Libre pensamiento según mi alrededor

Libre pensamiento según mi alrededor

Nuestra forma de pensar se ve influenciada en su gran mayoría por nuestro alrededor. De ahí que no exista tal cosa cómo la libertad de pensamiento y, por ende, la libertad de expresión.

Para empezar, hemos sido criados bajo los fundamentos de una formación basada en la concepción de alguien más, no la propia. De igual manera, nos enseñan a creer lo que está bien y lo que no; lo que, para ellos, es la moral. Nos establecen una religión y unos conceptos que, por supuesto, se apoyan en lo que reclama nuestro entorno.

Con respecto al primer punto, ¿desde cuándo empezamos a tirar los conceptos que nos fueron enseñados a nuestra más tierna edad? No lo hacemos, nunca. Puesto que son el pilar de lo que somos y significamos, de las decisiones que tomamos y, posiblemente, de nuestro presente y pasado.

Como dijo alguna vez David Hume, “Pero, aunque nuestro pensamiento aparenta poseer esta libertad ilimitada, encontraremos en un examen más detenido que, en realidad, está reducido a límites muy estrechos, y que todo este poder creativo de la mente no viene a ser a ser más que la facultad de mezclar, trasponer, aumentar o disminuir los materiales suministrados por los sentidos y la experiencia.”

Nuestro entorno exige y sitúa sobre nosotros un alto grado de presión. Así mismo, espera la fácil doblegación sobre nuestra persona, negando firmemente las nuevas ideas o formas de pensar.

Pongamos por caso el tipo de orientación sexual que poseemos, un claro ejemplo del rechazo que vivimos a diario por parte del contexto en el que nos desarrollamos. Consideremos ahora, un ambiente en el cuál negamos la oportunidad de una mente abierta; a cambio la denigramos y humillamos. Somos poco tolerantes, causando entre nosotros mismos el miedo y la desesperanza en un posible cambio.

No obstante, no sólo podemos acusar el ámbito en el que nos desenvolvemos, sino a nosotros mismos. Nos adaptamos a lo que desea nuestro alrededor, a lo que nos demanda ser, hacer y pensar.  Evitamos luchar por nuestras creencias, por el contrario, callamos, esperando no ser víctimas del repudio que nos ofrecen. Olvidamos quienes somos, tomando una identidad totalmente diferente. Les damos paso a su único objetivo: la restricción del libre pensamiento; el derecho a expresarnos.

Sintetizando, pues, diré para terminar que somos víctimas y victimarios de la carencia actual sobre la libertad de pensamiento, ni siquiera estamos seguros de su existencia. Somos sumisos ante la posibilidad del rechazo, y nos inclinamos a la perdida de nuestra identidad en el camino.

Bibliografía

Hume, D. (1748). Investigación sobre el conocimiento humano, sección 2, "Sobre el origen de las ideas". Londres, Inglaterra. http://jacgmur.blogspot.com/2011/03/david-hume-impresiones-e-ideas.html.

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