Tesis

Iván Sandoval Carrión

ivsanc@yahoo.com

Martes, 17 de Septiembre, 2013

¿Para qué sirven las tesis?Al concluir voluntariamente mi carrera como docente universitario, me sigo planteando la misma pregunta que ha insistido en mí desde hace más de veinte años: ¿Para qué sirven las tesis universitarias? Supongo que son el residuo de otra época, en la que nuestros antecesores creían que la universidad ecuatoriana sería el epicentro de la investigación científica y de las propuestas sociales innovadoras, en beneficio del desarrollo de nuestro país. Tal como han ido las cosas, me temo que “la tesis” se ha reducido –en la mayoría de los casos– a una formalidad que nuestras instituciones mantienen sin interrogarse acerca de su sentido, y a la que nuestros estudiantes se someten sin chistar considerándola un requisito que cumplir y un tedioso obstáculo por superar.

Pocos deben ser los casos en los que un estudiante se beneficia de este ejercicio, que le permitiría profundizar en un área del conocimiento o responder a una pregunta personal. Aún así, es excepcional que ese esfuerzo personal tenga el nivel de una investigación que beneficie a la sociedad entera. En la mayor parte, y sobre todo en las llamadas ciencias sociales, “la tesis” está atravesada por sesgos que matan la posibilidad de una genuina investigación. Entre ellos están: los temas y los autores de moda, las preferencias del director de la tesis y de los profesores lectores, el hecho de que solo al final de la carrera reciben un “taller de tesis para que aprendan a investigar”, y la penosa constatación de que muchos egresados universitarios sencillamente… no saben escribir.

En muchos casos, el proceso de realización de “la tesis” y el rito de la defensa, es la instancia donde verificamos el fracaso de toda la educación ecuatoriana, desde la escuela primaria. En general, no solo que no se nos enseña a investigar, sino que no se nos enseña a pensar, a escribir correctamente y a leer de manera crítica, contextualizada y reflexiva. En mi generación, algunos empezamos a aprender solo después de que nos graduamos, porque los esquemas tradicionales y oficiales de nuestra educación particular o estatal operaban contra ello. La suma de todos nuestros defectos se plasma en ese fenómeno antiecológico que llamamos “las tesis”: toneladas de papel amontonadas en nuestras universidades con escritos que nadie lee y que solo en casos excepcionales aportan algo nuevo, y hectáreas de bosques talados para satisfacer un ritual academicista pretencioso más que pretensioso.

Desde hace tiempos se dieron cuenta de esto en muchos países de Europa y en Norteamérica, por ello han suprimido las tesis universitarias y las han reemplazado por un mayor énfasis en las prácticas y las pasantías, y

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