Taylorismo, Fordismo Y Administración Científica En La Industria Automotriz
jojue07721 de Septiembre de 2014
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Introducción
Ésta es una reflexión sobre Frederick Winslow
Taylor, fundador de la llamada “administración
científica”, a partir de una investigación
que realicé sobre la industria automotriz.
Relaciono al autor con Henry Ford, pues, además
de ser éste un continuador del proceso de racionalización
de la producción que inició Taylor,
la industria automotriz utilizó el taylorismo y el
fordismo como binomio inseparable e ineludible
en la gestión de la producción y el trabajo en ese
sector económico. Fue hasta los años ochenta
del siglo xx cuando, a decir de algunos autores,
entró en crisis el taylorismo y dio lugar a nuevas
formas más flexibles de administración del trabajo
y la producción. A partir de un recorrido de
Norteamérica a México, pretendo —histórica y
analíticamente— rescatar las características del
taylorismo y la continuidad de sus inquietudes
en los seguidores —directos e indirectos— de la
administración científica; dar un panorama de
la relación del taylorismo y el fordismo con la
gestión y control de la producción y el trabajo en
la industria automotriz y su pervivencia, a pesar
de las transformaciones que siguieron a la década
de los ochenta del siglo xx, años en los que
centraré mis reflexiones. Cierro el artículo con
algunas acotaciones sobre lo que vino después.
Friederick Winslow Taylor y sus aportaciones
Según Reinhard Bendix, para el ejercicio de la
autoridad en el proceso de producción, desempeñan
un papel fundamental la ideología en
general y las ideologías de la dirección en particular
(Bendix, 1966:2). Entre las segundas están
“todas las ideas sustentadas por o para aquellos
José Othón Quiroz Trejo
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que ejercen una autoridad en empresas económicas
y que tratan de explicar y de justificar esa
autoridad” (Bendix, 1966:2). Dentro de las ideologías
directorales —que surgen en las industrias
modernas—, el autor ubica al taylorismo, cuyo
origen en un contexto histórico, técnico-económico,
social y cultural, en el que la religión
tiene un papel importante en el imaginario social
del que abrevó Taylor. A partir de 1850, las
predicas de Samuel Smiles en Inglaterra sobre el
Evangelio de trabajo y de esperanza gozaron
de gran popularidad en eua durante el periodo de
su rápido crecimiento industrial. Smiles pregonaba
la necesidad de “usar el pensamiento para
desarrollar el carácter y así sobrevivir en un
medio donde sólo los más aptos triunfaban”
(Bendix, 1966:266). Las ideas con un cariz religioso
se fueron secularizando y reaparecieron en
el movimiento del “Nuevo pensamiento” (1895-
1915), “que deificaba al individuo, hacía de sus
capacidades mentales una emanación de Dios
y concebía el universo como una manifestación
de una esencia vaga, espiritualista y omnipresente”
(Bendix, 1966:271). Estas ideas, trasladadas
al terreno de la producción, generaban consignas
centradas en las cualidades mentales de los
individuos y sobre cómo usarlas para alcanzar
la cima. Ese imaginario impregnado de religiosidad
secularizada y del racionalismo moderno
influyó en las pesquisas que Taylor realizó en la
industria.
Por otro lado, durante los últimos años del
siglo xix y los primeros del xx, la siderurgia había
cobrado gran importancia en los países más
avanzados. Las fusiones con nuevas aleaciones
permitían la elaboración de aceros de mayor
maleabilidad y con nuevas propiedades. Estos
aceros posibilitaban la producción de complejos
bienes de capital y artículos de consumo duradero
que revolucionaron la industria metalmecánica.
La producción del acero todavía era realizada
por obreros con cierta calificación, trabajadores
cuyo oficio estorbaba el desarrollo del capital y a
los cuales había que sustituir, expropiándoles su
saber-hacer. La Amalgamated Association of Iron
and Steel Workers (aaisw), uno de los sindicatos
más viejos de Estados Unidos y el segundo en número
de afiliados dentro de la American Federation
of Labor, fue el blanco del empresario americano
personificado en Andrew Carnegie, quien
en 1892 decidió terminar con los trabajadores
calificados de su planta en Homestead. El 4 de
abril decía: “como la vasta mayoría de nuestros
empleados no están sindicalizados, la firma ha
decidido que la minoría (los obreros calificados
sindicalizados) debe dar su lugar a la mayoría.
Estos puestos, por lo tanto, serán necesariamente
no sindicalizados después de la expiración del
presente contrato” (Lens, 1974:74). Por aquellos
años, Friederik W. Taylor, nacido en 1856, realizaba
sus experimentos en los talleres de la Midvale
Company en busca de lo que, en aquella
época, se había convertido en la nueva piedra
filosofal de los empresarios: la reducción del
tiempo y de los movimientos de la producción
utilizados en la producción de cualquier mercancía:
the one best way taylorista. La coincidencia
de estos dos personajes en sus deseos de recomponer
el trabajo en la industria del acero, el uno
por la vía de la represión directa —desatando
una verdadera guerra contra los trabajadores de
Homestead— y el otro por la vía de la aplicación
de la racionalidad científica y la transformación
tecnológica al proceso de producción, era, entre
otras cosas, una respuesta empresarial ante los
desafíos de la clase obrera. El pensamiento y la
acción de Taylor —quien vio frustrada su carrera
de abogado por un problema físico, se convirtió
en aprendiz y acabó siendo ingeniero consultor
de industrias—, se sustentaron en una expansión
sin precedentes de la economía norteamericana,
que exigía la reestructuración de la clase obrera,
en particular la del sector de los acereros. Como
el Carnegie de aquellos años y el Ford en los
años posteriores, F. W. Taylor iba a cumplir su
papel de técnico al servicio del capital. Incluso
se convirtió en un conferencista que recorrió
su país pregonando sus lecciones de administración
científica de manera gratuita. A la larga,
sus métodos serían más eficaces que la burda
represión empresarial, puesto que, aunque las
batallas de Carnegie contra los acereros hayan
traído como consecuencia que la membresía de
la aaisw descendiera de 24 000 trabajadores en
Taylorismo, fordismo y administración científica en la industria automotriz, pp. 75-87
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1892 a 10 000 en 1894 y 8 000 en 1895 (Lens,
1974:88),1 los métodos de Taylor serían, a largo
plazo, más efectivos y se convertirían en parte
ineludible de las ideologías directorales en la
producción durante el siglo xx.
F. W. Taylor se ocupó no solamente de la
administración de la fuerza de trabajo en la producción;
su racionalismo y sus experimentos
lo llevaron a concebir la producción inmediata
como una totalidad en la que intervenían la fuerza
de trabajo y los medios de producción. No
sólo cronometró los tiempos y los movimientos
del trabajo vivo en el proceso de laboral, sino
que implementó mejoras a las herramientas y las
materias primas como el acero, que transformaron
los procesos de su elaboración y las velocidades
en su producción (Friedmann, 1977:98-99). Taylor
no sólo “racionalizó” los movimientos del
trabajo vivo al reducirlos a su mínima expresión,
descalificó al obrero y lo convirtió en el
“estúpido y flemático que en su conformación
mental ha de parecerse más a un buey que a un
hombre” (Taylor, 1974:58), como llamaba despectivamente
a su prototipo de trabajador ideal,
sino que expropió el saber-hacer que poseía el
obrero mediante acciones que silenciosa y sigilosamente
coadyuvaron a la extinción del obrero
de oficio.
Entre algunas de las medidas técnico-políticas
que Taylor desarrolló tenemos:
a) La noción de colaboracionismo de clase
sobre la cual se sustentan los sindicatos llamados
blancos y amarillos. Un día Taylor
le contestó a un obrero que le dijo que sus
técnicas servían para incrementar las ganancias
del patrón: “Usted y yo diferimos
absoluta y radicalmente en algo que usted
parece no comprender. Usted postula en
principio que la guerra entre obreros y empresarios
es la única vía hacia el éxito para
los obreros. Mientras que yo creo —con la
misma convicción—, que el camino del éxito
pasa por la colaboración más estrecha y
más amistosa” (Friedmann, 1977:116-117).
b) La
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