Mis Pensamientos
Enviado por jhana • 22 de Julio de 2013 • 4.748 Palabras (19 Páginas) • 290 Visitas
COLOMBIA:
MARCA NO REGISTRADA
OMAR RINCÓN
Este ensayo sobre la colombianidad busca aquellos mitos, no comprobables, pero oídos masivamente
sobre lo que somos. Está escrito de puro sentimiento y sin fundamento científico; en este sentido es
"bien a la colombiana", ya que está basado en suposiciones, fábulas, microrrelatos que dan cuenta de
una gran ficción llamada la nación colombiana. La apuesta es que Colombia es una marca no
registrada, en el sentido que no tenemos un gran relato que nos constituya como nación. Una marca
en publicidad es una personalidad, un lenguaje, un símbolo, un estilo, una actitud que se comunica
para diferenciarse y no ser masa. La marca Colombia está constituida de personalidades
contradictorias y no se encuentra registrada porque no sabemos qué es, sólo la intuimos en relatos
frágiles que nos han contado. Este ensayo da cuenta de muchas de las personalidades que Colombia
asume como propias, las cuales comunica pero que no alcanzan a constituir un gran relato de la
identidad. Colombia marca no registrada podría ser traducido como Colombia no identidad, un viaje
por las débiles personalidades que nos constituyen.
Los colombianos nos parecemos en que no nos parecemos. Ponga un colombiano junto a otro.
Obsérvelos. Ahora haga lo mismo con un par de peruanos, o canadienses. Hay entre éstos un vínculo
cultural que los identifica y los hace ser peruanos o canadienses. Los colombianos no tenemos ese
vínculo. Nos definimos mejor por aquello que no somos. Somos esa cantidad de gente que no se
parece ni a los venezolanos, ni a los ecuatorianos, menos a los brasileños y distamos muchísimo de
los mexicanos'... Pero entonces ¿qué sí somos? ¿Cómo somos nosotros? (...) No hemos construido
una sociedad porque no nos conviene. Si así fuera todos seríamos responsables de todo lo que pasa y
no hay nada más colombiano que echarle la culpa a los otros. Queremos pensar que esa Colombia
violenta e intolerante está conformada por los otros, no por mí. Creemos que los corruptos, esos que
se roban miles de millones de pesos, son los otros, no nosotros. Y que además fueron elegidos por
esos otros, no por mí. V lo más preocupante no dejamos de rogar porque alguien (otro) haga algo
para que esto cambie. (Mauricio Miranda, Revista Caceta, 47)
¿Qué somos, de dónde venimos, para dónde vamos... los colombianos? ¿Será que existimos como
nación?2
La hipótesis que recorrerá este texto asume que ni somos colombianos ni existimos como nación, sólo
somos el flujo incesante de fragmentos de retóricas y flujos de violencias, sobre todo simbólicas;
somos una suma mal hecha de muchos fragmentos-relatos del ser nacional. La marca Colombia está
hecha de mestizaje, hibrides, mezcla, masacote, miscelánea, panadería... relatos leves que producen
una colombianidad frágil, débil pero cotidiana y vital, una nación con buen humor, llena de rituales
simples cié arraigo y con inventiva irrestricta.
Referirse a la identidad significa muchas cosas; es un concepto complejo que se llena de ambigüedad
porque:
Siempre es cambiable, tiene un pie en lo real, otro en lo imaginativo, es relativa al tiempo y el
espacio, se construye como lugar esencial que junta en tamo diferencia.
Buscar identidades no es fácil en estos tiempos del flujo, de velocidad, de fragmento, de caos, de
terror... y es que si lo vemos bien, es bastante complicado y complejo aferrarse a algún fragmento de
colombianidad que ancle a sentidos de existencia. Los que saben suelen citar que hay que invocar a la
memoria. Y de memoria no se puede hablar mucho en este país del olvido, que borra los testimonios
del pasado como el Palacio de Justicia, del cual no quedaron ni las cenizas; lo dice el lúcido Antonio
Caballero "a los colombianos no les gusta mirar la realidad de frente ni siquiera en el pasado". Si la
colombianidad no se reinventa desde el pasado, el asunto será de futuro; pero, ¿cuál?, ¿hay todavía la
esperanza en tiempos del terror? La respuesta no aparece porque no sabemos para donde vamos
como nación. Si no producimos las identidades nacionales ni desde el pasado ni hacia el futuro,
entonces, reflexionar sobre el ser nacional debe ser un asunto de presente; un presente hecho de
experiencias de sentido compartido, de experimentar lo uno y lo otro, lo propio y lo extraño, lo
cercano y lo lejano, lo lento y lo veloz, lo irónico, lo humorístico.
Marc Auge, un antropólogo francés siempre sugerente en sus miradas sobre nuestros tiempos, en su
libro El sentido de los otros afirma que para comprender nuestro paisaje simbólico hay que aplicar la
etnología de urgencia... y con ello expresa "la necesidad de medir los formidables mecanismos de
producción artificial de identidad, tanto individual como colectiva, que nuestras sociedades ponen en
marcha". Este ensayo
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