Redaccion Juridica Intrumental
t31m03d7024 de Octubre de 2013
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LA HERMENÉUTICA Y SU RELACIÓN CON LA RACIONALIDAD JURÍDICA
El Derecho no es en absoluto una ciencia natural. Los hechos jurídicos referidos por los abogados no se estudian en los laboratorios ni se les somete a experimentación. Las leyes que mencionan los jueces y litigantes en poco o en nada se parecen a las leyes de la naturaleza porque los hechos sociales no siempre se acomodan a sus mandatos.
El Derecho tampoco es una ciencia formal como las matemáticas. Las compilaciones normativas contenidas en constituciones o códigos, no permiten demostraciones rigurosas de teoremas o corolarios y los juicios ante los tribunales no se ocupan de las pruebas en el mismo sentido en que lo hacen los estudiantes de matemáticas.
Podría pensarse, en consecuencia, que la forma como argumentan los abogados carece de interés debido a la distancia que media entre la jurisprudencia y las ciencias estrictas. Similarmente, podría concluirse que el grado de complejidad de la argumentación jurídica es tan básico, que los abogados no necesitan para su ejercicio profesional, nada distinto de lo que pueden averiguar por sí mismos en su práctica cotidiana.
Ninguna de las dos conclusiones es correcta. Prueba de que la argumentación jurídica resulta interesante para todos, es la constante presencia de la opinión pública en la forma como se conducen las audiencias judiciales y en el escrutinio frecuente de la sociedad civil respecto del contenido o fundamento de los fallos judiciales.
Hay que reconocer que en parte, la curiosidad es excitada por los intereses que se ponen en juego ante los tribunales. Pero hay también algo de interés genuino por la argumentación misma, por la creatividad y el encanto que encierran por sí mismos los alegatos y defensas judiciales. Prueba de que la argumentación jurídica exhibe cierto grado de complejidad, está en las dificultades que se le atraviesan a los especialistas, en su intento por capturar las sutilezas y detalles del razonamiento judicial.
Desde la lógica silogística, pasando por la lógica matemática clásica, la nueva retórica, la tópica, la lógica informal, hasta las lógicas modales deónticas, se han puesto a prueba innumerables modelos de argumentación jurídica sin que aún hoy sea posible concluir que tenemos un esquema claro sobre lo que sucede con el razonamiento jurídico.
En este breve ensayo, quisiera unirme al grupo de aquellos que han intentado dilucidar el alcance de la argumentación jurídica, proponiendo una concepción alternativa de la forma como debemos entender el problema.
Sostengo que la mejor forma de dilucidar esta difícil cuestión es describir de qué manera suelen proceder los abogados cuando necesitan justificar sus creencias como paso previo a la elaboración de los modelos. La descripción que ensayaré ahora, incompleta y fragmentaria, intentará probar que los rasgos particulares de la argumentación jurídica proceden de la tradición hermenéutica construida y desarrollada en la modernidad. La descripción que ensayaré, no partirá de la práctica aislada de un abogado o de una muestra estadística. En estricto sentido, lo que describiré es una serie de prácticas históricas heredadas por los abogados de generación en generación y que está relacionada con la forma como se leen los textos jurídicos a partir de la reforma protestante. He dividido este trabajo en dos partes. En la primera parte, reconstruiré los procedimientos argumentativos de la tradición hermenéutica que se aplicaron fundamentalmente para solucionar importantes problemas religiosos. En la segunda parte, intentaré conectar esta tradición con el problema de la argumentación jurídica. Sostendré que la reconstrucción de la racionalidad en el Derecho, debe efectuarse desde la perspectiva particular de la hermenéutica.
I
La hermenéutica es un conjunto de disciplinas antes que un cuerpo unificado de conocimientos. Las disciplinas que la conforman se agruparon sistemáticamente para hacer frente a serias dificultades de interpretación de los textos sagrados. Tales disciplinas son: la gramática, la crítica, la retórica y la dialéctica. Precisemos esto un poco más.
A comienzos del siglo dieciséis, los protestantes iniciaron su rebelión en contra de las autoridades eclesiásticas, tachándolas de corruptas y pervertidas. El centro de su argumentación consistía en que la Iglesia Católica no era necesaria para acceder a la revelación de la doctrina cristiana. Para acceder a esta revelación, bastaba con la lectura directa del texto bíblico. Su planteamiento suponía que era posible encontrar el sentido de los textos sin mediación alguna del magisterio. De acuerdo con la nueva doctrina protestante, la Biblia carecía de lagunas. Sin embargo, los protestantes tenían que reconocer que el texto bíblico plantea muchas dificultades. Mencionemos algunas de ellas. Primero, el hebreo antiguo desapareció como lengua viva hacía varios siglos. Lo mismo sucede con el griego clásico. Segundo, incluso aprendiendo el idioma, el hebreo antiguo presenta dificultades adicionales. No tiene vocales, es ambiguo según la posición de sus letras y se presta a múltiples interpretaciones. Tercero, no hay noticia cierta sobre los manuscritos originales ni modo concreto para determinar la autenticidad de los textos actuales. Cuarto, los textos no están fijos mediante la separación en capítulos y libros. Además, tenemos que recordar que la ortografía, con todo su arsenal
de puntos y comas, no existía en aquel tiempo.
Estas razones, entre muchas otras, servían de fundamento al catolicismo para afirmar que la Biblia no era toda la revelación y que ésta necesitaba de complemento por parte de la tradición eclesiástica. La respuesta del protestantismo, fue la creación de la gramática hebrea y la reunión de esta disciplina con la crítica, la retórica y la dialéctica, para enfrentar el desafío: entender los textos sagrados por sí mismos, sin mediación de la iglesia. La reunión de estas disciplinas se denominó hermenéutica. El propósito central de las disciplinas hermenéuticas es permitir la comprensión de un texto desde el texto mismo y no en virtud de consideraciones externas.
Expliquemos el papel que cumple cada una de las disciplinas hermenéuticas. La gramática consiste en el estudio de las reglas de formación y transformación que gobiernan el uso de las palabras y la construcción de las frases. En ese entonces resultaba fundamental aprender la gramática de los idiomas hebreo, arameo, griego y latín para solucionar ambigüedades, vaguedades e indeterminaciones de los textos. Consideremos a manera de ejemplo, algunas frases vagas y ambiguas de la Biblia, con el propósito de ilustrar un típico procedimiento gramatical: El profeta tenía el espíritu de Dios, Dios infundió su espíritu a los hombres, los hombres. Mi interpretación es ligeramente distinta de la planteada por Espinosa pero me baso en su selección de textos. Están repletos del espíritu de Dios. El problema gramatical sería entonces ¿Qué quiere decir en la Biblia Espíritu de Dios? ¿Qué quiere decir la Biblia cuando se afirma que los profetas expresan el Espíritu de Dios o que los apóstoles han sido visitados por el Espíritu Santo?
La solución consiste en ilustrar, palabra por palabra, frase por frase, los distintos sentidos de las frases, tal y como se usan en la Biblia. La primera palabra problemática es entonces espíritu. La palabra hebrea para espíritu es ruagh y se caracteriza por su gran ambigüedad. Los siguientes casos son usos de la palabra tal y como aparecen en el antiguo testamento:
1. Aliento. Salmos, 135, 17: ni espíritu hay en su boca.
2. Ánimo o respiración. Samuel I, 30, 12: y le volvió el espíritu.
3. Valentía y fuerzas. Josué 2, 11: después ya no hubo espíritu en ningún varón.
Ezequiel 2, 2: y me vino el espíritu que me permitió sostenerme sobre mis pies.
4. Virtud y aptitud. Job, 32, 8: ciertamente que el espíritu mismo está en el hombre.
5. Opinión. Números 14, 24: porque tuvo otro espíritu.
6. Las partes del mundo, los lugares de donde viene el viento.
Ezequiel 37, 9: el espíritu descendió del norte.
7. Alma. Eclesiastés 3, 19: el espíritu es el mismo para todos.
La segunda expresión problemática es el atributivo de Dios. De nuevo, el procedimiento consistiría en averiguar sus distintos usos en el texto bíblico.
Así, las cosas son de Dios en los siguientes sentidos:
1. Partes: Ojos de Dios.
2. Bajo su poder: Cielos de Dios.
3. Dedicado a Él: Pan de Dios, Templo de Dios.
4. Trasmitido por los profetas: Leyes de Dios, reglas de Dios.
5. Superlativo: Montes de Dios, Cedros de Dios, Miedo de Dios, Hijos de Dios, el viento de Dios se movía sobre las aguas.
Con base en el análisis anterior, sería posible desambiguar y precisar los sentidos de muchas frases, como por ejemplo, las que aparecen en Éxodo 31, 3: Lo llenaré del espíritu de Dios (a Besalel); Samuel I, 16, 14: espíritu malo de Dios (a Saúl) y Nehemías 9, 20: Tú le has dado tu buen espíritu para hacerlos entender.
El examen minucioso de la gramática bíblica permite establecer, al menos en lo que al antiguo testamento se refiere, que la expresión espíritu de Dios era una expresión que servía para calificar a una persona como exitosa o afortunada en algún punto. Por
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