Libertad Rudolf Steiner
SoledadNarea17 de Julio de 2013
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RUDOLF STEINER
LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD
Fundamentos de una concepción moderna del mundo
Resultados de una observación introspectiva
según el método de las ciencias naturales
Título original: Die Philosophie der Freiheit
Grundzüge einer modernen
Weltanschauung
Seelische Beobachtungsresultate nach
wissenschaftlicher Methode.
Traducción: Blanca S. de Muniaín, revisada con la versión inglesa de Michael Wilson de 1964
para Rudolf Steiner Press por Antonio Aretxabala.
Portada: Antonio Aretxabala
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INTRODUCCIÓN
Es sin duda una labor atrevida el intentar ser fiel al pensamiento original de esta obra, no
por la simple traducción de términos de un idioma a otro, sino por la misma naturaleza del
pensamiento vivo que en ella quedó implícito.
Algunos de los conceptos necesitan de una connotación mucho más activa que los que
acostumbramos a utilizar en Filosofía, así por ejemplo la expresión “el pensar” frente a
“pensamiento” intenta dar al primero un sentido más activo y menos terminado, “la volición” o “el
querer”, intentan abarcar el observable acto de querer algo, frente a la mera voluntad de sentido
tan ambiguo en español. Por otro lado se ha sustituido “Fantasía moral” por “Imaginación moral”,
hay razones no solo en el español, para ello: Georg Adams, Owen Barfield y otros apuntaron a ese
cambio también en la versión inglesa pues “Phantasie” en alemán no tiene la connotación de ensueño
que tiene “Fantasy” en inglés o la que tiene “fantasía” en español, las primeras traducciones
inglesas llevaron “Moral Fantasy”, pero cuanto más se profundizó en la obra de Steiner, también
decidió cambiarse, (Michael Wilson para Rudolf Steiner Press en 1964 explica razones de este tipo)
pues “Phantasie und Imagination” en alemán son totalmente sinónimos y la cultura centroeuropea,
por tradición no ve como en la inglesa o la latina un mundo fantasioso de ensueño, lo aprehende
con las alas de una imaginación más creadora, nosotros o los anglosajones tenemos una connotación
mucho más “alucinógena”. En obras posteriores de Steiner se desarrolla esa captación imaginativa
como una etapa de conocimiento espiritual, así, “Imaginación”, coincide en sus definiciones y
contextos con aquellas que vinieron más tarde en la construcción de la Antroposofía.
Se incluye un pequeño comentario al final del cap. VII, se ha creído conveniente incluirlo por
dos afirmaciones sobre la física de finales del XIX, una en el texto original y otra en la
ampliación de 1918, aparentemente parecen ambiguas, pueden bien, ser mal interpretadas por gente
con afinidad al pensamiento científico. En esa época se derrumbó completamente la mecánica
clásica. En 1894, cuando Steiner habla de la física antigua y en 1918 cuando habla de
electromagnetismo y campos, se ha producido en poco más de 20 años una revolución sin precedentes
en las ciencias, solamente comparable a la revolución copernicana.
Ello dio lugar al nacimiento de la teoría de la relatividad y a la mecánica cuántica, éstas, se
sumaron así en el campo de las ciencias a una nueva cosmovisión que Steiner analiza desde el punto
de vista de esta Filosofía de la Libertad en una obra posterior: “Los Enigmas de la Filosofía”,
una nueva visión que tanto influyó también en otros campos de la vida artística y cultural. Desde
Mahler a Schönberg o Alban Berg en música, desde Kandinsky o Joseph Beuys en artes plásticas hasta
Michael Ende, Albert Schweitzer o Cousteau, y muchos otros. Parece que los baches pasados por la
civilización occidental en el siglo más sangriento de nuestra historia comienzan a desvanecerse y
nos vamos despertando del sueño a que nos llevaron los acontecimientos.
Ahora que una nueva visión introspectiva vuelve a sacudir la vida científica y cultural, esta
Filosofía de la Libertad es sin duda una actualidad en el campo de la evolución de la consciencia.
Antonio Aretxabala
Pamplona, septiembre de 1999
PREFACIO
(Versión revisada para la edición de 1918 del prefacio de la edición original de 1894)
A continuación se reproduce en lo esencial lo que figuraba, como una especie de prefacio, en la
primera edición de este libro. Pero como más bien expresa mi forma de pensar al escribir el libro
hace veinticinco años, sin que afecte directamente su contenido, lo incluyo aquí como “apéndice”.1
No quisiera omitirlo totalmente, porque siempre surge de nuevo la opinión de que tengo algo que
ocultar de mis primeros escritos, debido a mis trabajos posteriores sobre la Ciencia Espiritual.2
Nuestra época sólo puede encontrar la verdad en lo profundo del ser humano. De los dos
conocidos caminos de Schiller, el segundo se reconoce superior en la actualidad:
“Ambos buscamos la verdad, tú, fuera, en la vida, yo dentro en el corazón y así la
encontraremos sin duda cada uno. Si el ojo está sano encontrará fuera el Creador; si
está sano el corazón reflejará en su interior al mundo”
Una verdad que nos llega desde fuera lleva siempre el sello de la incertidumbre. Sólo podemos
creer aquello que le aparece a cada uno de nosotros como verdad en su propio interior.
Solamente la verdad puede darnos seguridad en el desarrollo de nuestras fuerzas individuales. A
quien la duda le tortura, tiene paralizadas sus fuerzas. En un mundo que le resulta enigmático, no
puede encontrar una finalidad a su actividad.
Ya no queremos solamente creer; queremos saber. La creencia exige la aceptación de verdades que
no podemos comprender totalmente. Pero lo que no comprendemos completamente va en contra de lo
individual que desea vivir todo en lo más profundo de su ser. Solamente nos satisface el saber que
no se somete a ninguna norma exterior, sino que surge de la vida interior de la personalidad.
Tampoco queremos un saber que ha quedado congelado para siempre en reglas doctrinarias, y
guardado en compendios valederos para todos los tiempos. Cada uno de nosotros exige el derecho de
partir de sus experiencias inmediatas y de sus vivencias personales y ascender a partir de ahí al
conocimiento del universo todo. Aspiramos a un saber seguro, pero cada uno a su manera.
Nuestras doctrinas científicas no deben tampoco formularse como si fuera obligación absoluta
reconocerlas. Actualmente, nadie daría a un escrito científico un título como el de Fichte:
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“Exposición diáfana para el público general sobre la verdadera naturaleza de la filosofía moderna.
Un intento de hacer comprenderla al lector”. Hoy día nadie debe ser forzado a comprender. No
exigimos ni reconocimiento ni acuerdo de quien no tenga una necesidad especial e individual de
formarse una opinión. Ni siquiera al ser humano inmaduro, al niño, queremos ya inculcarle
conocimientos, sino que intentamos desarrollar sus facultades para no tener que forzarle a
comprender, sino que quiera comprender.
No me hago ninguna ilusión con respecto a esta característica de mi tiempo. Sé cuanto
formalismo impersonal existe y se generaliza. Pero sé también que muchos de mis contemporáneos
intentan dirigir su vida en el sentido indicado. A ellos quisiera dedicar este libro. No pretende
indicar el “único camino posible” hacia la verdad, sino describir aquel que ha tomado uno que
aspira a la verdad.
Este libro conduce primero a campos abstractos donde el pensar ha de trazar contornos precisos
para poder obtener posiciones seguras. Pero a partir de los conceptos áridos se conduce al lector
también a la vida concreta. Estoy convencido de que también es necesario elevarse a la región
etérea de los conceptos, si se quiere experimentar la existencia en todos sus aspectos. Quien sólo
sabe gozar por medio de los sentidos, no conoce lo más exquisito de la vida. Los maestros
orientales hacen llevar a sus discípulos una vida ascética y de renuncia durante años, antes de
impartirles su propia sabiduría. El occidente ya no exige ejercicios de devoción ni una vida
ascética para acceder a la ciencia, pero sí la voluntad sincera de substraerse durante un breve
tiempo a las impresiones inmediatas y entregarse a la esfera del pensar puro.
Las esferas de la vida son muchas. Para cada una se ha desarrollado una ciencia específica. La
vida misma, sin embargo, es una unidad, y cuanto más intentan las ciencias profundizar en campos
concretos, más se alejan de la visión del universo como un todo vivo. Tiene que haber un
conocimiento que busque en las distintas ciencias los elementos que conduzcan al hombre una vez
más a la plenitud de la vida. El especialista científico desea obtener por
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