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Presidio Y Prision


Enviado por   •  17 de Abril de 2014  •  2.808 Palabras (12 Páginas)  •  216 Visitas

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El Círculo de Bellas Artes y la Escuela de Caracas

Tradición y Modernidad

Es frecuente entre nuestros críticos e historiadores remontar el inicio de nuestro arte moderno a los albores del siglo XX.

Este criterio sugiere que nuestro arte moderno surgió del rechazo de las estéticas naturalistas representadas por los últimos maestros del realismo decimonónico que ocupaban funciones docentes en la Academia de Bellas Artes de Caracas. La Academia fue, en efecto, el foco donde tuvieron lugar los acontecimientos que cambiarían el curso de nuestro arte. Pero no debe perderse de vista que entre el realismo de los maestros y el inicio de la modernidad se desarrolla una serie de tanteos que, teniendo como tema el paisajismo, dan origen a un estilo de transición que recoge por una parte la tradición técnica del realismo y, por otra, se nutre de ciertos elementos de la modernidad, como son el trabajo al aire libre y la observación directa de la naturaleza. Martín Tovar y Tovar y Jesús María de las Casas pueden ser considerados a este respecto como precursores del Círculo de Bellas Artes. Habría que mencionar también a un pequeño grupo de pintores poco conocidos que entró en actividad al finalizar el siglo, y del que forman parte Pedro Zerpa, Abdón Pinto, Francisco Sánchez, Francisco Valdez, J.J. Izquierdo, Andrés Pérez Mujica, sin que olvidemos entre éstos al primer Tito Salas. En las obras de todos ellos entran en juego, aunque de manera tímida, los conceptos en torno a la luz y la naturaleza desarrollados por la generación de artistas a la que vamos a referirnos en seguida.

Creado en 1912 bajo la inspiración del humorista y periodista Leoncio Martínez (Leo), el Círculo de Bellas Artes tuvo como objetivo inicial promover de manera independiente la actividad de un grupo de estudiantes que, por estar en desacuerdo con los métodos de la enseñanza impartida en la Academia de Bellas Artes, habían fomentado en 1909, en contra de su director Antonio Herrera Toro, una huelga que terminó cuando el grupo de conjurados se vio obligado a abandonar los talleres del viejo instituto. De aquello que nació por rechazo a un sistema de aprendizaje iba a surgir uno de los movimientos más vigorosos de nuestro arte. De una simple intención gremial nació una escuela pictórica basada en la observación de la naturaleza y en la exaltación de la tipología criolla. Una escuela de la visualidad que comienza a plantearse el hecho pictórico en función de la transcripción de los datos de la naturaleza tal como son percibidos por el artista en el momento de pintar y teniendo como propósito hacer del cuadro una realidad en sí misma.

Los móviles de la protesta de 1909 y la ulterior fundación del Círculo se encuentran en el rechazo no sólo a la precaria enseñanza impartida en la Academia, sino también a las condiciones de extrema apatía, negligencia y pobreza espiritual en que transcurría la vida caraqueña durante los primeros años de la dictadura gomecista. El Círculo encontró, por eso mismo, una motivación de carácter político en su repulsa al régimen causante de esas condiciones, y de allí su éxito al constituirse en una respuesta que halló inmediato apoyo en la intelectualidad progresista del país. A su programa inicial no tardarían en sumar su concurso escritores como Rómulo Gallegos y Julio Rosales, críticos literarios como Julio Planchart y Jesús Semprum, poetas como Enrique Planchart, Salustio González Rincones y Fernando Paz Castillo. De tal modo que su efecto renovador se extendió al conjunto de la actividad cultural, incluida la música, contribuyendo también al surgimiento de la crítica de arte en nuestro país como actividad comprometida con la búsqueda de progreso e identidad, tal como esta crítica ha llegado a nuestros días desde los tiempos de Enrique Planchart y Fernando Paz Castillo.

Los cambios suscitados por el Círculo en aquel ambiente no se explican tampoco sin los nuevos conceptos que subyacen a la inquietud favorable a una profunda renovación estética. Estos conceptos proceden, ciertamente, de la repercusión que a principios de siglo comenzó a tener el impresionismo entre nuestros pintores. Apreciadas en reproducciones de revistas y libros, las obras de impresionistas y post-impresionistas impregnaron poderosamente, la sensibilidad nueva, influyendo no sólo en las actitudes, sino también en las técnicas y temáticas que comenzaron a emplearse.

Así se explica que la renovación se iniciase con la adopción de ciertos principios impresionistas que funcionaban admirablemente aplicados a la naturaleza tropical. Y de allí que los artistas, dejando de lado la historia, los asuntos literarios y el consabido retrato, en estas circunstancias, se interesasen en la observación directa de la naturaleza, empleando para ello, al pintar, no los tonos fundidos en la paleta, como solía hacerse en la Academia, sino los colores puros usados libremente. Aparece así un arte que exalta la percepción de la realidad tal como ésta es vista bajo una iluminación natural, al aire libre o en ambientes inundados de luz. Lo vernáculo se hace sinónimo de lo verdadero y se constituye en objeto de interés para el pintor atento a los fenómenos lumínicos que se dan en la atmósfera. A la observación del entorno geográfico se añade también, como otro rasgo de la sinceridad que se busca, el deseo de exaltar al hombre venezolano, a la figura humana asociada al medio arquitectónico y urbano para reflejar, sin poses retóricas y con franqueza, la realidad del país. La transformación que se opera respecto al pasado inmediato compete no sólo a la pintura, sino a la vida misma.

Por último, el Círculo de Bellas Artes fue también paradigma de una concepción democrática del arte, abierta al pensamiento crítico y a los signos del progreso, reñida con un hábitat provinciano, de mentalidad rural y enquistado en estructuras de poder incapaces de entender los nuevos tiempos. El impulso del Círculo se transmitió a todo el ámbito artístico y finalmente preparó las condiciones para la formación de una tradición de lo moderno que llega a nuestros días.

En principio constituido como una asociación o gremio al que adscribía gran número de pintores y escultores, la historia ha recogido del Círculo de Bellas Artes tan sólo los nombres de sus representantes de mayor éxito, entre los que citaremos a Federico Brandt, Manuel Cabré, Antonio Edmundo Monsanto, César Prieto, Rafael Monasterios, Armando Reverón, Marcelo Vidal y Próspero Martínez.

Esta asociación reunió a pintores que procedían de diversas regiones del país. Es cierto que Cabré creció en Caracas y que

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