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Vicios Del Lenguaje

javierleon1424 de Noviembre de 2012

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Vicios del lenguaje

Al abordar el estudio sistemático de la comunicación verbal es importante adentrarnos, no sólo en aquellos rubros que han de enriquecer nuestro acervo lingüístico, como el aprendizaje de nuevo y mejor vocabulario, el conocimiento de las figuras retóricas o las diferencias dialectales que se conforman alrededor de las lenguas, sino identificar los escollos que, en el mismo lenguaje, entorpecen, cuando no imposibilitan, el intercambio de experiencias. Nos referimos a los vicios del lenguaje, es decir, los factores que alteran el flujo normal de la experiencia comunicativa verbal. Entre los más frecuentes del lenguaje se cuentan los siguientes:

Ambigüedad o Anfibología: doble sentido propiciado por una redacción imprecisa, que se presta a más de una interpretación:

• Vendo calcetines para caballeros de lana.

• Acabo de conseguir un ventilador eléctrico de bolsillo.

• Apenas me voy a lavar.

• Vino el perro de tu hermano.

• Se solicita muchacha para antojitos en la noche.

Arcaísmo: palabra o frase que ha caído en desuso tanto en el habla como en la escritura cotidiana de una localidad, región o de un país determinado, aunque excepcionalmente puede hallarse en la jerga lingüística de algunas profesiones:

• Desfacer entuertos (resolver problemas).

• Foja (hoja).

• Currículum (Currículo/s; sólo se admite currículum en currículum vitae).

Neologismo: Uso frecuente de vocablos, acepciones o giros nuevos:

• Dobleclicklear

• Deletear

• Chatear

• Escanear

Barbarismo: pronunciación o escritura inadecuada de las palabras:

• Poner los puntos sobre las is (sobre las íes).

• ¿Aprobastes el examen?

• Compramos las herramientas en base a… (con base en...)

• Expuso sus argumentos en relación a... (en relación con...)

• Me avisa cuando váyamos a salir (vayamos).

• No le satisfacerá lo que dices (satisfará).

También se llama barbarismos a los extranjerismos, es decir, palabras de otras lenguas que sustituyen a las existentes en español con sentido completo:

• Show (espectáculo).

• Amateur (aficionado).

• Best-seller (éxito de venta).

• Bungalow (casa de campo).

Cacofonía: disonancia que resulta de la repetición de sílabas o letras:

• Juana nadaba sola.

• Atroz zozobra.

• Su visión genial fue puntual para la obra colosal que hoy tiene alcance universal.

• Así ha sido promovido el consabido descuido de quienes han tenido en el olvido esa responsabilidad.

• Con conocimiento de causa, comunicó a colegas sus correcciones.

Hiato: cacofonía provocada por el encuentro de vocales, especialmente perceptible en ciertas combinaciones de a, e, o:

• De este a oeste.

• Iba a Alcalá.

Idiotismo: construcción o expresión peculiar, contra las reglas de la gramática, pero que responde a determinados contextos:

• Alcanzabilidad (alcanzable)

• Controlabilidad (control)

• Observabilidad (observable)

Impropiedad: empleo de palabras cuyo sentido no corresponde al contexto en el que se utilizan:

• Es un ejecutivo agresivo (audaz).

• Examinar el tema con profundidad (con atención /detenimiento).

• Juan ostenta el cargo de alcalde (desempeña / ejerce)

• El sindicato no varió su posicionamiento (posición).

• El coche era bien grande. (muy grande).

Pleonasmo: empleo de palabras innecesarias, que remiten a las características

• Tubo hueco por dentro (tubo).

• Persona humana (persona).

• Volar por el aire (volar).

• Lo vi con mis propios ojos (lo vi).

• Muy óptimo (óptimo).

• Muy idóneo (idóneo).

• Salir afuera (salir).

• Subir (subir).

Redundancia: repetición o uso excesivo de una palabra o concepto:

• A mí, personalmente, me parece que... (Me parece que...)

• Suele venir a menudo (suele venir)

• Grosso modo y a grandes rasgos... (grosso modo).

• Te quiero, mas, pero sin embargo... (te quiero, mas.../te quiero, pero.../te quiero, sin embargo...) de lo referido:

• Otra vez volvió a regresar (otra vez volvió / otra vez regresó).

Solecismo: falta de sintaxis; error cometido contra la exactitud o pureza de un idioma:

• Lo llevé un regalo (le llevé...).

• Contra más me lo dices, más me olvido (Cuanto más lo dices...).

• Ha habido muchas gentes (ha habido muchas personas).

• Ayer no hubieron clases (no hubo clases).

• Le vi de lejos (lo vi).

• Presente también su carta de antecedentes penales (antecedentes no penales).

• Pintura acrílica sobre tela y pastel (pintura acrílica y pastel sobre tela).

Falta de concordancia:

• La pareja de ladrones tomaron el taxi (la pareja... tomó).

• Podrían haber muchas más diferencias (podría).

• El 30% de los encuestados opinan que… (el 30%... opina que...)

• El museo y biblioteca municipal cerró (cerraron).

• Gran parte de los socios votaron en contra (gran parte... votó).

Queísmo: uso excesivo de “que” como palabra de enlace:

• Te digo que el auto que me compré es el que quería que me regalara el tío que vive en Toluca.

• Qué coincidencia que vinieras hoy que platicamos con Carla, la vecina que se casó con el joven que llegó al pueblo hace un mes.

• Dejé las peinetas que adquirí en la tienda que estuvimos antes y que te encantó.

Aqueísmo: omisión inadecuada de “que” como palabra de enlace:

• Espero me visites pronto (¿Qué espero? Que me...)

• Deseaba cumplieras tus sueños desde niño ¿Qué deseaba? Que cumplieras...).

• El contador le pidió rindiera cuentas sin demora (¿Qué le pidió el contador? Que rindiera...).

Dequeísmo: uso innecesario de la preposición “de” como palabra de enlace:

• Dijo de que se iba (¿Qué dijo? Dijo que...).

• Contestó de que estaba enfermo (¿Qué contestó? Contestó que...).

• Creo de que no está bien (Qué creo? Creo que...).

Adequeísmo: omisión inadecuada de la preposición “de” como palabra de enlace:

• Estoy seguro que vendrá (¿De qué estoy seguro? De que vendrá).

• Me acuerdo que me cuidaba con amor (¿De qué me acuerdo? De que me...).

• No te olvides que debes pasear al perro (¿No te olvides de qué? De que debes...).

EL GERUNDIO

Los gerundios sólo plantean dos grandes problemas: la práctica común de recurrir a ellos excesivamente, y tres usos incorrectos que son fácilmente identificables y, aún más, corregibles. El exceso, a su vez, se enmienda al tener conciencia del problema y, luego, voluntad para limitar aun el uso de aquellos gerundios que, estando bien empleados, restan expresividad al discurso.

Veamos, pues, cómo puede emplearse bien el gerundio; también será conveniente que advirtamos aquellas circunstancias en que suele usarse mal. No hay por qué tenerle miedo ni evitarlo. Se repite en los libros de redacción, que cuando uno duda sobre tal o cual uso (sobre todo del gerundio), debería abstenerse. Uno, como escritor y como ser pensante, habría de afirmar lo contrario: si hay duda, sería mejor resolverla, aunque esto signifique dedicar 10 o 15 minutos al problema.

Usos y abusos del gerundio:

La gran mayoría de los usos del gerundio no plantea mayores problemas al redactor. Sólo hace falta clasificarlos y comprender cómo funcionan.

Con el verbo estar:

Muchas veces el gerundio se encuentra en compañía del verbo estar, el cual rige o controla la acción del gerundio:

• Jorge está preparando la cena.

• Isabel estuvo toda la noche escribiendo.

• Los perros están cavando un hoyo debajo de la cerca.

La diferencia entre estas oraciones con gerundio y las mismas sin gerundio radica en la naturaleza de la acción. Si dijéramos que Jorge prepara la cena, se trataría de una sentencia a secas. Al usar el gerundio, damos a entender que en este momento Jorge está enfrascado en los menesteres de la preparación de la cena. En cuanto al segundo ejemplo, si redactáramos Toda la noche Isabel escribió, tendríamos otra sentencia: durante toda la noche, Isabel escribió. El gerundio, sin embargo, nos da una idea más palpable de la escritura, pues expresa mejor una acción que dura el tiempo fijado por el verbo principal (estuvo, en este caso). No expresan lo mismo, y el redactor no debería aceptar que le quiten esta clase de gerundios con el pretexto de que son incorrectos (no lo son) o de que se dice mejor sin gerundio (esto puede discutirse). Aquí el escritor tiene la responsabilidad de meditar en cómo se transforma la naturaleza de una oración al emplear en ella un gerundio con el verbo estar. Muchas veces, es cierto, resulta mejor no usar el gerundio; el verbo conjugado tiene mucha fuerza. El gerundio, por otra parte, ayuda a trasmitir la sensación de una acción que dura, que no es

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