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La importancia de la vocación en la actividad profesional del maestro


Enviado por   •  11 de Marzo de 2015  •  Ensayos  •  2.207 Palabras (9 Páginas)  •  400 Visitas

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Introducción:

Tradicionalmente la vocación ha estado indisolublemente unida al maestro y el enseñar se ha considerado un arte. Estas dos ideas, que gozaron de unanimidad durante mucho tiempo y que permanecen todavía en la mente de muchas personas, han evolucionado obligatoriamente con los cambios sociales. En el estudio de la vocación docente versus profesión se entremezclan dialécticamente elementos que han influido y están influyendo en el quehacer profesional del profesorado: la tradición, las transformaciones sociales, los avances de la investigación y las necesidades del profesorado.

Son muchos los que subrayan la importancia de la vocación en cualquier actividad profesional, tanto por razones de un mayor rendimiento en el trabajo como para evitar fracasos personales en el desempeño. Creen que la vocación determina las personas más adecuadas para una profesión y que existe la profesión más conveniente para cada persona. Del mismo modo, para acceder a una profesión se deben poseer unas cualidades o aptitudes previas y en la elección de un trabajo hay que tener en cuenta la vocación. Sólo se es un verdadero profesional cuando se tiene vocación (GICHURE, 1995: 210).

En el caso de la enseñanza es evidente que se necesitan determinadas competencias para desempeñarla con corrección y que no todas las personas están capacitadas para ejercer estas funciones. García Garrido (1999: 436) resalta que “no todo el mundo sirve para esta profesión, en contra de lo que tan a menudo se cree; hace falta tener el perfil personal adecuado”. Aunque, ciertamente, tendríamos que añadir que el perfil docente demandado está al alcance de todos los que deseen dedicarse al magisterio con voluntad, conocimiento y desempeño ético. Y aunque la vocación influya en el rendimiento y satisfacción laboral, no puede deducirse que su ausencia sea la causa directa del fracaso de la escuela, porque en el sistema educativo existen otros factores más influyentes en los aprendizajes deficientes, la insatisfacción o el absentismo escolar. Además no sólo se nace con vocación, sino que hasta se puede perder cuando se idealiza desmesuradamente la docencia.

LA PREHISTÓRICA NECESIDAD POR ENSEÑAR Y APRENDER Y LA VOCACIÓN POR HACERLO

El enseñar, aprender y la vocación por hacerlo es un proceso de cambio que se ha desarrollado por millones de años desde los tiempos de la prehistoria. Así mismo en la Edad Prehistórica la transmisión de la Educación se fundamentaba en la cultura. Debido a que el hombre dominaba los recursos naturales, estas culturas se identificaban con la Naturaleza y fijaban su centro de atención en dichos recursos. Lo que primordialmente caracterizaba a la edad prehistórica se dividían en los siguientes puntos:

Imitativa: el joven llega a adulto intentando repetir en su propia vida lo que ve a su alrededor.

Doméstica: junto a la madre y al padre los jóvenes van adquiriendo los usos, las costumbres, las ideas religiosas, los ritos y la mentalidad propia de la sociedad a la que pertenecen.

Global: el sujeto no atiende a enseñanzas del pasado ni a previsiones del futuro; aprende lo que van a utilizar en su presente.

Mágica: basan su cultura en su religión, en sus dioses, en sus mitos y todos los elementos que se incluyen en estos.

He ahí donde entra el nacimiento de la vocación por el enseñar y trasmitir conocimientos al momento de formular necesidades para al ser humano. Una ejemplificación es la obtención del fuego, el querer obtenerlo de cualquier forma sin tener conocimiento alguno de su producción. Acto seguido que llevó un proceso donde el relacionarse con otras culturas, el conocer, el observar y mantener una relación de comunicación da la apertura a la enseñanza y de la mano la vocación.

Del mismo modo La mentalidad primitiva hace suponer un escaso desarrollo de las facultades superiores en el hombre. Sin embargo, el aspecto intelectual no está tan atrasado como parece indicar sus groseras costumbres. La inteligencia toma sus elementos de lo que ofrecen sus sentidos. Su vista y su oído aprecian sensaciones que pasan inadvertidas a los hombres de nuestro tiempo. Su educación es concreta, carece de ideas, se instruye por los hechos y consecuencias naturales de ellos.

Poco a poco el hombre evoluciona y entra en reflexión sobre el proceso de su vida. De esa conciencia del tiempo surge una idea de hombre válida en el pasado que él debe conservar y legar al futuro, de aquí que se intente orientar los pasos de las generaciones para seguir la tradición de la historia.

A partir de aquí la educación no aspira a desenvolver un hombre o una mujer perfecta sino a preparar sujetos para su puesto en el orden establecido de las cosas. Existe una autoridad externa, despótica, que varía en los diferentes países.

LA VOCACIÓN DE LA ENSEÑANZA ESCOLAR Y EL COMPROMISO DE COMPARTIR CONOCIMIENTOS COMO DOCENTE.

La enseñanza escolar, dirigida inicialmente a la educación de las minorías selectas que en el futuro tendrían responsabilidades de gobierno, siempre ha estado mediatizada por cuestiones religiosas, políticas, sociales, ideológicas y económicas. En un momento en el que existía consenso en lo que era una buena educación, los fines y las propias funciones del profesorado determinaron la necesidad de disponer de docentes con una vocación ligada a la religión católica y controlada por eclesiásticos. En ocasiones, la vocación se unía a la eficacia y a un tipo de vida ejemplar de moralidad irreprochable. Enseñar a los demás es una obra de misericordia y no se entendía que alguien se dedicara a la enseñanza sin sentir la necesidad de ayudar a otros. La vocación tiene en esta época un sentido de servicio a los demás, de dedicación espiritual y alude a un tipo de docente sumiso, adaptativo y desinteresado por los bienes materiales. De aquí nace la similitud que lleva la vocación del sor decente con él con el sacerdocio tal y como lo menciona las dos más grandes energías educadoras de la vida presente (GINER DE LOS RÍOS 1887: 19):

El maestro como el sacerdocio –con el que tantos puntos de contacto tiene, sobre todo en los pueblos modernos, donde a veces comparte con él, a veces casi por completo ha absorbido el ministerio de la enseñanza pública– exige en primer término hombres bien equilibrados, de temperamento ideal, de amor a todas las cosas grandes, de inteligencia desarrollada, de gustos sencillos

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