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LA DES FUNDAMENTACIÓN DE LA ÉTICA CONTEMPORÁNEA: HACIA UNA ÉTICA DE LA NOCHE..


Enviado por   •  27 de Septiembre de 2016  •  Apuntes  •  2.535 Palabras (11 Páginas)  •  251 Visitas

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LA DES-FUNDAMENTACIÓN DE LA ÉTICA CONTEMPORÁNEA: HACIA UNA ÉTICA DE LA NOCHE.

Luis Uribe Miranda

  1.  Introducción

La pregunta por la ética en la época contemporánea surge desde lo faltante.

La palabra ética aparece como un legado de la tradición griega.  La palabra que está en el origen etimológico es Êthos y posee, al menos, tres significaciones: carácter, costumbre y morada.

La primera es morada.  Morada designa el modo que tiene el hombre de habitar el mundo.  Es decir, el modo de ser, de habitar del hombre es ético.  Este sentido la tradición occidental lo ha ignorado, voluntaria o involuntariamente.  Marco Tulio Cicerón tradujo Êthos al latín por mores en el sentido de costumbre.  Es así como mores estará a la base de Moral.  Por tanto, estos vocablos que pertenecen a tradiciones distintas no pueden ser lo mismo.  No podemos asumir que sean sinónimos ya que mientan disciplinas y pertenencias distintas.  Ética se vincula con la filosofía y la Moral con el derecho y la teología.  La mayor parte de la reflexión filosófica contemporánea no se hace cargo de la pregunta por la ética.  Al preguntar por la ética, se responde por la moral.  Los planteamientos derivados de Aristóteles y Kant y las éticas de la responsabilidad no son más que morales.  Tratan de fundamentar racionalmente una ética universal que no es más que un enmascaramiento de una voluntad de poder.

Para pensar una ética de la noche hay que aceptar dos elementos: la crisis de la racionalidad, asociada a la postmodernidad y la crisis de la moral manifestada en el crepúsculo del deber.

  1.  La crisis de la racionalidad

No es la crisis de la razón.  La racionalidad no es otra cosa que un concepto de razón, la manera como Occidente se ha representado la razón.

Parece que la razón no opera bajo los principios de la lógica, sino que tiende a escaparse.  Como no acontecen en la realidad, caen en cierto racionalismo.

La crisis de la racionalidad no es más que la crisis de una concepción de racionalidad heredada del proyecto moderno e ilustrado que rehúsa a pensarse.

La noción de postmodernidad permite hacer manifiesta la crisis.  El fin de la modernidad es el fin de una determinada concepción de razón.

2.1 La noción de postmodernidad.

Es plurívoca;  no es posible entregar una definición unívoca de este término.  Aún teniendo en cuenta sus diferencias, parece pertinente mostrar la reflexión de Gilles Lipovetsky y de Jean François Lyotard.

2.1.1. La aproximación de Gilles Lipovetsky

La reflexión de Lipovetsky está marcada por un interés moral.  En los títulos de su obra se descubre esta preocupación moral.  Títulos como La era del vacío, El imperio de lo efímero, El crepúsculo del deber y Metamorfosis de la cultura liberal ponen en evidencia la preocupación ética del autor.

Postmodernidad tiene el sentido de “cultura postmoderna” y está ligada a “postmodernismo”, en el sentido de decadencia.  En La era del vacío, hace referencia al origen de la noción en el campo artístico e intelectual como un efecto de la moda de la época.  La noción de postmodernidad tendría algo de efímero.  De hecho, el texto consagrado a lo efímero (“El imperio de lo efímero”) versa sobre la moda.  También demuestra un juicio axiológico en referencia a la noción.  La noción sería equívoca, pero presenta un gran interés con relación a la novedad, cuestión que es muy moderna.  Finalmente la postmodernidad sería una invitación a volver a los orígenes.

Esta noción sería demasiado decadente y conservadora y aportaría sus consecuencias en el plano moral.

Este carácter moral se evidencia en las expresiones “cultura hedonista”, “sociedad narcisista”, o “narcisismo moderno”.  El estado de la cultura actual sería el efecto del desarrollo de una cultura liberal y del avance del capitalismo.  Sería la cultura de la sociedad del consumo y de la primacía de los mass media.  En otros términos, la cultura postmoderna sería “una anarquía conservadora”.

Para Lipovetsky, la postmodernidad es el proceso y el momento histórico donde efectuamos el retorno al pasado con un acento en el individualismo y que penetra en todos los ámbitos del obrar humano.  A su vez, el postmodernismo no es una época posterior a la modernidad, sino su prolongación, su  despliegue y último desarrollo.  

Este último desarrollo implica un movimiento de progresión y regresión del proceso disciplinar.  Por tanto, es, también, un proceso de liberación de las tutelas disciplinares y, por lo mismo, una rebelión contra el poder establecido.

En suma, para Lipovetsky la postmodernidad es postmodernismo y éste no es otra cosa que el proceso histórico en el cual la cultura camina hacia un estado de narcisismo, dando lugar a un creciente proceso de individualismo.  Este proceso unido al proceso iniciado por la modernidad tendría un impacto desestabilizador en todos los planos, también en el plano ético.

  1. La aproximación de Jean François Lyotard.

En su obra “La condición postmoderna” que es un informe sobre la condición del saber, trata de manera explícita la temática.  Para él la postmodernidad tiene una relación con la condición del saber.  La postmodernidad es una condición del saber en las sociedades desarrolladas y es utilizada por sociólogos y críticos norteamericanos.  Esta noción nace en el seno de una sociedad desarrollada y está presente en la clase de los “llamados intelectuales” preocupados de las “ciencias humanas”.

Para Lyotard, el estado del saber en las sociedades desarrolladas se ha vuelto  postmoderno porque ellas han sido impactadas por las reglas de la ciencia.  El avance de las ciencias a partir de fines del siglo XIX sería el responsable del estado postmoderno del saber y de la cultura en general.  En este sentido, la crisis de los grandes relatos no es más que una consecuencia de este impacto.

Las reglas del juego de las ciencias se han revelado como débiles en cuanto a su legitimidad y en cuanto a la idea de progreso.  Existe una incredulidad frente a los metarrelatos y a la idea de progreso como el fin de las ciencias de la humanidad.  La fuerza narrativa de los discursos está debilitada y es expresión de la crisis de la filosofía metafísica y de aquella institución que depende de ella.

La heterogeneidad de los discursos que se desprenden de los juegos lingüísticos no permite la comunicación.  Ya no hay una base estable, una metafísica que legitime el discurso de las ciencias.  Esta ausencia de la metafísica provocará, a la vez, la caída de las instituciones universitarias y de la educación en general.

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