Mis Pensamientos
jhana22 de Julio de 2013
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COLOMBIA:
MARCA NO REGISTRADA
OMAR RINCÓN
Este ensayo sobre la colombianidad busca aquellos mitos, no comprobables, pero oídos masivamente
sobre lo que somos. Está escrito de puro sentimiento y sin fundamento científico; en este sentido es
"bien a la colombiana", ya que está basado en suposiciones, fábulas, microrrelatos que dan cuenta de
una gran ficción llamada la nación colombiana. La apuesta es que Colombia es una marca no
registrada, en el sentido que no tenemos un gran relato que nos constituya como nación. Una marca
en publicidad es una personalidad, un lenguaje, un símbolo, un estilo, una actitud que se comunica
para diferenciarse y no ser masa. La marca Colombia está constituida de personalidades
contradictorias y no se encuentra registrada porque no sabemos qué es, sólo la intuimos en relatos
frágiles que nos han contado. Este ensayo da cuenta de muchas de las personalidades que Colombia
asume como propias, las cuales comunica pero que no alcanzan a constituir un gran relato de la
identidad. Colombia marca no registrada podría ser traducido como Colombia no identidad, un viaje
por las débiles personalidades que nos constituyen.
Los colombianos nos parecemos en que no nos parecemos. Ponga un colombiano junto a otro.
Obsérvelos. Ahora haga lo mismo con un par de peruanos, o canadienses. Hay entre éstos un vínculo
cultural que los identifica y los hace ser peruanos o canadienses. Los colombianos no tenemos ese
vínculo. Nos definimos mejor por aquello que no somos. Somos esa cantidad de gente que no se
parece ni a los venezolanos, ni a los ecuatorianos, menos a los brasileños y distamos muchísimo de
los mexicanos'... Pero entonces ¿qué sí somos? ¿Cómo somos nosotros? (...) No hemos construido
una sociedad porque no nos conviene. Si así fuera todos seríamos responsables de todo lo que pasa y
no hay nada más colombiano que echarle la culpa a los otros. Queremos pensar que esa Colombia
violenta e intolerante está conformada por los otros, no por mí. Creemos que los corruptos, esos que
se roban miles de millones de pesos, son los otros, no nosotros. Y que además fueron elegidos por
esos otros, no por mí. V lo más preocupante no dejamos de rogar porque alguien (otro) haga algo
para que esto cambie. (Mauricio Miranda, Revista Caceta, 47)
¿Qué somos, de dónde venimos, para dónde vamos... los colombianos? ¿Será que existimos como
nación?2
La hipótesis que recorrerá este texto asume que ni somos colombianos ni existimos como nación, sólo
somos el flujo incesante de fragmentos de retóricas y flujos de violencias, sobre todo simbólicas;
somos una suma mal hecha de muchos fragmentos-relatos del ser nacional. La marca Colombia está
hecha de mestizaje, hibrides, mezcla, masacote, miscelánea, panadería... relatos leves que producen
una colombianidad frágil, débil pero cotidiana y vital, una nación con buen humor, llena de rituales
simples cié arraigo y con inventiva irrestricta.
Referirse a la identidad significa muchas cosas; es un concepto complejo que se llena de ambigüedad
porque:
Siempre es cambiable, tiene un pie en lo real, otro en lo imaginativo, es relativa al tiempo y el
espacio, se construye como lugar esencial que junta en tamo diferencia.
Buscar identidades no es fácil en estos tiempos del flujo, de velocidad, de fragmento, de caos, de
terror... y es que si lo vemos bien, es bastante complicado y complejo aferrarse a algún fragmento de
colombianidad que ancle a sentidos de existencia. Los que saben suelen citar que hay que invocar a la
memoria. Y de memoria no se puede hablar mucho en este país del olvido, que borra los testimonios
del pasado como el Palacio de Justicia, del cual no quedaron ni las cenizas; lo dice el lúcido Antonio
Caballero "a los colombianos no les gusta mirar la realidad de frente ni siquiera en el pasado". Si la
colombianidad no se reinventa desde el pasado, el asunto será de futuro; pero, ¿cuál?, ¿hay todavía la
esperanza en tiempos del terror? La respuesta no aparece porque no sabemos para donde vamos
como nación. Si no producimos las identidades nacionales ni desde el pasado ni hacia el futuro,
entonces, reflexionar sobre el ser nacional debe ser un asunto de presente; un presente hecho de
experiencias de sentido compartido, de experimentar lo uno y lo otro, lo propio y lo extraño, lo
cercano y lo lejano, lo lento y lo veloz, lo irónico, lo humorístico.
Marc Auge, un antropólogo francés siempre sugerente en sus miradas sobre nuestros tiempos, en su
libro El sentido de los otros afirma que para comprender nuestro paisaje simbólico hay que aplicar la
etnología de urgencia... y con ello expresa "la necesidad de medir los formidables mecanismos de
producción artificial de identidad, tanto individual como colectiva, que nuestras sociedades ponen en
marcha". Este ensayo quiere ser una etnología de urgencia sobre esos formidables mecanismos de
producción artificial de identidad que tenemos los colombianos: retóricas que dicen todo al no decir
nada, verdades comprobadas en ninguna parte, mitos y leyendas sin misterio, relatos frágiles que nos
imaginan como colectivo. La colombianidad se produce sobre todo en esas maneras sentimentales y 3
simples y contundentes que nos dicen que somos de aquí: los ritos cotidianos de la comida, el paisaje
y la rumba; el humor como mecanismo de resistencia; la inventiva creativa como estrategia para
diversificar el relato nacional. Desde estas fragilidades del reconocimiento no es posible conformar un
relato denso de la identidad, no podemos hacer discursos largos sobre la nación, sólo podemos
reconstruir pequeñas retóricas que consuelan el alma de nostalgias y relatos inestables que dan
cuenta de la nación colombiana desde una diversidad fragmentada.
Sin tener de qué agarrarnos para producir sentido no podemos vivir, somos frágiles \ queremos
estabilidades. En nuestros tiempos es poco probable que produzcamos reconocimiento desde las ideas
fijas de la identidad (territorio, lengua, raza, religión, nación). Hoy nos reconocemos y hacemos
visibles desde múltiples y diversas formas, estilos, ritmos, tonos y prácticas de identidad. Si tenemos
que buscar las identidades, las encontramos es en las culturas emocionales, esas experiencias que a.
pesar de ser efímeras e inestables nos producen sentimiento, ganas de vivir, risas, lloros, ilusión,
saber compartido, opinión abierta, deseo colectivo... algo así como los relatos de colombianidad que
nacen en lo cotidiano, el humor y la inventiva nacional.
LA COLOMBIANIDAD, MITOS FUNDADORES
Nuestro origen parece ser un error creacional, un olvido de dios. Pero sobretodo somos una nación
abandonada por el Estado que condena al individuo a su suerte, lo cual nos lleva a no generar lazos
afectivos que nos junten, ni pactos de confianza en los gobernantes. Este país que habitamos, bajo
estas condiciones, es difícil o más bien imposible de sentirlo como propio; es complicado desarrollar
un sentido de pertenencia hacia di. La única vía para pertenecer a esta nación y recomponer nuestra
identidad pareciese ser a partir de nuestros problemas, nuestras miserias, nuestras deformidades,
nuestras exclusiones. Estas son nuestras únicas estrategias para dar forma a un discurso que hable
del nosotros. Tenemos un relato de nación que nos define desde lo perverso, Adentrándonos un poco
en los relatos débiles que conforman la nación colombiana más allá de sus miserias, encontramos
otras miradas, unas que voy a llamar, con exceso, mitos fundadores. Nosotros no tenemos un gran
relato fundacional por esa razón encontramos pequeños y frágiles mitos que nos permiten imaginar
una narración de la nación. Los mitos fundadores de nación colombiana son todos una doble práctica:
un discurso del amor, la ley y la "civilidad", y una acción cotidiana de exclusión, barbarie, eliminación.
Divinos por ley, violentos por naturaleza.
Mito político: Colombia es hija de Santander, el hombre de las leyes, quien dijera o escribiera "Si la
armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad". La Historia que nos contaban en 4
la escuela primaria nos presentaba a un Santander que nos llenó de leyes y que con ellas 'anuló a
Bolívar y su idea federalista y su anarquía. Sin embargo, cuando las leyes no pudieron controlar a
Bolívar, Santander conspiró e intentó matarlo. Este puede ser nuestro acto fundador como república y
que nos constituyó en nación. Eso somos: una nación que se hace bellísima en las leyes y que sabe
que ellas no se aplican, que Lis leyes no rigen la vida institucional, sino que son una máscara desde la
cual aparentamos ser civilizados. Los políticos y legisladores saben que las leyes son sólo otro acto
retórico porque lo verdadero es aquello que hacemos; la nación real se hace en la conspiración, la
exclusión del que piensa diferente, la eliminación de las otras ideas. Somos leyes que esconden que
...