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Le dedico este cuento a Dios, por la iluminación de imaginación en mi mente..


Enviado por   •  10 de Octubre de 2016  •  Apuntes  •  6.525 Palabras (27 Páginas)  •  251 Visitas

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No debía de nacer

Dedicatoria

Le dedico este cuento a Dios, por la iluminación de imaginación en mi mente.

A algunos compañeros que leyeron este cuento anticipado.

Agradezco a Verónica de haber llegado a mi vida, y así mismo también a Janelly; mis hermanas-amigas.

Y a todos lo que desean leerlo.

Capítulo 1: El comienzo

Cuando los pajarillos comenzaron a cantar el trino de cada mañana, cuando el sol iluminaba con su hermoso y cálido rayos de resplandor, calentando un hermoso y bello día; ya que no parecía a esos días normales; pues, daba pinta que iba a ocurrir algo extraordinario. Justo eso iba a pasar, cuando al alborear nació una bellísima niña pequeña, la más hermosa niña que alguien haya visto; tenía ojos de color grises, que mostraba algo doloroso en su alma y su cabello era largo, muy rizado y voluminoso , además era de un color rojizo muy vivaz, tanto, que parecía estar bañada de sangre fresca. Se hallaba rodeada de flores de diversos colores, y del verde pasto húmedo de la llovizna del día anterior.

Continuamente, comenzó a llorar sin cesar, sus llantos apagaron los silbidos de los ruiseñores y otros pájaros  que antes había en todo el bosque de entre los árboles, pues, en el bosque era en donde ella había nacido. Tan alto se escuchó su lloriqueo, que un guardia de un reino no tan lejano de por allí, que pasaba e intentaba cazar una liebre para comérsela en un estofado, pero se distrajo al ver a la bebe, luego no dudó en quedársela como hija propia; pues, se compadeció de ella por la belleza que poseía a tan corta edad y de sus grandes ojos melancólicos que expresaban una tristeza tan tremenda, ¿cómo no apiadarse de la pobre niña? ¿Y qué corazón la dejaría abandonada expuesta a tanto peligro? Así que se la llevó consigo.

Al anochecer de ese mismo día, el adivino real fue  presuroso al encuentro con el rey monarca, para decirle que el elemento faltante del fin del mundo había llegado al amanecer, cuando el sol saludaba a la mañana.

El rey, al oírlo, se asustó muchísimo y le preguntó al adivino a que se debía esa noticia.

Y el adivino le contestó:

  • Ayer que fue luna llena, al verlo por un breve momento, se bañó pura de color escarlata, no era nada normal, y supuse que era aquella Luna de Sangre, que sólo ocurre cada 750 años. Fui inmediatamente al bosque y pude observar que el alce blanquecino fue iluminado por el brillo rojizo de la luna y al tacto con ella, ha caído, pensé que se había desmayado, pero al ver la sangre de río que  corrió de su cuello, concluí en que había muerto, y de esa sangre brotó ese espécimen – con esto finalizó su relato.
  • ¿Y por qué no me lo trajiste? – preguntó exaltado el rey soberano.
  • Porque era muy peligroso para mí, además mis ascendientes ancestrales hicieron un pacto, y fue de no acercarnos a menos de diez metros a esos mortales elementos, si lo hago, me daría un dolor tremendo semejante al de caminar entre agujas filosas como espadas – le contestó.
  • ¿Pero pudiste verlo? – le interrogó con muchísima inquietud con voz alarmante.
  • No – respondió con su voz potente el adivino.
  • Entonces se supone que ese individuo es un ciervo – le dijo al vidente.
  • Lo dudo, mi rey  -le corrigió-, porque un ciervo es un animal muy puro de alma y muy débil de cuerpo. Estoy muy seguro que ese elemento sería la especie más atroz y malvada del mundo – le dijo.
  • ¡Oh no! -se exclamó con asombro el rey- entonces ese es…
  • Sí, así es… ese ser es una hembra humana.

Entonces el rey, lleno de un tremendo temor en su corazón, ya que era su propia especie, hizo un mandato muy vil y cruel: Mandó a matar a todo bebe recién nacido del sexo mujer; el guardia que tenía a la pequeña, al enterarse de este decreto, la ocultó en una alacena muy antigua de su pequeño dormitorio  del amplio castillo, llena de polvo y antigüedades. Preocupado busco por todas partes un lugar en donde poner a la bebe, y entonces la puso primero en una pequeña cesta de frutas y luego la colocó en la parte posterior, en el fondo; y para ocultarla de vista, lo cubrió con muchos cachivaches que era lo primero que él encontraba.

Comenzó la matanza en los pueblos más pequeños, cuando ni las madres podían defender a sus hijos (hijas para ser precisos), aquellas madres eran más frágiles y descuidadas de las de la nobleza. Lo único que podían hacer era lamentarse entre sí, ya que ese suceso las había tomado por sorpresa, ni sus maridos estaban allí para poder protegerlas.

Llegaron los encargados del mandato hasta en dentro del castillo, porque algunos de los guardias del rey tenían hijos y el decreto clamaba que debían ver en todo el lugar del reino.

Al llegar a la alcoba del guardia que tenía a la bebe, buscaron por todas partes, mientras que él les decía que no hallarían a nadie más que a él. Buscaron hasta que al llegar a la vieja alacena, el pobre guardia se le llenaba el alma con un gran miedo, pero no rebuscaron más allá de los escombros, así que los encargados de cumplir el mandato se disculparon y se marcharon buscando otras habitaciones. Justo al estar a más de cinco metros, la bebita se puso a llorar, e inmediatamente el guardia fue a auxiliarla.

Justo ese día murieron más de quinientas niñas; y después de lo sucedido, todos los pobladores quisieron rebelarse contra el rey, que era conocido antes por su sabiduría y su bondadoso corazón. Pero en ese instante dudaban de si era él el verdadero rey o un farsante que se hacía pasar por el rey.

El rey monarca, satisfecho por su acto “heroico”, mando a traer al adivino real a su presencia para anunciarle que esa criatura inicua había caído.

Pero al llegar el adivino le dijo:

  • La alineación de las cometas en el cielo oscuro me insisten y reconfirman que esa criatura no ha muerto, ella sigue viva.
  • Pero, ¡¿Qué me dice usted?! – increpó el rey.
  • Que la muerte no cedió su vida de ella.
  • ¡¿Cómo es eso posible?! -preguntó muy amargo el rey-, yo mismo mande que la matase.
  • No te confíes -le reveló el adivino al rey- probablemente esté en el lugar que menos imaginas de todos.

Y después se fue a su pequeña morada.

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