Periodismo De Investigacion
Karatsu3 de Febrero de 2014
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Periodismo de Investigación:
Las Fuentes
1º Valoración de las Fuentes:
1.1. Concepto de fuente:
Encontrar fuentes importantes y fiables es uno de los objetivos prioritarios de todo periodista.
Los periodistas basan su trabajo en las fuentes de información; tan importante como saber escribir es tener buenas fuentes y así, entre ellas y el periodista, se establece una relación de mutua necesidad.
Una fuente es la persona que el periodista observa o entrevista y que actúa siempre en función de representación de un grupo y que facilita información. De cualquier modo, para completar esta definición hay que decir que fuente de información también son las fuentes escritas; en la actualidad, de hecho, los bancos de datos son importantísimos.
“En el conjunto de valores de las noticia deben incluirse las fuentes informativas que son el origen y fundamento de las noticias ya que la potencia informativa del periódico se pone de manifiesto en el número, la calidad y el pluralismo de sus fuentes de información. El acceso a fuentes fiables y la equidad que se establezca entre ellas en cada noticia, constituyen un valor noticioso y un factor determinante respecto de la calidad de la información”.
Cualquier persona que tenga acceso a información exclusiva o no, se puede convertir en fuente. Los periodistas tienen la capacidad de decir si son válidas o no, conservando a aquellas que dan información válida.
1.2. Análisis y valoración de las fuentes:
Las fuentes, antes de ser utilizadas, deben ser cuidadosamente seleccionadas y analizadas por el periodista para poder sacar de ellas la máxima rentabilidad informativa con el mínimo riesgo. Partimos de una búsqueda indefinida de fuentes adecuadas para un caso puntual y concreto que denominaremos hecho a investigar, que no es más que el objeto de análisis periodístico que nos mueve a iniciar todo el proceso de trabajo.
"Es importante señalar que cada noticia exige pues una valoración (aunque sea automática o inconsciente) de disponibilidad y fiabilidad de las fuentes, de la importancia o del interés del acontecimiento, de su novedad, además de los criterios relativos al producto, al medio y al formato".
En relación con todo hecho a investigar nos encontramos con dos grandes bloques de posibles fuentes: las implicadas y las ajenas.
Las fuentes implicadas son las que, en un sentido u otro, tienen algo que ver con los hechos en vías de investigación, ya sea como afectados, protagonistas, testigos o críticos. Las fuentes ajenas, en cambio, son las que no tienen nada que les una directamente al hecho investigado pero que, por la naturaleza del mismo y por su propia cualificación humana y/o profesional, pueden aportar datos de interés técnico o noticiable para el periodista.
También existe la clasificación de cuatro fuentes: fuentes favorables, fuentes neutrales, fuentes desfavorables y fuentes técnicas.
Tomaremos como fuentes favorables a todas las que tengan una actitud favorable o positiva respecto al hecho investigado. Son fuentes a las que se debe presuponer un sesgo notable que puede hacer variar la valoración de sus informaciones entre la veracidad más estricta y la mentira o intoxicación más flagrante.
Las fuentes neutrales serán aquellas que no tengan ninguna actitud predeterminada o interesada con respecto al hecho en vías de investigación. Aunque difícilmente existe la neutralidad aséptica (todo el mundo se posiciona más o menos rápidamente frente a cualquier circunstancia), hay fuentes que, al menos, rondan la neutralidad exquisita.
Las fuentes desfavorables son las que adoptan una actitud previa desfavorable o negativa respecto al hecho investigado. Para ellas se repiten las mismas circunstancias y prevenciones que ya hemos anotado al mencionar a las fuentes favorables. Son la cara y cruz de una misma realidad.
Las fuentes técnicas serán aquellas a las que se acude en busca de una opinión técnica cualificada que, en la mayoría de los casos, se da de una forma independiente al hecho que se está investigando (que, incluso, no se le comenta como hecho concreto y puntual sino como sospecha o posibilidad).
Una buena fuente técnica será básica, a menudo, para poder llegar a valorar acertadamente alguna información o rumor y, en consecuencia, decidir el inicio o no de un proceso de investigación.
Siguiendo con las valoraciones de las fuentes que pueden interesar para una investigación, pasaremos a realizar ahora un análisis cualitativo que dividiremos en dos bloques bien diferenciados: la valoración de la credibilidad de cada una de las fuentes y el análisis del contexto en que se mueven.
La valoración de la credibilidad se bifurcará en las dos direcciones complementarias que permitirán estudiar la credibilidad de la información en sí misma y de la propia fuente emisora.
La valoración de la credibilidad de la información es un paso lógico a realizar, pero a menudo resulta enormemente dificultoso.
¿Cómo valorar la veracidad de algo que desconocemos?
¿Qué elementos pueden permitirnos aceptar como factible o no una determinada información?
Existen dos posibilidades: el sentido común y el trabajo metódico.
Ante una determinada información, existen muy distintos instrumentos para intentar determinar su posibilidad de ser razonable o real (sin que ello signifique que tenga que ser cierta o demostrable). Así, por ejemplo, puede acudirse a una fuente técnica o a algún especialista en el campo concreto que interese y, sin darle detalles excesivamente concretos (para evitar filtraciones y pirateos), intentar calibrar las posibilidades de la información cuestionada. O puede intentarse sondear, con suma discreción, en los círculos próximos al presunto hecho que queremos validar.
La valoración de la credibilidad de una fuente es, en la mayor parte de los casos, bastante más difícil y aventurado que hacer lo propio con una información.
¿Cómo podemos detectar que una fuente, asidua o no, está mintiendo o fantaseando?
¿Cómo conocer la personalidad de una fuente puramente ocasional?
Es difícil, muy difícil, pero hay que intentarlo. Y, a falta de dotes adivinatorias, bueno será echar mano de las dotes de observación y de la capacidad de sondear en los ambientes por donde la fuente en cuestión se mueve.
Ante todo, cabe advertir que hasta la fuente más fiable puede engañar (con consciencia de ello o no) alguna vez. No hay fuentes creíbles siempre y en todos los casos. Hasta la mejor de las fuentes, cuando ya hay una relación de confianza con el periodista, se deja tentar en demasiadas ocasiones por la transmisión de rumores supuestamente dados por buenos. Al periodista le será bueno creer, pero jamás tener fe. Hay que ponerlo todo en cuarentena antes de digerirlo, puesto que después ya será demasiado tarde.
Uno de los posibles sistemas para detectar el grado de credibilidad o sinceridad de una fuente es tenderle diversas trampas, preparadas de antemano, durante una conversación formal o informal.
Para ello es preciso conocer previamente algunos datos íntimos de esa fuente y/o tener preparada una o varias informaciones discretamente falsas que se le someten a confirmación.
Otro posible sistema, a utilizar en el transcurso de una conversación larga o, mejor, durante el decurso de diversas entrevistas, es el de repetir, con datos notablemente variados, informaciones dadas por la fuente en algún momento o encuentro anterior y pedirle su confirmación. Una fuente que no sea demasiado escrupulosa con la realidad muchas veces no reparara en la treta y nos confirmará hechos incompatibles entre sí.
Cuando esto ocurra, naturalmente, la fuente en cuestión pasará a merecer una credibilidad más que relativa.
Un tipo de fuente con la que se tiene que lidiar muy a menudo es la que conforman los mitómanos de distintos pelajes que pululan por nuestras calles. Son individuos pintorescos, capaces de cualquier cabriola informativa con tal de acaparar el centro de atención. Lamentablemente, en el circo primario en que demasiadas veces se convierte la prensa, estos sujetos pueden llegar a alcanzar un importante protagonismo.
En la intimidad de la confidencia, que es el trato más habitual con este tipo de fuentes, las cosas pueden llegar a ser, sin embargo, menos circenses y más dramáticas para el periodista poco precavido. Tomar por buenas las informaciones de un fantasma es una vía óptima para poner el cuello a disposición de cualquier juez o para hacer el ridículo más espantoso.
No obstante, el trato con este tipo de fuentes, si se las sabe manejar con soltura, siempre acaba con un balance informativo rentable para el periodista. No hay más que escucharlas fingiendo una atención cercana a la devoción, poner en cuarentena todo lo que digan y, por supuesto, aprovechar lo poco o mucho de válido que siempre aportan. Contrastar a un fanfarrón con su propia mentira es la mejor forma de perder su contacto; por ello, si es que nos interesa mantener su relación, es mucho mejor pasar por crédulo que por azote de fantasmas. A fin de cuentas, si nosotros no publicamos sus fantasías, este tipo de fuente no tiene el menor interés en airear su fecunda imaginación ni su supuesta habilidad para engañar a los demás.
Un
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