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Las elecciones de 1988

r0s1ta2Informe10 de Noviembre de 2014

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Las elecciones de 1988

Miércoles 6 de julio de 1988, 8:00 am. México iniciaba el primero de los dos comicios presidenciales más polémicos después de haber comenzado la reforma política en 1977 (1). Se instalaron en todo el territorio nacional 54,641 casillas de votación. A esa misma hora, en la ciudad de México, daba inicio en la Secretaría de Gobernación una sesión permanente de la Comisión Federal Electoral, que vigilaría el desarrollo de las elecciones.

El ambiente era de expectación. Se trataba de unas elecciones generales con características inéditas, pues habían sido precedidas por la mayor escisión del partido en el gobierno desde 1952, de la que derivaron numerosas movilizaciones en favor de un candidato diferente del oficial, y era la contienda más reñida de aquella época.

La reforma política iniciada durante el gobierno de José López Portillo había generado importantes espacios para la participación de nuevos partidos políticos. Los pasos siguientes durante la administración de Miguel de la Madrid, entre 1986 y 1987, limitaron el control del gobierno en los procesos electorales y fortalecieron la corresponsabilidad de partidos y ciudadanos en ellos. No obstante, los principales candidatos opositores y varios articulistas en la prensa afirmaban que el partido oficial y el gobierno tenían preparado un gran fraude electoral. La regla, en esos tiempos, eran los conflictos postelectorales.

Los contendientes

Carlos Salinas de Gortari, candidato a la Presidencia por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), competía contra otros cuatro candidatos, después de que un quinto había renunciado a su postulación. En estas elecciones se dejó atrás el llamado "carro completo" en favor del partido oficial, que significaba que éste obtenía la gran mayoría o todos los puestos de mayoría relativa en el Congreso de la Unión. Fue también el principio de un esquema político de tres partidos predominantes, que se mantiene hasta el comienzo de la segunda década del siglo XXI.

El contendiente de oposición más fuerte era Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien había encabezado el desprendimiento del PRI de un extenso grupo de miembros del partido opuestos a los cambios en el modelo de desarrollo introducidos por el Presidente De la Madrid, pues sentían que se traicionaba el nacionalismo revolucionario, que era el corazón de la ideología priista, y como grupo habían sido desplazados de los cargos más importantes de gobierno.

El secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas, había sido una pieza clave en estos cambios y era señalado como el representante de un proyecto que reducía la intervención directa del Estado en la economía, y se empeñaba en conseguir el equilibrio presupuestal y la baja en la inflación, como precondición para lograr un crecimiento económico alto y sostenido.

Las medidas económicas que había aplicado el gobierno para afrontar las crisis, como la disminución del excesivo gasto público y la devaluación de la moneda, y para cambiar el modelo de desarrollo, como la desincorporación de empresas paraestatales y la apertura de México al comercio internacional, provocaron malestar entre la población y podrían tener efectos negativos para la candidatura de Carlos Salinas.

Sin embargo, lo que para unos era desventaja, para muchos era virtud: por haber sido titular durante todo el sexenio en una dependencia decisiva para la planeación del desarrollo, Carlos Salinas de Gortari conocía en detalle los distintos sectores gubernamentales; era, primero entre los precandidatos del PRI, y también entre los candidatos de todos los partidos, quien conocía mejor los problemas del país y las posibles soluciones en la circunstancia que se vivía; por la naturaleza de su trabajo, mantenía contacto con autoridades de los tres órdenes de gobierno y con organizaciones representativas de la sociedad y los sectores productivos. Comprendía la necesidad y compartía la implementación de los cambios estructurales iniciados por Miguel de la Madrid. Era el indicado para afrontar con claridad y firmeza un futuro que se antojaba incierto.

Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, entre los personajes más importantes de la disidencia priista, formaron dentro de su partido la Corriente Democratizadora (que después de las elecciones se denominó Corriente Democrática), para exigir que el proceso de selección del candidato del partido a la Presidencia de la República se abriera, de modo que Cárdenas pudiera registrarse como precandidato, y se eligiera internamente entre los distintos aspirantes. Ésta era la única posibilidad de que el grupo no perdiera completamente su influencia en el aparato estatal.

La dirigencia del PRI, en acuerdo con el Presidente De la Madrid, intentó negociar con ellos para que no insistieran en registrar un candidato propio, pero fue una exigencia que no movieron ni un milímetro, pues en la coyuntura era su carta más fuerte. Estaban convencidos de que el malestar popular por las crisis, el descontento de sectores priistas con las políticas restrictivas y la popularidad del nombre de Cárdenas, les daban altas posibilidades de inclinar la balanza del partido en su favor.

El problema de fondo con este escenario era que los cambios en el modelo de desarrollo debían mantenerse, pues las condiciones hacían imposible volver al esquema anterior, y mucho menos sostenerlo. Esta polémica no era exclusiva de México, sino del conjunto de los países subdesarrollados o en desarrollo, como empezó a llamárseles. En América Latina, durante esos años, la pugna entre reformistas y populistas llevó a una serie de golpes de Estado violentos, que dieron lugar a dictaduras militares que acabaron con las libertades durante largo tiempo. En este contexto, el PRI y el Presidente no estaban dispuestos a abrir opciones al retroceso en materia de reformas económicas.

Cuando Salinas fue designado candidato del PRI, la Corriente Democratizadora decidió separarse del partido y buscar la candidatura de Cárdenas por otra organización. Se formó así el Frente Democrático Nacional (FDN), integrado por los partidos Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM, bajo cuyas siglas se registró Cárdenas como candidato a la Presidencia de la República), Popular Socialista (PPS) y del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN, ex Partido Socialista de los Trabajadores, PST). Paulatinamente, la candidatura de Cárdenas logró importantes movilizaciones, sobre todo en zonas donde se mantenía vivo el prestigio del general Lázaro Cárdenas, fallecido en 1970.

La candidatura del ingeniero Cárdenas entró en conflicto con la del también ingeniero Heberto Castillo Martínez, postulado por el Partido Mexicano Socialista (PMS), a su vez formado por una coalición de izquierda que incluía al viejo Partido Comunista Mexicano. Varias organizaciones de esta tendencia, y una buena parte de su propio partido, al ver cómo crecía la candidatura de Cárdenas, le pidieron al abanderado socialista renunciar a la suya y unirse al disidente del PRI.

Castillo era un líder histórico de la izquierda, protagonista destacado del movimiento estudiantil de 1968 y leal seguidor del general Lázaro Cárdenas. Sin embargo, consideraba que Cuauhtémoc Cárdenas no era un hombre de izquierda, y que su gobierno en Michoacán había perjudicado a las clases populares. Por su parte, Cárdenas efectivamente negaba ser de izquierda y se declaraba nacionalista revolucionario. Finalmente, el ímpetu social del nuevo cardenismo se impuso; Castillo cedió y el PMS se sumó al FDN. A partir de ese momento, Castillo abrazó sinceramente el nuevo cardenismo, hasta su muerte en abril de 1997.

Esta alianza daría lugar, pasado este proceso electoral, en mayo de 1989, a la formación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que se convertiría en la tercera fuerza electoral del país, con presencia en algunos estados y el Distrito Federal. Gracias a la reforma política emprendida desde 1977 y profundizada en distintos momentos, ésta fue la primera vez en que una importante disidencia del PRI permaneció y se desarrolló en el marco legal e institucional.

En el proceso electoral de 1988, el principal candidato opositor de derecha fue Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, carismático empresario sinaloense postulado por el Partido Acción Nacional (PAN). Al comienzo del proceso, el PAN y su candidato aparecían como la segunda fuerza electoral, aunque todavía lejos del PRI. Hacia el final de las campañas, sin embargo, las encuestas serias, que entonces comenzaron a aparecer como elemento permanente en el escenario mexicano, lo ubicaban en el tercer lugar de preferencias, debajo de Cárdenas, que aparecía en el segundo sitio, y de Salinas de Gortari, en el primero. Las movilizaciones panistas en 1988 fueron notables en distintos lugares del país, incluida la ciudad de México. Manuel Clouthier murió a poco más de un año de estas elecciones en un accidente automovilístico.

Los otros candidatos fueron la activista por los derechos humanos Rosario Ibarra de Piedra, postulada por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT, de orientación trotskista, reacio a aliarse con otros partidos de izquierda), y Gumersindo Magaña Negrete, político michoacano de derecha, identificado con el sinarquismo y postulado por el Partido Demócrata Mexicano (PDM). Rosario Ibarra había sufrido la desaparición de un hijo en 1975, durante la persecución de los movimientos guerrilleros que actuaban entonces en el país, y había adquirido prestigio como valiente opositora a la llamada "guerra sucia" y como crítica intransigente

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