Somos lo que sentimos. Somos lo que pesamos, lo que hacemos y lo que decimos ¿y si no tenemos el valor de mostrar lo que somos?

Somos lo que sentimos. Somos lo que pesamos, lo que hacemos y lo que decimos  ¿y si no tenemos el valor de mostrar lo que somos? Entonces, tendremos unos discursos sin voz ni receptor.

Los artistas probablemente más que otras personas tengan la necesidad de trasmitir lo que sienten. Necesitamos trasmitir lo que sentimos, sacar eso que nos guardamos dentro que nos genera inquietud. Templamos nuestro mundo interior mediante la creación de imágenes, proyectando el interior al exterior. Dotamos a nuestras inquietudes de un lugar material en el mundo y las hacemos tangibles. De ese modo, esperamos encontrar respuestas o calma de espíritu. Sin embargo, esta necesidad en ocasiones se ve frustrada por los propios sentimientos, la rabia, el miedo, la tristeza … De este modo esos recuerdos borrosos al no ser dichos, saboreados, quedan grabados como marcas que nos definen, heridas cicatrizadas, palabras que nunca se dijeron, discursos sin voz ni receptor. Es por eso que  no todo lo que somos lo decimos, no todo lo que sentimos o pensamos lo comunicamos. Esto genera una inquietud, nos estancamos en el silencio. De ahí surge la necesidad de crear.

Quizás quede algo por contar de nosotros mismos que esperamos que se cuente, a pesar de que no queremos contarlo. Una necesidad primaria de entendimiento y  de erradicar esa soledad en nuestro interior.

Queremos expresarnos y comunicarnos pero el miedo nos pone trabas, por eso usamos subterfugios para no decir lo que en realidad queremos decir. Es ahí, en lo que no decimos muchas veces, donde yace la verdad más que en lo que se dice. Ya se han dicho muchas de las cosas menores que nos atañen, pero las grandes siguen sin haber sido dichas; y no hay nada que pueda ocupar su lugar. Hasta que se cuente la historia que falta sobre nosotros, ninguna otra cosa que se cuente nos puede bastar: nuestra ansiedad persistirá en el silencio.

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