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La Pistola Al Cuello


Enviado por   •  25 de Mayo de 2015  •  860 Palabras (4 Páginas)  •  115 Visitas

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Vivimos una era quizás no tanto de “movimientos sociales” como de novedades culturales. Semana por medio salta al escenario un nuevo elenco de indignados o empoderados a bailar su frenético ricachá. A veces son grupos, grupúsculos, sensibilidades o pobladores de cuya identidad o localidad no teníamos idea, a veces los conocíamos, pero no esperábamos de ellos nada sino sumisión y silencio, a veces no les teníamos respeto ninguno. No hay quien no pretenda hacer valer su voz y ser reconocido en sus derechos; de ahí que se grite “exigimos a las autoridades”, se enarbole el puño, se anuncien querellas o funas y se amenace a los descreídos. Idos están los paradisíacos tiempos, propios de la infancia de este cronista, cuando sólo la elite y los hombres adultos sacaban la voz, mientras el resto -niños, mujeres, trabajadores humildes, campesinos y rotos varios- se prosternaba y aguantaba con paciencia la tiranía del dueño de casa y/o la de los poderosos, el negro peso de la noche en todos sus sabores. Ambas categorías, ricos en particular y hombres en general, disfrutaban una monopólica ocupación del espacio doméstico, político, público, escénico y económico.

Eso ya no sucede o cada vez menos. Por lo mismo, porque el cuadro ha cambiado casi completamente, se necesitan fechas conmemorativas especiales, como lo son las Fiestas Patrias, para que lo que ya es banal y corriente se exhiba como espectáculo y así pueda notarse su condición de cosa novedosa y poderosa. Véase el caso de quienes aun algunos siguen llamando “canutos”. Con esa denominación se identificaba, en el pasado, a quienquiera fuese cristiano, pero no católico y predicara al aire libre, a veces con un bombo, a veces con uniforme, a veces con señoras de sombrerito y a menudo en los parques, lo cual hacían en calurosas, polvorientas e inertes tardes de domingo frente a una concurrencia de curados, chiquillos, dueñas de casa, rotos burlones y curiosos varios. Y nadie se creía obligado a respetarlos.

Hoy ya no es así. Hasta el más despistado habla de “los evangélicos”, porque siente que la vieja denominación es algo irrespetuosa y hasta desdeñosa. Detrás de eso, como por lo general ocurre con todo respeto recién nacido, hay una cuestión de poder recién parido. El hecho es que las iglesias evangélicas han crecido -vean el censo- enormemente en poder y prestancia: su militancia es muy numerosa, tienen feligreses en poblaciones y presidios, las autoridades asisten a sus servicios, sus ministros influyen un sensible caudal de votos y por esos motivos y muchos más no es ya cosa de tomarlos para la chacota. Sin embargo, han de llegar las Fiestas Patrias y con ellas el tedeum evangélico para que ese colosal cambio se haga notar. Es en este escenario donde se manifiesta que se han convertido en actores y dejaron de ser comparsas exóticas con quienes se hacían chistes. Y en estas ocasiones, a las que no falta

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