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Procesos Productivos

695111916 de Marzo de 2014

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Procesos productivos

Un Desarrollo a Escala Humana, orientado en gran medida hacia la satisfacción de las necesidades humanas, exige un nuevo modo de interpretar la realidad. Nos obliga a ver y evaluar el mundo, las personas y sus procesos, de una manera distinta a la convencional.

Del mismo modo, una teoría de las necesidades humanas para el desarrollo, debe entenderse justamente en esos términos: como una teoría para el desarrollo. El desafío consiste en que políticos, planificadores, promotores y, sobre todo, los actores del desarrollo sean capaces de manejar el enfoque de las necesidades humanas, para orientar sus acciones y aspiraciones.

Hay que hacer entendible y operativa una teoría de las necesidades humanas para el desarrollo. El esfuerzo no puede sustentarse, sin embargo, en ninguna disciplina particular, porque la nueva realidad y los nuevos desafíos obligan ineludiblemente a una transdisciplinariedad. La evidencia social es que las nuevas calamidades sociales se nos revelan cada día más, ya no como problemas específicos, sino como problemática complejas que no pueden seguir atacándose satisfactoriamente mediante la aplicación exclusiva de políticas convencionales, inspiradas por disciplinas reduccionistas.

Nuestro desafío actual no consiste tanto en enfrentar problemas, como en enfrentar la tremenda magnitud de los problemas. Es la cuestión de la creciente magnitud y complejidad la que determina la transformación de problemas con claros contornos disciplinarios en problemáticas generadoras de difusos entornos transdisciplinarios. El desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos. Este es el postulado básico del Desarrollo a Escala Humana.

Aceptar este postulado conduce a formulamos la siguiente pregunta fundamental: "¿Cómo puede establecerse que un determinado proceso de desarrollo es mejor que otro?" Dentro del paradigma tradicional, se tienen indicadores como Producto Geográfico Bruto, el cual es, de alguna manera y caricaturizado un poco, un indicador del crecimiento cuantitativo de los objetos. Necesitamos ahora un indicador del crecimiento cualitativo de las personas.

¿Cuál podría ser?

"El mejor proceso de desarrollo será aquel que permita elevar más la calidad de vida de las personas". La pregunta siguiente surge de inmediato: "¿Qué determina la calidad de vida de las personas?

"La calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales". Surge la tercera pregunta:

"¿Cuáles son esas necesidades fundamentales? Y/o ¿Quién decide cuáles son?". Antes de responder, se debe hacer algunas disquisiciones. La persona es un ser de necesidades múltiples e interdependientes. Por ello la necesidades humanas deben considerarse como un sistema en el que las mismas se interrelacionan e interactúan. Simultaneidades, complementariedades y compensaciones (trade-offs) son características de la dinámica del proceso de satisfacción de necesidades.

Las necesidades humanas pueden desagregarse conforme a múltiples criterios, y las ciencias humanas ofrecen en este sentido una vasta y variada literatura. En este análisis se combinan dos criterios posibles de desagregación: según categorías existenciales y según categorías axiológicas. Esta combinación permite operar con una clasificación que incluye, por una parte, las necesidades de Ser, Tener, Hacer y Estar; y, por la otra, las necesidades de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y Libertad.

De la clasificación propuesta se desprende que, por ejemplo, alimentación y abrigo no deben considerarse como necesidades, sino como satisfactores de la necesidad fundamental de subsistencia. Del mismo modo, la educación, ya sea formal o informal, el estudio, la investigación, la estimulación precoz y la meditación son satisfactores de la necesidad de entendimiento. Los sistemas curativos, la prevención y los esquemas de salud, son satisfactores de la necesidad de protección.

No existe correspondencia biunívoca entre necesidades y satisfactores. Un satisfactor puede contribuir simultáneamente a la satisfacción de diversas necesidades o, a la inversa, una necesidad puede requerir de diversos satisfactores para ser satisfecha. Ni siquiera estas relaciones son fijas. Pueden variar según tiempo, lugar y circunstancia.

Hecha la diferencia entre los conceptos de necesidad y de satisfactor, es posible formular dos postulados adicionales. Primero: las necesidades humanas fundamentales son finitas, pocas y clasificables. Segundo: las necesidades humanas fundamentales son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos. Lo que cambia, a través del tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las necesidades. Cada sistema económico, social o político adopta diferentes estilos para la satisfacción de las mismas necesidades humanas fundamentales. En cada sistema, éstas se satisfacen o no se satisfacen en la medida en que existan o no existan diferentes tipos de satisfactores.

Uno de los aspectos que define una cultura es su elección de satisfactores. Las necesidades humanas fundamentales de un individuo que pertenece a una sociedad consumista son las mismas de aquel que pertenece a una sociedad ascética. Lo que cambia es la elección de cantidad y calidad de los satisfactores, y/o las posibilidades de tener acceso a los satisfactores requeridos.

Aquello que está culturalmente determinado no son las necesidades humanas fundamentales, sino los satisfactores de esas necesidades. El cambio cultural es -entre otras cosas- consecuencia de abandonar satisfactores tradicionales para reemplazarlos por otros nuevos y diferentes.

El hombre no es un elemento extraño a la naturaleza, en oposición o en posición superior a ella como lo plantea la tradición etnocentrista típica de la cultura occidental.

En realidad, el hombre es parte de la naturaleza, y como tal debe ser examinada la relación hombre/naturaleza. Federico Engels2 señala que

...a cada paso que damos se nos recuerda que en modo alguno gobernamos la naturaleza como un conquistador a un pueblo extranjero, como alguien que se encuentra fuera de la naturaleza, sino que nosotros... pertenecemos a la naturaleza... y que todo nuestro dominio de ella consiste en el hecho de que poseemos sobre las demás criaturas, la ventaja de aprender leyes y aplicarlas en forma correcta.

Hay, pues, tres aspectos importantes a tener en cuenta en la relación sociedad/medio ambiente natural: a) que el hombre es parte integral de la naturaleza; b) que tiene capacidad de conocer las leyes que gobiernan los fenómenos naturales, y c) que esa capacidad debe ser utilizada juiciosamente. Nótese que el autor evita las expresiones «racionalmente» o «eficientemente», conceptos estos que predominan en las referencias contemporáneas al medio ambiente, para caracterizar la forma de utilizar de los recursos naturales.

La relación hombre/medio ambiente natural está determinada por instancias diversas y complejas, que no pueden ser limitadas a lo meramente económico. En la medida en que la naturaleza afecta en forma más o menos directa las posibilidades de sobrevivencia del grupo social, lo lógico sería que éste tratase de evitar toda acción que degrade la naturaleza hasta el punto de hacerle perder aquel componente vital que es la base de la existencia. Sin embargo, pareciera que --a medida que la civilización moderna va alejando al hombre de la naturaleza, en tanto que interpone entre ambos un denso universo construido-- el hombre va perdiendo la vivencia de los ciclos y leyes naturales, reemplazándola por la conciencia de un poderío humano casi limitado. A la inversa, sociedades que guardan una relación de estrecha dependencia con su medio natural, y tienen escasa capacidad para influir sobre él o transformarlo, mantienen una conciencia clara de los procesos naturales y una preocupación generalmente institucionalizada por la tradición o las leyes y por preservar sus ciclos y funciones.

Como las posibilidades humanas de transformar la naturaleza parecen ser aún muy grandes, lo que se plantea de hecho es un problema de equilibrio, más que de límites absolutos. Esto es válido en el caso de sociedades dinámicas --es decir, que enfrentan un proceso de acumulación y crecimiento--, sociedades desequilibradas no en un sentido negativo, sino de que están en proceso de cambio. Lo es también en sociedades «estabilizadas» en sus relaciones con la naturaleza, como las llamadas sociedades comunitarias y/o primitivas que han logrado una relación estable, íntima y armónica entre grupo social y el sistema natural.

Esta relación se rompe cuando, a consecuencia de la jerarquización y centralización del poder, o de la subordinación a otras sociedades, el medio ambiente, el territorio, el espacio dejan de ser patrimonio común, bien de todos, propiedad integral de grupo, y se pierde el control sobre el aprovechamiento del medio y sobre las consecuencias de las distintas formas de transformación del mismo. Todo ello puede tener impactos negativos o causar degradaciones y aun catástrofes, como inundaciones por fallas de presas y diques, que históricamente han asolado los pueblos, u otras más modernas relacionadas con el manejo de sustancias tóxicas, como las recientes de Seveso, Minamata, Niagara Falls, Bhopal, Chernobyl y muchas otras.

La relación hombre-medio ambiente natural es, antes que nada, una relación unitaria, que implica una interacción recíproca entre ambas entidades, que aisladas de su dialéctica

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