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Leyanda De Taxco

acavi1 de Diciembre de 2013

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Historias de mineros abundan en las calles de Taxco, sin embargo existe una leyenda tan aterradora que pocos mineros se atreven a contar.

Esta historia se remonta a mediados del siglo XXVIII, cuando la actividad minera estaba en su apogeo. Los Borda era sin duda la familia más prestigiosa y poderosa, no solo por haber construido la parroquia de Santa Prisca, si no por ser los dueños de casi todas las vetas de plata.

Una mañana mientras los mineros realizaban sus acostumbradas labores, un extraño llego a la mina. Su aspecto era desalineado, sucio, vestía con harapos incluso olía mal.

-Regálenme un taco –dijo el extraño

Los mineros estaban confundidos, algunos tenían miedo, sin embargo aceptaron ayudarlo y compartieron su pobre desayuno, que consistía en frijoles, chile y tortillas.

Sin mencionar palabra alguna el extraño ingirió los alimentos, los mineros no se atrevían a mirarlo a los ojos, una extraña sensación los invadía.

Cuando el sujeto termino de desayunar, saco de su morral unos pergaminos y se los regalo a los mineros en señal de agradecimiento y se marchó sin decir nada.

Atónitos los mineros lo siguieron con la mirada, hasta que el viejo se perdió entre los huizaches.

Continuaron con sus labores olvidándose por completo de aquel viejo y su extraño regalo.

Al caer la noche, mientras recogían sus pocas pertenencias dieron con los pergaminos. Uno de ellos se atrevió a abrir aquellos manuscritos, sin embargo no entendía lo que decía. Así que llamaron al minero más joven, el cual había sido seminarista.

El seminarista sin ninguna dificultad descifro las inscripciones en latín. Los mineros estaban totalmente fascinados con el contenido de aquellos manuscritos, pues contenía todos los secretos de la minería además de ciertas técnicas de orfebrería nunca antes vistas.

Emocionados y a la luz de vela leyeron varios manuscritos, pero la obscuridad amenazaba cada vez más y el terror se volvió a apoderar de ellos.

Se despidieron y cada quien se fue a su choza, el seminarista se quedó con los pergaminos.

Ya en su casa, el seminarista continúo leyendo los pergaminos y dejo para sí aquellos que revelaban los secretos más importantes. De pronto, tocaron su puerta. Un viento helado inundo la habitación y con pasos lentos el seminarista decido atender el llamado.

Se levantó de la mesa y al abrir la puerta se encontró con una figura negra. Atemorizado giró la vela para observar mejor, fue entonces cuando vio a un señor de traje y sombrero, que con voz gruesa le dijo:

- Si haces lo que yo te digo, todo el mineral de las minas de Taxco será tuyo.

El seminarista atónito, asintió con la cabeza. Sabía perfectamente con quien estaba tratando, sin embargo, su ambición era tan grande que no le importó pactar con el demonio.

-Mañana no vas a ir a la mina, porque la tierra se estremecerá y compañeros tuyos morirán. –Dijo el diablo -Después de ello, nuevos yacimientos quedaran descubiertos y serán tuyos.

Después de esto desapareció.

Al día siguiente el seminarista no acudió a la mina reportándose enfermo, y ocurrió que, por la mañana un derrumbe inexplicable sepulto a varios mineros cumpliéndose la profecía del diablo.

El seminarista aunque estaba asustado decidió continuar con el plan, pero los demonios mienten por naturaleza, su fortuna no llegaba y cada día las muertes aumentaban. Se había convertido en un maestro orfebre pero eso no era suficiente,

Así que un buen día decidió rezar le a aquel Dios, a quien quería ofrecerle su vida en un principio. Oraba día y noche, lamentablemente ya era demasiado tarde.

Quiso romper los pergaminos, pero sintió como le quemaban las manos y en cuestión de minutos todo su cuerpo estaba en llamas.

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