Suelo
ordeped23 de Mayo de 2012
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Suelo
El suelo es una superficie, un recurso natural, y un sistema dinámico y complejo, en el que se efectúan procesos que involucran componentes físicos, químicos, e incluso componentes vivos. Etimológicamente, esta palabra proviene del latín “solum”, cuya definición es: tierra, suelo o parcela.El Suelo es una capa de la corteza terrestre, formada por elementos de origen mineral y orgánico. Esto se debe a la alteración (o meteorización) de las rocas de la litosfera (denominada roca madre) y al aporte de los restos de materia orgánica de las plantas y de los animales (que nacen, viven y mueren sobre el).
Su formación
La formación general de los suelos es un proceso que varía según los distintos elementos presentes en él y la intensidad con los que actúan los factores que intervienen. Es por estos que podemos nombrar algunos elementos y factores como los más importantes:
Roca madre; es decir la roca original. Sus elementos pasan a constituir el suelo que se forma por encima de ella. Por ejemplo, los suelos calcáreos son formados gracias a las rocas calizas.
El Clima; en aquellas zonas en donde la temperatura es mucho más elevada, la descomposición de la materia orgánica por ende es mucho más rápida, facilitando la formación de humus y alterando químicamente sus elementos. Sumado a ello, las abundantes lluvias propician que algunos elementos del suelo se disuelvan.
El relieve; la acumulación de sedimentos que conforman el suelo es facilitada por la pendiente o las distintas formas que se presentan en el relieve.
Finalmente, quienes aportan mayor cantidad de materia orgánica, es la vegetación y la vida animal. Esto es importantísimo, ya esta materia es el que permite la formación de suelos ricos en humus.
Entonces, podríamos decir que todos estos elementos y factores interrelacionados inciden directamente sobre la formación de distintos tipos de suelos. Estos se diferencian por presentar además, diversas propiedades físicas y químicas; por ejemplo:
*Textura: el suelo está formado por un sinnúmero de partículas de distinto tamaño. Esto determinará la porosidad, la capacidad para retener agua y la aireación del suelo. Tal es así, que las partículas se clasifican en arenas (si tienen granos muy gruesos), limo (intermedios) y arcilla (si las partículas son muy finas).
*Color: esta es la propiedad más manejada, por su utilidad y rapidez para determinar el tipo de suelo al que corresponde. Por ejemplo: marrón (es que posee poca cantidad de materia orgánica y su fertilidad es variable); negro (abundante materia orgánica, buena estructura y elevada fertilidad); rojo (suelos ricos en óxidos de hierro, situados en lugares de altas temperaturas, baja actividad del agua, poco fértiles); amarillos (baja fertilidad), etc.
*Acidez: se mide la acidez o alcalinidad de los suelos, a través de reactivos químicos expresados en una escala de pH (de 0 a 14). Es decir, que los que contengan pH 7 son neutros, los que se sitúan por debajo son ácidos, y los que superan al 7, son alcalinos.
Perfil del suelo
Los horizontes o capas del suelo, hacen referencia a su estructura. En ellas podemos evidenciar la presencia de materiales muy similares a la roca original, los cuales se sitúan en su extremo inferior, mientras que en el superior predominan materiales muy alterados producto de múltiples factores externos. Quien juega un rol muy importante en esta diferenciación horizontal es el agua, ya que transporta de manera vertical los materiales, esto puede ser a través de las precipitaciones arrastrando materiales o bien por ascenso del mismo por capilaridad.
A tal punto que esta diferenciación a la que hacemos referencia, la podemos observar mediante un corte vertical, denominado “perfil del suelo”. Identificando del mismo capas de distintos colores y texturas. Por ejemplo: el primer horizonte que encontramos se denomina A, y corresponde a la capa superior. Esta por lo general posee un color oscuro debido a la acumulación de humus, formado por materia orgánica que se mezcla con los componentes minerales del suelo.
Seguidamente encontramos el horizonte B, compuestos por minerales aportados por otros horizontes. Debajo de este, encontramos el horizonte C, que es la capa que esta más en contacto con la roca madre y poseyendo de esta algunos fragmentos, cuestión que lo diferencia del anterior. Y finalmente, nos encontramos con el sustrato sólido en donde se apoya el suelo, denominado roca madre. Su función es aportar materiales a los demás horizontes.
Sin embargo, cabe aclarar que no todo lo suelos presentan esta diferenciación bien definida en horizontes, esto por lo general es más claro en los suelos fértiles y duros, mientras que en los demás esta secuenciación es poco desarrollada.
La Estructura del Suelo
Se refiere a la manera en que las partículas del suelo se agrupan en fragmentos mayores. Las partículas irregulares de aristas y vértices agudos dan lugar a una estructura en bloques con forma de nuez. Si las partículas son más o menos esféricas, la estructura es granular. Algunos suelos tienen estructura prismática o en columnas, formada por prismas o columnas verticales de tamaño comprendido entre 0,5 y 10 centímetros.
Acondicionamiento del suelo para la siembra
La labranza
El acondicionamiento de los suelos es una tarea básica cuando deseamos mantenerlos como terrenos de cultivo productivos. La labranza es la primera operación en cualquier proceso de acondicionamiento, sin ella la siembra y germinación de las semillas se hace inviable.
La labranza es la acción de preparar la tierra de cultivo, volteándola mediante un apero denominado arado. Este instrumento apenas ha sufrido variaciones desde el primitivo arado romano, salvo en que la tracción animal ha sido sustituida por la tracción mecánica.
El arado apenas ha sufrido variaciones desde el primitivo arado romano, salvo en que la tracción animal ha sido sustituida por la tracción mecánica
El arado consiste en una reja que abre un surco, y una lámina metálica con una curvatura determinada que le da la vuelta a la tierra levantada. Los arados más modernos incorporan varios cuerpos con los que se pueden trazar más de un surco, o discos cortantes situados oblicuamente que sustituyen a la reja. En determinados tipos de cultivos, como los dispuestos en hileras, después del labrado se utilizan habitualmente los escarificadores; se trata de instrumentos que arañan la superficie del suelo pulverizándola en vez de penetrar en él profundamente.
Los escarificadores se utilizan en determinados tipos de cultivos, como los dispuestos en hilera, para arañar la superficie del suelo sin penetrar en él profundamente
En la operación de labrado la tierra es removida y aflojada en las capas superficiales, a la vez que las hierbas quedan volteadas y dispuestas para la descomposición, que añadirá materia orgánica al suelo. El lecho que permanece tras el labrado mantiene la humedad adecuada para que las semillas puedan germinar. La labranza aporta también otros beneficios secundarios pero no menos importantes, como son la oxigenación del suelo y drenaje del agua gracias a la pulverización de la tierra. Esto redunda en un hábitat más adecuado para los microorganismos descomponedores, como los fijadores del nitrógeno atmosférico, y a una mayor actividad biológica edáfica. Además, la labranza contribuye a que las plantas se desarrollen saludablemente, y con mayores garantías de resistencia a las enfermedades o insectos dañinos.
La labranza continua y profunda (tradicional) es a la larga perjudicial para las tierras de cultivo. Cuando la capa fértil no es muy gruesa, ésta queda sepultada a 15 o 20 cm. después del labrado, mientras que en la superficie queda expuesta la tierra más pobre; esto obliga a fertilizar para disponer de cosechas productivas. Para salvar este problema es conveniente realizar labranzas de conservación o mínimas, consistentes en introducir ligeramente el arado de forma que los restos de la cosecha queden enterrados a poca profundidad, o también dejándolos que se descompongan sobre la superficie. Estas actividades contribuyen a mantener la fertilidad y humedad de la tierra, a la vez que la protege de la erosión. La labranza en profundidad se hace necesario cuando los suelos poseen una compacticidad excesiva que impide un drenaje adecuado, o las raíces no pueden penetrar con facilidad, aunque como ya se dijo presenta sus inconvenientes si se realiza intensivamente, especialmente si se trata de suelos de textura fina en comparación con los arcillosos o arenosos.
La labranza tradicional es a la larga perjudicial para las tierras de cultivo. Al labrar profundamente la tierra fértil queda enterrada a 15 o 20 cm., mientras que en la superficie queda expuesta la tierra más pobre.
Como se sabe, las superficies labradas quedan expuestas más fácilmente a la erosión o lixiviación por el agua. Por ello, en aquellas regiones cuyo clima mantiene una humedad elevada, se debe evitar en lo posible labrar previo a las estaciones lluviosas. Por el contrario, en las zonas áridas o de escasa humedad y dado el corto periodo lluvioso debe hacerse lo contrario, con objeto de que una vez labrada la tierra ésta absorba la máxima cantidad de agua. Asimismo, el tipo de labranza que se realice es importante para evitar la erosión, dependiendo de las características del terreno. Por ejemplo, si en un terreno desnivelado se trazan los surcos de arriba abajo, las aguas discurrirán por los surcos y arrastrarán elementos de la superficie; sin embargo si se realizan los surcos perpendiculares a la pendiente, conservarán
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