Refleccion
maih201428 de Mayo de 2014
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Crecimiento personal
Si crees que se puede hacer en cualquier momento, no lo harás en ningún momento. Mañana es el día más ocupado de la semana. Don Marquis
Muchas personas quieren y desean muchas cosas pero no se ponen en acción. Ellos dicen: hoy no, mañana. La realidad es que el mañana nunca llega. La postergación es un asesino de sueños. Mucho de lo que ahora no has logrado se debe a que tú mismo has postergado tus sueños esperando que las circunstancias cambien. Mientras sigues esperando que la situación cambie sin tomar acción estás desperdiciando tu vida, tus talentos y enterrando a tus sueños.
Si quieres que el mañana llegue debes ponerte hoy en acción y te recomendaré cuatro cosas que debes hacer:
- Asegúrate de que tu sueño sea tu sueño. Si puedes verlo claramente puedes lograrlo. No se trata de tener un sueño por tenerlo, se trata del propósito para el cual fuiste formado. Se trata de poder articular una visión hasta convertirla en realidad, no importando el sacrificio que se tenga que pagar. ¿Es mi sueño? ¿Estoy dispuesto a pagar el precio? ¿En qué o quién me voy a convertir?
- Se intencional y establece una estrategia para llegar a tus sueños. Debes definir las actividades que debes hacer y también las que debes dejar de hacer. El saber cuáles son tus pasos reduce el miedo, la ansiedad y la incertidumbre ¿Lo qué estoy haciendo me acerca a mis sueños? ¿De qué debo tener cuidado? ¿Qué debo mejorar? ¿Cuáles van a ser mis prioridades?
- Ten confianza en ti mismo. Ya Dios ha confiado en ti dándote talentos y habilidades únicas para el logro de tus sueños. Es tiempo que te dejes de comparar con otros, esa competencia con otros lo que hace es frustrarte, daña tu auto estima. Trata de competir contigo mismo y a los demás trátalos como superiores a ti, ya que ellos también tienen sueños para dar al mundo. ¿Cómo es mi confianza? ¿Me estoy comparando conmigo mismo o con otros? ¿Cómo aumento mi confianza?
- Ten una persona para rendir cuentas de tus actos. La mayor razón por la que no tenemos personas a las cuales rendir cuentas es que tenemos miedo de que nos exijan, tenemos miedo de mostrar nuestros defectos. Tenemos miedo a quedar mal con otros, pero el mayor miedo es no asumir responsabilidad sobre nuestros sueños. Es más fácil culpar a otros o las circunstancias, o excusarnos en nuestras carencias o debilidades que asumir responsabilidad por lo que anhelamos. Necesitamos una persona a la cual rendir cuenta de nuestros sueños. ¿A quién le rindo cuentas? ¿Necesitaré un coach o un mentor? ¿Cómo voy a saber si mis acciones van a dar los resultados que busco?
El lograr los sueños no es nada fácil, de hecho todos los sueños se han logrado en base al esfuerzo y al sacrificio de aquellos que dijeron: no voy a esperar mañana, hoy voy a comenzar a construir mi sueño. ¿Estás dispuesto? ¿Cuándo vas a comenzar?
Reflexión: El anciano
Un anciano que pasaba los días sentado en un banco de la plaza que estaba a la entrada del pueblo, era muy querido por sus vecinos y siempre contestaba con mucha sabiduría a cualquier pregunta que le hicieran.
Un día, un joven se le acercó y le preguntó:
–Hola, señor, acabo de llegar a este pueblo, ¿Me puede decir, cómo es la gente de este lugar?
–Hola hijo, ¿De dónde vienes? Preguntó el anciano.
–De un pueblo muy lejano.
–Dime, ¿Cómo es la gente allí?
–Son egoístas, envidiosos, malvados, estafadores… por eso me fui de aquel lugar en busca de mejores vecinos.
–Lamento decírtelo, querido amigo, pero los habitantes de aquí son iguales a los de tu ciudad.
El joven, lo saludó y siguió viaje.
Al siguiente día pasó otro joven, que acercándose al anciano, le hizo la misma pregunta:
–Acabo de llegar a este lugar, ¿Me podría decir cómo son los habitantes de esta ciudad?
– ¿Cómo es la gente de la ciudad de dónde vienes?
–Ellos son buenos, generosos, hospitalarios, honestos, trabajadores… tenía tantos amigos, que me ha costado mucho separarme de ellos.
–Los habitantes de esta localidad también son así. Respondió el anciano.
–Gracias por su ayuda, me quedaré a vivir con ustedes.
Un hombre que también pasaba muchas horas en la misma plaza, no pudo evitar escuchar las dos conversaciones y cuando el segundo joven se fue, se acercó al anciano y le preguntó:
–¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes si los dos jóvenes te hicieron la misma pregunta?
–En realidad todo está en nosotros mismos. Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquellas personas que tenían amigos en su ciudad de origen, también los encontrarán aquí, porque las personas reciben aquello que ellas mismas están dispuestas a dar a los demás.
«Todo lo bueno y lo bello de la vida que necesitas, lo llevas dentro de ti. Tú simplemente déjalo salir, compártelo con los demás y cuando menos te lo esperes regresará a tu vida»
De padre a Hijo
Querido hijo,
El día que me veas mayor y que ya no sea el que era, ten paciencia y procura entenderme.
Cuando no pueda comer por mí mismo y me ensucie; cuando no pueda vestirme bien, ten paciencia.
Recuerda las horas que pasé enseñándote a comer y vestirte.
Si cuando hable contigo, te repito las mismas cosas vez tras vez, no me interrumpas y escúchame.
Cuando eras pequeño, a la hora de dormir te tuve que explicar vez tras vez los mismos cuentos hasta que te quedabas dormido.
No me avergüences ni me riñas, cuando no quiera ducharme. Acuérdate de las veces que tuve que perseguirte y las historias que tenía que inventar para que quisieras bañarte.
Cuando veas mi ignorancia sobre las nuevas tecnologías, no te burles, dame tiempo y ayúdame a entender.
¿Recuerdas cuando empezaste a ir a la escuela? Te enseñé a hacer tantas cosas. Te ayudé a entender tantas cosas. Y sobre todo a saber cómo afrontar la vida. Muchas de las cosas que has aprendido en tu vida, son resultado del esfuerzo y la perseverancia de los dos.
Cuando en algún momento pierda la memoria o el hilo de nuestra conversación, dame el tiempo necesario para recordar. Y si no puedo hacerlo, no te pongas nervioso, seguro que lo más importante no era mi conversación y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas.
Si alguna vez no quiero comer, no me obligues. Conozco bien cuando lo necesito y cuando no.
Cuando mis piernas cansadas no me dejen caminar, tiéndeme tu mano, de la misma manera que yo lo hice cuando tu dabas tus primeros pasos.
Y si algún día te digo que ya no quiero vivir, que quiero morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene nada que ver contigo, ni con tu amor, ni con el mío.
Intenta entender que a esa edad, ya no se está tan aferrado a la vida y el pensamiento y la voluntad están más cerca del cielo.
Algún día descubrirás que pese a mis errores, siempre quise lo mejor para ti y que intenté preparar el camino que tú debías recorrer.
No debes sentirte triste, enfadado o impotente por verme de esa manera. Sólo debes estar a mi lado, intentar comprenderme y ayudarme como yo lo hice por ti.
En ese momento, te tocará a ti acompañarme en mi duro caminar.
Ayúdame al final de mi camino, con tu amor y paciencia. Yo te pagaré con una sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido.
Te quiero hijo.
Tu padre
El adoquín:
Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a toda velocidad en su auto Jaguar último modelo. De repente sintió un estruendoso golpe en la puerta, se detuvo y al bajarse vio que un adoquín le había hundido la carrocería de la puerta de su lujoso auto y además tenía el cristal destrozado.
Se subió nuevamente a su automóvil, pero al cabo de unos metros y lleno de rabia, dio un brusco giro y regresó a toda velocidad al lugar donde vio salir el adoquín que acababa de arruinar su magnífico auto.
Salió del auto de un salto y agarró por los brazos a un chiquillo. Le empujó contra el auto gritándole a toda voz:
¿Qué crees que haces con mi auto? Enfurecido, continuó recriminándole al chiquillo: ¡Es un auto nuevo, y ese adoquín que lanzaste va a costarte muy caro!. ¿Por qué hiciste eso?.
Por favor, señor, por favor. ¡Lo siento mucho!, no sabía qué hacer, dijo el niño. Le lancé el adoquín porque nadie se detenía. Las lágrimas caían por sus mejillas, mientras señalaba hacia la otra calle.
Mi hermano tropezó, y se cayó de su silla de ruedas. Se cayó al suelo y no puedo levantarlo.
Sollozando, le preguntó al ejecutivo: ¿Puede usted, por favor, ayudarme a sentarlo en su silla?, se ha dado un fuerte golpe y pesa mucho para mí solito...soy muy pequeño.
Avergonzado y emocionado por lo que acababa de pasarle, levantó al joven del suelo y lo sentó nuevamente en su silla de ruedas; sacó su pañuelo de seda para limpiarle las
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