Poker De Ases
jmarg20 de Febrero de 2014
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Durante este último verano, mucha gente perseveraba y reiteraba en el interés de que esta campaña universitaria no iba a ser una más. Y es que la fastuosa camada de jugadores de esta clase no está dejando indiferente a nadie, y los General Managers de las franquicias de la NBA se frotan las manos ante la semejante dosis de talento que veremos en profesionales el próximo año.
Y ya no sólo hablamos de jugadores de primer año. Jugadores de la talla de Gary Harris, Marcus Smart, Kyle Anderson, Rodney Hood, Willie Cauley-Stein, Adreian Payne o el siempre incisivo Doug McDermott siguen demostrando semana tras semana que este año no es sólo es el draft de los freshmen, sino que el talento viene ya madurándose desde años posteriores, y la mezcla de ambos conjuntos está resultando ser uno de los draft más interesantes de estas dos últimas décadas.
Pero para qué engañarnos. Es un draft como el que no ha habido en años, con jugadores muy buenos que por la competitividad generada este curso van a caer muy abajo en el cuadro, pero un draft donde los nombres propios son cuatro jóvenes perlas que pueden retumbar los cimientos de la NBA, cuatro jugadores por los que las franquicias NBA han vuelto a sacar a la palestra tras mucho tiempo el término tanking, el sacrificio del presente por el futuro y el “podemos permitirnos tirar la temporada a la basura porque lo que viene… va a ser muy grande“.
Tres de ellos los conocemos muy bien, ya que nos los llevan inyectando en mente desde la temporada pasada en su último año de instituto: la gran promesa de la Ciudad del Viento, Jabari Parker, en su momento proclamado mejor jugador de su generación durante un par de años; el nuevo líder del Team Calipari y talentoso combo-forward del norte de Texas, Julius Randle; y el alero canadiense por el que suspiraba media NCAA hace escasos meses y que ha arrebatado el trono de mejor jugador de esta generación a Parker tras su re-clasificación, Andrew Wiggins. Sin embargo, visto como ha ido aconteciendo esta temporada, nos vemos obligados a incluir en esta terna de talento a raudales a un jugador que ha pasó a un segundo plano en sus Jayhawks, eclipsado por el hype y el potencial de su compañero Wiggins, y que a base de trabajo y talento se ha colocado prácticamente por unanimidad en lo más alto de los mocks de draft en la red, el pívot camerunés Joel Embiid, conformando así el poker de ases de jugadores de primer año que asaltarán el draft el próximo mes de junio.
A día de hoy, sus aventuras por la NCAA en este primer tramo de temporada ha sido muy variopinto, lo mismo que sus equipos. Todos han experimentado el sabor de la derrota ante conjuntos muy por debajo de su nivel, han conseguido victorias brillantes ante otras potencias universitarias y han alternado partidos espectaculares a nivel estadístico con otros donde casi ni se les ha visto o han acabado pasando casi desapercibidos. Para los que aún no han tenido la ocasión de disfrutar lo suficiente de ellos, o no siguen habitualmente la competición, os presento unas pocas líneas sobre su recorrido, su actualidad y su porvenir.
Natural del sur de Chicago, su increíble físico y su facilidad para el baloncesto no tardaron en sonar a lo largo de todo el estado de Illinois, uno de los muchos que respira baloncesto por los cuatro costados. No era un deporte nuevo para él puesto que su padre, Sonny Parker, fue un ex-jugador de la NBA en la década de los 70 y 80, por lo que tenía en casa a su más fiel espejo donde mirarse.
Su verdadera trayectoria como jugador de baloncesto comenzaría con su elección de instituto, Simeon Career Academy, cuna estatal de otros grandes talentos como Derrick Rose, Nick Anderson, Bobby Simmons o el malogrado Ben Wilson, donde se convertiría en todo un ídolo de masas. Su talento para el basket y su potencial casi ilimitado a su corta edad atrajo enseguida el interés de numerosos programas universitarios con apenas 14 años, destacando los de Kansas, Duke, Kentucky, North Carolina o su principal referencia estatal, Illinois.
Durante sus cuatro años en Simeon, Parker no hizo más que acaparar focos y premios a partes iguales. Fue indiscutible número uno de su generación para portales especializados como ESPN o MaxPreps, y ha tenido competencia a nivel estatal con otros jugadores como Anthony Davis, Wayne Blackshear, Ryan Boatright, Frank Kaminsky o Jahlil Okafor. A sus espaldas acaparó galardones como las cuatro ediciones del ESPN National Player of the Year, Illinois Mr. Basketball durante dos años consecutivos o la obtención de dos medallas de oro en categorías inferiores de la selección norteamericana.
El alero comenzó a acaparar verdadero protagonismo a nivel nacional, y su nombre era un constante vaivén en debates radiofónicos y de televisión, a la par que comenzaba a aparecer en portadas de revistas. La más sonada fue probablemente la de Sports Illustrated en 2012 donde aparecía como “el mejor jugador de High School desde LeBron James“, un artículo donde cobraba especial protagonismo su conexión entre baloncesto y religión, puesto que su madre y todos sus hermanos son mormones, algo muy poco habitual en su Illinois natal.
A finales de ese 2012 llegaría el gran momento donde Parker decidiría su futuro universitario en favor de Duke, por delante de programas como Michigan State, Florida, North Carolina o Kansas, liderando el nuevo -y talentoso- proyecto de Mike Krzyzewski para este año, unos pocos meses después de conocerse la noticia de que no iba a ser el número uno de su camada por la re-clasificación de Andrew Wiggins desde la de 2014.
Sus nominaciones para Player of the Year en distintos rankings y para los numerosos primeros quintetos de la temporada se sucedían, y el jugador ya mostraba sus buenas dotes durante la pretemporada del equipo antes de debutar en casa ante Davidson, con 22 puntos. Seguidamente, Parker regresaría a su Chicago natal para disputar el Champions Classic ante la universidad de Kansas, que supuso el primer enfrentamiento directo en college ante Andrew Wiggins, consiguiendo 27 puntos y 9 rebotes, pero no impidiendo la primera derrota de la temporada para Duke. Pese a ello, Parker seguía a un nivel de juego altísimo, y durante casi dos meses no bajó de la docena de puntos en todos sus partidos, sonando con fuerza nuevamente para recuperar el trono al número uno del draft que le había conquistado Wiggins, mucho más espeso en este inicio de competición.
Sin embargo, Parker -y casi por extensión el equipo entero- comenzaba a bajar sus prestaciones en cuanto comenzaron los enfrentamientos directos de la ACC, especialmente durante las dos derrotas sufridas ante Notre Dame y Clemson, donde el rendimiento de Parker -el defensivo, especialmente- junto con una bajada de brazos notable respecto a los partidos de inicio de temporada le situaban en el punto de mira negativo de muchos analistas durante esas dos semanas. El Rookie Wall, llegaron a comentar algunos incluso. Con el carácter de Parker, su mentalidad ganadora y los compañeros y entrenadores que tiene a su lado, será cuestión de tiempo que el jugador vuelva a coger confianza para conseguir llevar a Duke de nuevo a posiciones privilegiadas del ranking.
Pese a ello, Parker ha demostrado ser el jugador más regular de entre los grandes freshmen de su camada, y pese al meteórico ascenso que está experimentando Embiid en estas últimas semanas sigue siendo uno de los grandes favoritos para hacerse con ese primer puesto del draft. Sus condiciones físicas y técnicas son inauditas, un NBA Ready desde el momento en que puso un pie en la NCAA, y con su fortaleza mental y ganadora a lo poco que muestre una pizca de su talento en una franquicia NBA que le dé minutos estaremos hablando de un potencial candidato a ser All-Star en unos pocos años. Una apuesta segura en las tres primeras posiciones para los equipos que no deseen arriesgarse en exceso en este draft… si finalmente acaba desembarcando en él este año, ya que el periodista Sam Smith (bulls.com) sugería que Parker podría quedarse un segundo año en los Blue Devils, algo que fue negado por su padre horas más tarde, alegando que su hijo no había tomado una decisión y que ya lo haría cuando finalizase la temporada. Pendientes de él estaremos.
El alero canadiense Andrew Wiggins se ha convertido en una de las grandes promesas del baloncesto norteamericano, más aún tras conocerse su decisión de re-clasificarse desde la hornada de 2014 y conformar una clase de reclutamiento más potente si cabe.
Natural de Ontario, Wiggins desciende también de familia deportista y, al igual que Jabari Parker, su padre llegó a debutar en la NBA, Mitchell Wiggins, aunque sin asentarse como jugador importante, aunque sí que tuvo una dilatada experiencia profesional en otras ligas norteamericanas y en Europa. Además, actualmente sus dos hermanos mayores juegan también a baloncesto en la NCAA: Nick Wiggins en la universidad de Wichita State y Mitchell Wiggins Jr. en Southeastern University. Además, sus tres hermanas también juegan a baloncesto, y su madre, atleta, fue medallista olímpica en los Juegos Olímpicos de Los Angeles. Se podría decir que la genética le favorece al joven Andrew.
Wiggins es el orgullo del baloncesto canadiense a sus 18 años. Un baloncesto que estos últimos años esta nutriendo a nivel profesional y universitario a un gran número de jugadores de un nivel considerable, y que en los próximos años podrían formar un bloque muy interesante en competiciones internacionales de la misma forma que lo están haciendo en categorías inferiores. Estos últimos años han llegado a la NBA jugadores de la talla de Anthony Bennett, Tristan Thompson, Cory Joseph, Andy Rautins, Robert Sacre, Kris Joseph o Andrew Nicholson, y en la
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