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La Educacion

giovani_22515 de Junio de 2015

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Existe una demanda social reiterada para que en la escuela se enseñen valores y no sólo conocimientos. Esta demanda parece inseparable de un diagnóstico que en nuestra sociedad escasean los valores, muchos de ellos se han perdido en este tiempo postmoderno, la familia ha perdido capacidad socializadora, los jóvenes no tienen límites externos y tampoco pueden ponerse límites por sí mismos, incurriendo en numerosas conductas de riesgo, adicciones al alcohol o a las drogas, promiscuidad sexual, violencia, etc.

Consideramos que aprender valores es tan importante como aprender matemática, lengua o historia. Sin embargo, aceptar la legitimidad de la demanda no es aceptar sin matices el diagnóstico. Queremos hacernos cargo de la complejidad del desafío educativo que implica transferir los valores que tienen consenso universal en esta etapa histórica de la humanidad a las nuevas generaciones. Sin incluir esa complejidad los discursos se acaban vaciando convirtiéndose en lugares comunes reiterativos y vacíos de sentido.

La complejidad se aborda estableciendo distinciones. La primera de ellas sería diferenciar la educación en valores de una visión deficitaria sobre nuestra juventud actual. No nos parece que el lugar de partida más potente sea presuponer que nuestra juventud no tiene valores. Sin duda los jóvenes de hoy no se nos parecen. Por otra parte, este escenario de diferencias generacionales conflictivas se reitera en todas las épocas. Nos atrevemos a pensar que esa diferencia se consolida hoy como un subsistema cultural al que llamamos cultura juvenil.

Los jóvenes tienen su propio lenguaje, priorizan valores a su modo, tienen sus pautas de relación entre varones y mujeres, hacen una focalización temporal diferente, tienen una apropiación muy grande las tecnologías de la comunicación, etc.

Hace unos años atrás deje en la parte posterior del salón una laptop con el cargador encima de él, lo deje unos segundos para ir hacia adelante y traer mi examen corregido, pero al regresar ya no estaba el cargador, pasaron los años y la historia se volvió a repetir este año, pero esta vez en el taller de tarjetería. Ahora no se trataba de un cargador sino de los materiales que la maestra me dio para realizar la tarjeta. Siento vergüenza ajena cuando la maestra dice que con los alumnos de otras facultades, cuando ella empresta las herramientas nada falta y si falta en fin son las otras facultades de nuestra universidad y no la nuestra. Somos calificados de tal manera que me he hecho la pregunta ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo se te ocurrió pensar que la facultad de teología es capaz de cambiarle la vida a alguien? ¿Hacer cinco años de internado es garantía de un cambio? Si yo he venido para eso pienso yo, debo retirarme de aquí, porque si no soy capaz de ser un mejor cristiano ¿Qué hago aquí sino logro nada? No me sirvo a mismo y mucho menos a la iglesia, le miento a todos y ahora trato de mentirme a mismo que lo hago es correcto y que tengo futuro.

Valores siempre escuchamos de ellos y pocas veces los ponemos en práctica. Vergüenza ajena siento cuando escucho decir que hay un pastor que terminado las actividades del sábado ingresa a una discoteca y los que sean atrevido a pensar que lo hace para una obra misionera sean ido contra la pared. Valores siempre escucho de valores y que poco lo practican algunos. Vergüenza ajena siento cuando una joven me dice que no es el pastor distrital sino un pastor departamental el que la está enamorando, y yo no estoy en contra del amor pero ese hombre está casado. Valores siempre escuchamos de ellos y que poco lo practican algunos.

Alguien de ustedes querrá levantarse quizás para decir ¿Quién eres tú para hablar de valores? ¿Serás José, serás Enoc, serás Daniel?

Tienes razón no soy como ninguno de ellos, tal vez cada día trato de acercarme a su ejemplo, cuando me hicieron la entrevista para

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