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Un Zape De Amor.


Enviado por   •  23 de Mayo de 2014  •  696 Palabras (3 Páginas)  •  174 Visitas

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Para comprender la palabra Autoridad y respeto, uno recuerda a nuestros abuelos cuando aplicaban los ya muy olvidados correctivos, un coscorrón era la clara y sintetizada forma de reprender a un infante, enseñando los nítidos márgenes de autoridad y respeto, una lección que daba como resultado una diminuta cicatriz sentimental que nos afianzaba a la idea de que ese acto físico era la obvia señal del afecto, acción que nos acercaba a la razón.

Nuestros padres, algunos, no recibieron de la mejor manera, la postura pacífica que la nueva generación demandaba, todavía recuerdo mi padre co-participando con mi madre, la que según mis teorías nunca fundadas, fue la última pieza del rompecabezas para la recesión de la guerra fría, las técnicas de espionaje y tortura, meramente mexicanizadas, eran la evidencia tangible de que esos viajes cálidos y soleados con la tía Silvia a la Isla del Padre, en realidad era la impartición de seminarios de dolor en la fría y siniestra Siberia.

La Espera Afuera de su cuarto, el volumen alto de la televisión, puerta atrancada con un librero y el termóstato elevado a condiciones donde el mismo sudor de las víctimas confundiera la estabilidad emocional cuando este mentía; llega mi turno, lenta caminata atravesando el lugar original del interrogatorio, donde las sonrisas de la foto familiar no deslumbraban la alegría original que nos albergaba el día cuando congelaron esa memoria, al menos mi sonrisa no era la misma, el intercambio de preguntas no fue cerca de la puerta, fue en el baño, evitando que mi hermana pudiera escuchar algún detalle del interrogatorio y entrelazar una historia que ligeramente coincidiera con la de un servidor; era sencillo, la tortura no era para resolver quién rompió, escondió, desobedeció o secuestró algo, el motivo no era lo pasado, ellos se enfocaban al futuro.

La lista interminable de fechorías, algunas retumbaban en mi mente, otras me tomaban por sorpresa y otras de plano fueron planeadas, nunca ejecutadas; No estaba lidiando con subversivos enemigos de los manuales paternales y/ó ningunos novatos en el arte de la persuasión, no era hora de vestirme de héroe, la misión era clara, no debía de hacer más larga la espera para mi hermana, la clave era no caer en su juego y dejar morir lentamente a mi vándala compañera fiel, simplemente era, terminar la tortura y la espera de lo inevitable, sentir el pulso de mi corazón vigente y palpitando en la marca maldita de la temida correa del cinturón.

El látigo suena una, dos, tres veces, entre sollozos y lamentos gritaba, ¡no más!, ¡perdón papito! y el silencio arribaba, lentamente me subía el short cuando de la nada me tomaba por sorpresa el ultimo cariño de dolor, una vez que el último recordatorio de autoridad llegó, el silencio regresó mientras me vestía, la despedida no fue ni solemne, ni protocolaria, solo fue un seco háblale a tu hermana.

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