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Práctica de valores, fundamento de una sociedad progresista.

Daniel Armando Sierra OrtizEnsayo25 de Marzo de 2016

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Práctica de valores, fundamento de una sociedad progresista.

Cuántos han desfallecido en la búsqueda de una excelente sociedad, cuantos han anhelado el progreso de su nación, han anhelado ser libres en una tierra unida por la conciencia, unida por el sentimiento de hermandad.

La historia nos muestra como el hombre desde sus inicios, se encontró en la necesidad de formar grupos para ayudarse en la búsqueda de alimentos y para protegerse de otras criaturas. Es un ser social, es un ser político dijo Aristóteles. Es un ser que gusta de estar en compañía de otros seres a quienes respeta como iguales. Entonces, es justo afirmar que una sociedad nace de manera natural, por lo que es un organismo libre al igual que sus integrantes, pero en común se deben tomar acuerdos y establecer normas que regulen su funcionamiento, porque incluso la misma naturaleza tiene sus leyes, y ha de parecernos extraño cuando una persona vaya en contra de su propia naturaleza.

Diversos personajes trataron de estructurar una sociedad ideal, sus reflexiones quedaron plasmadas en distintos manifiestos, cada uno con características particulares, reflejo de sus pensamientos: el príncipe astuto y fuerte de Maquiavelo, el rey filósofo de Platón o la raza cósmica de Vasconcelos, entre otros, pero todos con un fin común, la estabilidad social.

En su Utopía, Tomás Moro expresa su sentir al decir que es “lamentable, que el uso de ratificarlo todo por un juramento  haya entrado en las costumbres de los estados. Pues esta práctica hace creer a los hombres que han nacido para ser adversarios o enemigos y que tienen el deber de trabajar en su perdición reciproca a menos que se lo impidan los tratados. Por el contrario, nadie debería ser tenido como enemigo, si no hubiese hecho un daño real. La comunidad de naturaleza es el mejor de los tratados y los hombres están más íntima y más fuertemente unidos por la voluntad de hacerse recíprocamente el bien que por los pactos, más vinculados por el corazón que por las palabras”. Esto es estabilidad, es armonía, pero qué nos falta para lograr alcanzarla. Todo hombre y toda mujer nacidos en una buena familia, son capaces de ejercer ciertos principios que le fueron enseñados por sus padres. Esos principios son el conocimiento verdadero y trascendental del ser humano, son un legado al que podemos llamar, valores: el respeto, la honestidad, la justicia, la libertad, el amor, etcétera. Su práctica es indispensable para una vida social. Podemos vivir sin saber leer ni escribir, sin saber ciencias o matemáticas, pero no podemos prescindir de dar valor a las cosas o a las personas. Al decir esto, recuerdo el ideal platónico de sociedad el cual pone a la educación como pieza fundamental de la formación de mejores ciudadanos. Estoy totalmente de acuerdo con dicha aseveración, que debería ser un dogma para cualquier docente comprometido con su profesión.

La educación es garantía de calidad de vida y base de toda civilización. Por lo que la tarea de educar debe ser permitida solamente a ciudadanos conscientes del compromiso social que representa dicha labor.

El conocimiento técnico y científico es relevante y fundamental para conocer nuestro entorno, pero considero que una educación ética resulta más provechosa, pues de que nos sirve la ciencia si no la empleamos en algo que beneficie a nuestro mundo, tal es caso de Alfred Nobel y Albert Einstein el primero  inventor de la dinamita y los avances del segundo ayudaron a desarrollar la bomba atómica; sus aportaciones cayeron en manos equivocadas y resultaron devastadoras. También, si un hombre que se vuelve exitoso y millonario, obtuvo su fortuna pisoteando a cuanta gente se ha encontrado y la ha usado como objeto para lograr sus ambiciones. No creo que el recurso monetario le consiga relaciones afectivas realmente sinceras y le otorgue una verdadera felicidad. Así igual la vida, de que nos sirve vivir, si no vivimos bien, bien en el sentido de vivir humanamente, apoyándonos de manera mutua con nuestros semejantes, pues hemos desarrollado o algo supremo nos ha otorgado la capacidad de razonar y en base a ello decidir, y podemos decidir obrar de la manera que más nos plazca o nos convenga, pero es mi pensar y sentir, hacer lo que queramos sin entorpecer los cuerpos, mentes y espíritus de otros, siendo adeptos del principio ético que dice “no hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti”, al cual se puede agregar “lo que hagas a otros te lo haces también a ti mismo”.

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