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Un destino huracanado


Enviado por   •  16 de Marzo de 2017  •  Ensayos  •  7.382 Palabras (30 Páginas)  •  136 Visitas

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UN DESTINO HURACANADO

Las paredes humedecidas por la filtración  constante de líquidos, quién sabe de qué origen, estaban causando deterioro en la salud del único reo que habitaba la celda 351.

Nicanor, preso por un homicidio que no cometió, soportaba con buen ánimo las dificultades que a diario pasaba al estar en la cárcel federal de “Mil Cumbres”, pues en menos de un año saldría libre. Había recibido de su abogado, un experimentado legista de nombre Honorato, la noticia de liberación anticipada en cuanto se arreglaran unos papeles que en ese momento estaban en el juzgado que llevaba su causa, asunto que no tardaría sesenta días, a lo mucho.

        Un recuerdo cruzó por la mente de Nicanor, y se preguntó:

        —Si pudiera ver a Esperanza, ¡Qué de cosas lindas le diría!

Ella y él habían vivido un romance enternecedor; en el barrio se aseguraba que pronto formarían un hogar. Pero la desgracia llegó, como siempre llegan esos momentos de dolor y de angustia, por sorpresa.

Era un viernes. La jornada en la fábrica de comida rápida pre cocida había concluido. En el regreso a su casa Nicanor tenía que cruzar por tres puntos de riesgo, pero no de temor, al menos no para él, joven, fuerte y hecho en el medio, que, aunque no dejaba de suceder hechos de sangre, nunca hubo noticia de que sucedieran antes de la media noche.

        Todo sucedió en unos segundos; no hubo oportunidad de reacción para evitar las consecuencias. Un hombre malherido de bala, con pistola en mano, acabó por encontrarse con Nicanor en un abrazo de agonía. Y allí, aquel desconocido sangrante, llenando de evidencias la vida de Nicanor, aflojó el cuerpo y se fue al piso.

        No pasaron 60 segundos cuando agentes de la policía, con  armas en mano, se hicieron presentes.

—¡No se mueva!¡Ponga las manos en la cabeza!

        En cuanto estuvo esposado supuso la trama que le iban a inventar. Y así fue. Cerca de la media noche le permitieron hacer una llamada telefónica a su familia para indicarles en qué lugar estaba detenido. Y con lágrimas en los ojos les pedía que no se preocuparan, que hubo un mal entendido, que muy probablemente el día siguiente estaría fuera de esa cárcel preventiva de la comandancia policiaca.

        La mente traicionaba a Nicanor; no se hacía a la idea de tanta saña como se le juzgó. Perdonaba a los jueces que nunca creyeron en sus palabras, que no tomaron en cuenta los resultados de balística, que lo consignaron por criterios de intereses particulares por encima de la verdad y de la justicia.

— ¡Póngase su ropa!¡No tarde! —le dijo el guardia celador, con tono prepotente.

A sus órdenes —expresó Nicanor una vez que hubo concluido de vestirse la ropa casual y colocado la  de presidiario sobre la cama de la celda.

—¡Sígame! —le dijo el guardia.

        Nicanor temblada de emoción. Sintió que se desmayaba en el trayecto de la celda a la oficina del director de la cárcel, pero se sobrepuso a la inexplicable mezcla de sensaciones, y así pudo firmar el libro de registro de su libertad y recibir el acta en la que se asentaba el cumplimiento de una sentencia dictada por un juez hacía un poco más de siete años.

        Su padre,Emeterio, y su madre, Josefa, ya entrados en años, su hermana Elena de 17, y su hermano Joel, de 25,lo esperaban en el área de visitas. También estaba presente el abogado Honorato. Toda su familia a la vez lo abrazó; se le hizo un nudo en la garganta, las palabras se negaban a salir de su boca. ¡Qué de ideas se le venían a la mente! ¡Cuánto anhelo de vida se expresaron en ese abrazo lleno de amor, de ternura y de esperanza!

        Nicanor había cambiado su manera de entender la vida, a los demás en su casa y a la gente en general. Un plan de recuperación de su vida, no lo tenía, aunque sabía que de alguna manera tendría que escalar de nuevo para ser el que siempre fue, pues culpa nunca tuvo.

—Mamá —dijo un día apenas se levantó de la cama, un poco antes de las siete de la mañana—me voy a dar una vuelta por el centro de la ciudad, tal vez encuentre una oportunidad de empleo.

Se puso sus lentes oscuros, un sombrero de ala corta y un poco caída; se camisa era gris; y con tenis y pantalón “levis” se encaminó a la parada más cercana del camión que lo acercaría a su destino propuesto.

        Una pasajera joven, de facciones agradables, compañera de asiento en el camión le preguntó:

—Señor, ¿está de vacaciones? —Nicanor se sorprendió por la pregunta.

— ¡Eh!, bueno, sí, son como vacaciones—dijo amablemente—  espero que pronto terminen.

—Entonces, ¿no es usted turista? —insistió la joven.

—No, en realidad. Soy un desempleado que quiere encontrar una oportunidad de trabajar.

—¡Ah! ¡Vaya! Precisamente mi papá está expandiendo su negocio y necesita gente como usted, con muchas ganas de trabajar.

Y sacando una tarjetita de presentación del negocio de su padre, la chica se la entregó a Nicanor.

—Mire. Si se decide, busque a mi papá en esta dirección o llame a los teléfonos que están anotados. Yo creo que mi papá le dará el trabajo. Le hablaré de usted. Ya verá.

Acto seguido la chica se puso de pie; con una seña de la mano se despidió de Nicanor y se bajó del autobús. El joven sintió que algo bueno iba a acontecerle a partir de ese momento.

— ¡Hola, Elena! ¡Qué bonito vestido traes! —dijo Nicanor a su hermana.

—¡Ay, tú! ¡Exageras! Si ya lo he usado varias veces.

—Pues se te ve muy bien, y realza tu juventud.

—¡Vamos, Nicanor! ¡Déjame en paz!

Y se retiró de la vista de su hermano.

        La noche tomó ocupada a la familia en la ornamentación de la vivienda por motivo de la celebración del cumpleaños 58 de doña Josefa; esta vez había un motivo especial: la presencia de Nicanor en ese hogar.

—Está quedando muy alegre la casa con los colores de las flores, las cortinas y los manteles—dijo don Emeterio, elogiando a todos en la familia.

—Mañana se verá mejor con la luz de día. Ya verán —expresó Elena.

—Me hacen sentir muy contento con esta preparación de la fiesta de mi mamá. Se lo merece. ¿Verdad, chula? —comentó Nicanor.

—Gracias, hijo. ¡Nos hacías tanta falta! ¡La cena está lista! ¡Pasen a la mesa, por favor!

        Nicanor se preparó para la entrevista con el

padre de la chica del camión. Salió temprano de su casa, no sin antes darle un fuerte abrazo a su mamá por su cumpleaños. El taller al que se dirigió se ubicaba a veinte minutos de su casa, yendo en una unidad de transporte público. En cuanto pidió ver al señor Toledo, lo hicieron paras a tomar asiento en la recepción. No tardó el dueño del negocio en hacerse presente. Nicanor se puso de pie, y, estirando su mano derecha, la estrechó con la del señor Toledo.

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