado a los últimos confines coincidiese en el tiempo con la gran crisis de la ciencia que llevó a la relatividad, la Mecánica cuántica, a las Matemáticas de los transfinitos, a la Genética de poblaciones, a la teoría de juegos, etc., es una suerte de ironía histórica y muestra que a veces la vista de los exploradores no es tan larga como creen. Las metáforas iluminan pero a veces dejan sombras. Las metáforas de la frontera a veces hacen creer que el espacio que se explora solo tiene las dos dimensiones de la superficie. Pero, como Richard Feynman señaló, también allá abajo hay mucho sitio: una de las primeras llamadas a lo que habrían de ser mucho más tarde las Nanotecnologías.

Porque lo que ocurre es que la metáfora de la frontera parece una, pero en realidad son dos. El Diccionario de la RAE, en sus dos primeras entradas para el término frontera establece: 1. f. Confín de un Estado. 2.

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