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Mi Identidad


Enviado por   •  26 de Septiembre de 2013  •  604 Palabras (3 Páginas)  •  233 Visitas

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TEMA 11 MI IDENTIDAD

¿Qué más puedo decir, después de todo lo dicho en estas para mí, intensas sesiones de oratoria? Busco dentro de mi corazón y allá, muy en el fondo, encuentro un tema que me apasiona: MI IDENTIDAD.

En la etapa inicial de mi matrimonio, mi marido y yo tuvimos como cualquier pareja, frecuentes contratiempos, grandes y pequeños. En aquellas aguerridas discusiones y ante mi frustración por no poder salir “victoriosa”, yo le adjudicaba el peyorativo de “albañil con título”, haciendo alusión a su carrera de Ingeniero Civil y él en contraparte, criticaba mi actitud de OBRERA. ¡No cabe duda que dada la cercanía, las parejas podemos convertirnos en los más fuertes aliados o en los más acérrimos enemigos, todo dependerá del rol que decidamos adoptar¡

Poco después, cuando instaba a mis hijos llegar temprano a la escuela, mantener su cuarto medianamente ordenado ó colaborar más equitativamente en las labores de casa, ellos airados, criticaban mi interés por esas trivialidades, habiendo tantas intelectuales y sustantivas en que ocuparse, atribuyéndolo ello a mi personalidad de OBRERA, crítica que aunque me lastimaba, desde luego, nunca acepté!

Al paso del tiempo me he dado cuenta que efectivamente, mi esposo y mis hijos tenían toda la razón!, ya que ese primer oficio que desempeñé por más de dos años, cumplidas mis 15 primaveras, como obrera en una maquiladora de Matamoros, Tamaulipas, mi ciudad natal, dejó imborrables huellas en mi personalidad, de él aprendí grandes lecciones útiles en mi vida personal y laboral.

Aprendí, que la importancia de un trabajo no se mide por los recursos generados, sino más bien por el esfuerzo y amor con que se realiza y la trascendencia que hacia nuestros semejantes, entre más ayudes, mejor¡

Que el empeño en nuestras tareas, siempre traerá importantes recompensas, ya que en ese tiempo, incontables ocasiones fui requerida a “trabajar horas extras” lo que significó que mi sueldo que efectivamente era “mínimo”, en algunas ocasiones se duplicara, en beneficio propio y de mi familia.

Que para lograr grandes resultados, deben de igual forma hacerse grandes esfuerzos, por lo que mi común denominador a partir de ese entonces, fue combinar invariablemente, el trabajo con el estudio.

Que la perseverancia y el esfuerzo son dos armas inobjetables para alcanzar cualquier meta, por inalcanzable que parezca, que incluso los genios deben hacer uso de ellas, con mayor razón, seres humanos comunes y corrientes, como una servidora.

Que la personalidad no la da el lujo o marcas de nuestros vestuarios, la da más bien las actitudes que tenemos hacia las personas, sin importar su condición.

Que los títulos o diplomas sólo acreditan los conocimientos y habilidades adquiridas, su aplicación y utilidad será responsabilidad de cada uno de nosotros.

Que en cualquier grupo o proyecto, la unión siempre hará la fuerza, ya que en aquel tiempo todos mis hermanos debíamos de aportar la mitad de nuestros sueldos al ingreso familiar, lo que significó progreso colectivo; y finalmente a mis 23 años, encabezar quizá el proyecto más importante de mi familia, la construcción de la casa de mis padres, estabilidad que aún hoy, mi madre puede disfrutar.

Por eso, si ahora alguien llegará a criticar mi personalidad de OBRERA, le diría que está rotundamente equivocado, que no nada mi personalidad, mi corazón, incluso mi espíritu, son de una orgullosa OBRERA DE LA VIDA y que cuando me siento incomprendida acerca de mis diarios afanes, viene a mi mente el Sembrador de Blanco Belmonte quien dijera:

¡Hay que luchar por todos los que no luchan!

¡Hay que pedir por todos los que no imploran!

¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan!

y ¡Hay que llorar por todos los que no lloran!

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