Relatos De Mi Infancia

¿Qué historias recuerdas de tu infancia?

Son variadas, pues como crecí en un pueblo Veracruzano las historias iban desde un rumor de la chica que fue la más bonita del pueblo y que se fue porque el novio no le cumplió la promesa de casarse después de que tuvieron sus “amoríos”; pasando por la anécdota del clásico borracho que enfrento a un ser de ultratumba en varias de sus parrandas, y, que pese a su alcoholizado estado siempre salía triunfante (esto porque él era el que contaba las historias al día siguiente), hasta los pleitos generacionales entre algunas familias, que sin llegar a ser del tipo “Romeo y Julieta; si llegaron a marcar grandes diferencias entre sus miembros.

¿Estas historias, te las contaron o te las leyeron?

Las historias fueron contadas, eran principios de la década de los ochentas y solo las personas con una buena posición social tenían acceso a la tecnología de aquella época; y esta por demás decir que por ser un pueblo aun tenían costumbres muy arraigadas, en cuanto a la convivencia se refería, había personas que ya eran adultas y no sabían leer, mis abuelos se podían contar entre ellos. Siendo esta la razón por la cual ellos contaran las historias, como seguramente ellos las aprendieron a su vez de los demás: contándolas.

¿Quién te las leía o te las contaba?

Las contaban mis abuelos, ellos siempre encontraban el momento oportuno para rodearse de gentes que gustosas escuchaban sus relatos.

En aquella época, por las tarde, al final de los deberes domésticos, mi abuela se sentaba en su lugar favorito y ya fuera a su propia familia, ó alguna visita, ella iniciaba la charla con “se acuerdan de…” ó “Me estaba acordando, como en aquella ocasión...”.

Mi abuelo por su parte cuando podía al terminar la cena, hacia sobremesa, y ordenando a los niños que nos fuéramos a dormir, comenzaba a contar aquellas historias que a todos fascinaban, incluyéndome yo.

¿Cuál era el tipo de historias que preferías: acción, miedo, fantásticas, otras?

Mis historias preferidas siempre fueron las de miedo, y aunque no siempre me permitían estar presente cuando las contaban, encontraba alguna manera de colarme. Estas historias me gustaban mucho, porque eran una mezcla de sucesos fantásticos con miedo.

Como era de esperarse siendo niño, había ocasiones que después de escuchar alguna historia no pudiera dormir, imaginando a los seres descarnados merodeando mis sueños, como si tuvieran el derecho a acompañarme después de que yo osadamente hubiera escuchado la historia de cómo fueron derrotados por aquel individuo que lo único que poseía era la valentía que el licor le proporcionaba.

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