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La evaluación es una práctica social compleja y contradictoria, su campo de estudio plantea cuestiones sobre distintos aspectos: las relaciones sociales implicadas en esa práctica, los conflictos


Enviado por   •  17 de Febrero de 2016  •  Apuntes  •  8.405 Palabras (34 Páginas)  •  377 Visitas

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Evaluación

Producción intelectual Magíster Sonia Rosa Morejón

Trelew, Chubut mayo/junio 2010

                                                

La evaluación  práctica social

La evaluación es una práctica social compleja y contradictoria, su campo de estudio plantea cuestiones sobre distintos aspectos: las relaciones sociales implicadas en esa práctica, los conflictos, las luchas de poder, las diferencias, el dominio de una perspectiva epistemológica, el lugar fundamental que tiene en el ámbito pedagógico didáctico y la opción ética, entre otros.

La complejidad del campo, está vinculada con su objeto de estudio, el mismo se ha ido transformando, corriendo, ampliando. La evaluación puede focalizar diversos objetos, desde los aprendizajes, la enseñanza, hasta el currículum y la institución educativa,  entre otros. Su complejidad, está relacionada con el desarrollo conceptual de las ciencias de la educación y por ende de la didáctica, que obliga a la evaluación a generar resignificaciones conceptuales y nuevas posturas.

...de acuerdo con la formación específica de los evaluadores y las condiciones y exigencias del contexto a evaluar – encontramos tendencias distintas y opuestas, en donde los paradigmas teóricos juegan un papel importante. Tal es el caso de los modelos o propuestas de evaluación que privilegian los aspectos técnicos y cuantitativos en contraposición a aquellos que manejan metodologías cualitativas y privilegian los aspectos teóricos axiológicos de la evaluación. (De Alba 1991:77).

La evaluación no es una actividad neutral, además de legitimar ciertas políticas y desacreditar otras, puede llegar a convertirse en uno de los mecanismos más poderosos de control social y educativo.

Barry Mac Donald (1985) sostiene que el trabajo del evaluador es eminentemente político y sus diversos estilos y métodos son la expresión de diferentes actitudes en relación a la distribución del poder en educación. Eligiendo sus fidelidades y prioridades, el evaluador adopta una postura política. (Celman, Susana, 1998:62).

En este sentido toda evaluación, encierra  en sí misma, una importante dimensión ética. El “para qué” y “por qué” evaluar, es en la enseñanza tan importante como  el “qué” o el “cómo”.

Las prácticas evaluativas permiten: desocultar lo oculto, la reflexión crítica acerca de nuestro andar cotidiano, de nuestras trayectorias, atienden la presencia del “otro”, de tal manera, que se transforma en un acto de construcción y deconstrucción[1], desde las diferencias, como dice Ardoino, tomamos la información para hacer aparecer su sentido. En esta práctica, desafiante, se rescata al sujeto en su carácter de constructor e intérprete de la realidad. 

Si bien las prácticas de evaluación[2] existían antes que la institución escolar, en la escuela, todo es susceptible de ser evaluado. En la sociedad capitalista, las prácticas de la evaluación están vinculadas a los sistemas de calificación de las empresas, de las organizaciones, del sistema educativo. Aparecen asociadas a las posiciones de los sujetos en la sociedad y entra en juego la distribución en las relaciones de producción y la consecuente lucha por los campos de “ocupación”, del “saber”, del “conocimiento”, de la “ciencia”, del “trabajo”, del “salario”.    

En tanto prácticas sociales, se transforman en sistemas de acreditación, de control, de legitimación, connotando con ello el fuerte sentido político de las mismas.

Las prácticas de la evaluación cumplen múltiples funciones, han sido históricamente[3] construidas en vinculación con el lugar que la sociedad le ha asignado a la institución educativa, al conocimiento, al sujeto, a la enseñanza, al aprendizaje. Plantean contradicciones y tensiones, difíciles de compaginar por los supuestos teóricos que subyacen en ellas, pero posibles de explicar desde algún lugar.

Podríamos decir, que todo el recorrido de un sujeto y su trayectoria, no importa el espacio, ni el tiempo, está atravesado por “la mirada del otro[4].” a decir de Jean Marie Barbier (1999).

El otro puede [por lo tanto], facilitar u obstaculizar el aprendizaje;  permitir la progresiva autonomía del que aprende o someterlo, transmitiendo desconfianza hacia el mundo y menoscabando la misma confianza en sí mismo del sujeto. Puede adoptar una posición de apoyatura afectiva o de distancia e indiferencia, que potencia el temor por falta de continencia. Puede, en fin operar positiva o negativamente. (Pruzzo de Di Pego 1997:18).

Evaluadoras y evaluadas...

Las instituciones educativas desempeñan un lugar importante en la constitución de la subjetividad del sujeto. En ella se reproducen y se transforman determinados valores, conocimientos, prácticas sociales, ideologías. En las instituciones, se legitiman saberes y prácticas, aceptados por sectores hegemónicos de la sociedad, pero cuestionados por otros. Las prácticas de la  evaluación se constituyen en un dispositivo[5]externo, mediante el cual se “devela” la competencia “social” como  institución para consolidar y/o transformar la sociedad, pero las instituciones educativas también evalúan.

La permanencia o exclusión del sujeto en el sistema educativo, se regula de distintas maneras, una de ellas es a través de las políticas públicas que se aplican en torno a la evaluación. Pero son las prácticas de evaluación de la institución educativa, las que pueden favorecer la retención y promoción o la expulsión de los alumnos de la educación sistemática. 

La escuela ha sido históricamente un centro de evaluación por excelencia, lo que en ella se vive o está, se convierte en objeto deseado de evaluación. La evaluación responde no sólo a intereses estrictamente educativos, sino que en ella entran en juego otros intereses como son los políticos, económicos, sociales, éticos, filosóficos, existenciales.

La institución familiar primero, y la institución escuela después, están sostenidas en un orden social y son ámbitos de socialización operando en la constitución de lo subjetivo desde ese orden social.(Pruzzo de Di Pego 1997:21).

Nos encontramos con múltiples funciones y aristas, las prácticas de evaluación son y han sido históricamente construidas alrededor de las instituciones educativas en y para la sociedad. Estas instituciones, a decir de Perrenoud (1990:14) si bien no han inventado las jerarquías y no tienen el monopolio de las mismas, por su correlato con la sociedad están presentes en las representaciones de los sujetos que forman parte de la escuela. Señala al respecto “todo grupo escolar engendra normas de excelencia. Un grado de dominio de una práctica es fuente de eficacia, prestigio, poder, provecho material simbólico, distinción.  Los actores sociales que se entregan a semejantes actividades se empeñan, por tanto, en una competición más o menos abierta, para conseguir la excelencia. Quien supere a los demás, será considerado, en un círculo restringido o en una comunidad amplia, como el mejor, el más inteligente, el más culto, el más hábil, el de más inventiva o el más cualificado.” Si bien la institución educativa no genera las normas de excelencia, “las legaliza esa ubicación que hace el docente distribuyendo a los alumnos en distintas jerarquías según la distancia a la norma ideal. Se pone de manifiesto el poder de la organización escuela para construir una representación de la realidad e imponerla como producto natural”. (Pruzzo de Di Pego, 1997:63).

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