Santiago De Machaca De Jaime Saénz
Enviado por avanessssa • 26 de Abril de 2012 • 17.528 Palabras (71 Páginas) • 673 Visitas
“Santiago de Machaca” de Jaime Sáenz
11jul10
- I -
El muerto cayó de cabeza, con un ramo de margaritas amarillas- pero no se lastimó la cabeza.
Yo le pregunté si le dolía la cabeza, y él me dijo:
- Me llamo Santiago de Machaca; tengo cincuenta años, y he nacido en San Andrés de Machaca. Conozco el lago como la palma de mi mano, y he navegado toda mi vida. Pero ahora tengo hambre. Si no me das pan y chancaca, yo te rompo la camba calavera.
Y luego le dije:
- Sé que no solo estás muerto, sino que estás muerto de hambre.
- No solo estoy muerto de hambre –me dijo él-, sino que estoy más muerto que vivo. La fiebre exantemática me ha llevado a la tumba, pero no ha podido matarme. Hace tres años me llevaron al hospital, y a los pocos días, el médico me dijo que estaba muerto; y después me llevaron a la morgue, y después me enterraron. La fiebre exantemática es la cosa más rara; lleva a la tumba, pero no mata.
Santiago de Machaca devoró el pan y la chancaca; y de pronto, buscó entre sus ropas, y sacó un piojo del tamaño de un moscardón.
Me lo mostró y dijo:
- Ahora ya ves; éste es el piojo; no te asustes. Este piojo lleva a la tumba, pero no mata
- – Si tú lo dices, así será – le dije yo – Pero cualquiera se asusta al ver un piojo tan grande.
- Son tus nervios – dijo él -. La cosa es que el piojo nunca deja de crecer. Este piojo, por ejemplo, era casi invisible, pero ha crecido a mi costilla. Dentro de poco, será más grande que yo. Dentro de un año, será más grande que una casa. Dentro de dos años, será más grande que la Garita de Lima.
- ¿Y por qué no lo matas? – pregunté yo.
- Por una sola razón –repuso él- . La cosa es que si lo mato, muero yo.
Es cierto que este piojo crece a mi costilla; pero también es cierto que yo vivo a su costilla.
Santiago de Machaca guardó el piojo y dijo:
- Así es la vida. Uno se acostumbra. En la tumba tengo otros dos piojos; el uno se llama Pío, y el otro Venancio. La tumba es muy solitaria, y ellos me acompañan. El que yo guardo no está bautizado todavía, pero yo lo llamo Pedro. El piojo que me contagió se llama Bautista y era sano y fuerte, pero los enfermos le echaron ácido y, lo mataron. Bajo mi cama había un piojo negro, que dormía todo el día, y que murió de hambre. Le gustaba chupar sangre, pero nadie le daba pan ni chancaca.
- Yo sabía que los piojos comían pan y chancaca – dije yo.
- Los piojos comen de todo – declaró él-. Y para que veas lo que son las cosas te contaré que el barchilón del regimiento que estaba acantonado en Guaqui, odiaba a los piojos y los quemaba con gasolina; y en una de esas aparecieron millones de piojos y se lo comieron vivo
- Pobre barchilón – dije yo-. Es un mártir. Yo no sé qué hacen los piojos en este mundo. Ese barchilón hacía bien en quemarlos. Merece un monumento.
- Tranquilízate – dijo él -. A ese famoso barchilón le han hecho ya un monumento, y lo han declarado héroe. Y hoy en día, los piojos han dejado de ser una plaga, y la fiebre exantemática está de capa caída. Qué más quieres. Pero ahora ya empieza a dolerme la cabeza, y me arden los ojos. La caída con un ramo de margaritas amarillas ha sido brutal. Ya me voy. Menos mal que el Pío y el Venancio me esperan en la tumba; el Pedro es testigo, y el Bautista me protege. Gracias a ellos, yo muero en el hospital, y vivo en la tumba.
Santiago de Machaca me miró con aire ausente, y se alejó.
*
Ni pensar en los piojos que viven en la tumba y que acompañan a Santiago de Machaca.
No saben quiénes son ni saben lo que hacen – y por eso no matan, no obstante que llevan a la tumba.
A mí se me figura que el Pío se acurruca en un rincón, y el Venancio no se mueve; el Pedro sale del cuerpo de Santiago de Machaca se me aparece entre sueños; y yo diría que no se me encuentra en la tumba, sino en algún lugar de su cuerpo.
Y aún me atrevería a afirmar que Santiago de Machaca no tiene tumba.
- Pues en definitiva, es un muerto muy raro. ¿Quién es Santiago de Machaca? – resulta un poco difícil responder a esta pregunta. Pero una cosa es cierta: Santiago de Machaca es un errante que vaga furtivamente por la ciudad, y que solo se deja ver al filo de la tarde, en medio de las sombras, cuando se detiene en la Garita de Lima, y cuando se queda mirando a las gentes.
Santiago de Machaca es alto y flaco, encorvado, con perfil de cóndor, voz que retumba en su garganta, ojos pequeños y pómulos salientes.
Lleva un saco de cuero, pantalón de lona y enormes zapatos, con herrajes y clavos. Un sombrero de paja, redondo y de anchas alas, cubre su cabeza.
Alguna vez, Santiago de Machaca viaja al altiplano, al lago, a Puerto Pérez. Lleva encargos, se pone al habla con los indios y con los navegantes, y trae encargos.
Es entendido en minería y experto en soldadura autógena, y maneja ponchos de vicuña, finos aguayos y colchas de alpaca, pero no hace negocio.
Solamente vende y trabaja porque le gusta.
Muchas veces va al hospital, y entra sigilosamente a la morgue; se repantiga sobre las mesas de calamina, y habla con los muertos.
Y después cruza oscuros patios y zaguanes, sube por los graderíos, atraviesa largos corredores, se desliza por carcomidas canaletas, y se interna en lóbregos canchones; y después roba cadáveres, y los regala a los estudiantes.
Con alguna frecuencia, Santiago de Machaca se olvida de que está muerto y va a la recova a comer un buen plato; y de repente se siente desfallecer y se llena de espanto creyendo que está vivo
Santiago de Machaca sabe muy bien que está muerto; y por idéntica razón, le causa terror sentirse vivo.
A veces lo veía en la calle y me encontraba con él, y en una de esas
...