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Vitivinicultura Mendocina


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2013  •  10.603 Palabras (43 Páginas)  •  297 Visitas

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Introducción

Los primeros viñedos en Mendoza se cultivan entre los años 1569 y 1589. Con el correr de los años la vitivinicultura alcanzo un amplio desarrollo que se vio favorecido por la calidad de sus suelos y de su clima y de este modo cambio completamente el paisaje mendocino, caracterizado por el árido desierto, para convertirlo en grandes oasis productivos.

Hacia el año 1600 Mendoza elaboraba una cantidad de vinos tan importante que la llevo a buscar nuevos horizontes donde poder ubicar su producción, sus primeros destinos fueron buenos aires y el litoral y tiempo más tarde llegaron las incipientes exportaciones hacia chile y luego España e Inglaterra.

Con el correr de los siglos y gracias a la valiosa contribución de los inmigrantes europeos que se instalaban en la provincia se comenzaron a cultivar diversas variedades de vid para la producción de vinos finos.

En la actualidad la provincia de Mendoza, productora de más del 70% del vino que se elabora en toda la República Argentina cuenta con más de 150.000 ha cultivadas y con la mayor cantidad de bodegas de todo el país.

La altura sobre la que se hallan cultivados los viñedos, la amplitud térmica, la escasez de precipitaciones, la gran luminosidad de los días junto con la calidad del suelo, juega un rol fundamental para comprender la excelencia de los vinos mendocinos.

Como resultado de esta excepcional calidad, anualmente los vinos de Mendoza reciben numerosos premios y distinciones en los más afamados concursos internacionales.

La vitivinicultura en Mendoza

Un poco de historia:

La vitivinicultura en Mendoza tiene casi 500 años de historia. Sus comienzos se remontan al mismo momento de la fundación de la ciudad. A partir de allí, la actividad se fue desarrollando en cambiantes escenarios políticos, sociales, económicos y culturales. El período más conocido es el que se inicia hacia fines del siglo XIX con la "Revolución vitivinícola " y que vino a conmocionar una larga tradición vinculada a la época colonial. Esta etapa cercana a los 300 años de duración es donde se cimentaron las bases de la vitivinicultura moderna.

La existencia de vides silvestres en la América precolombina ha quedado testimoniada en descripciones de cronistas y misioneros del siglo XVI. No obstante se considera a los españoles como los introductores de la vitivinicultura en el continente americano. Aparentemente, la vitis vinífera llegó a las Antillas traídas por Colón en su segundo viaje. Paralelamente a la conquista y colonización, el cultivo de la vid se fue expandiendo por el territorio hasta llegar a Perú, luego a Chile y finalmente al actual territorio argentino.

Las primeras estacas y semillas, de procedencia chilena, fueron introducidas en Cuyo, por los pobladores que acompañaron a Pedro del Castillo y a Juan Jufré en la fundación de las ciudades cuyanas.

Durante mucho tiempo, en Mendoza se dio una elaboración rudimentaria, en pequeñas cantidades, para el consumo interno. A partir de los siglos XVII y XVIII fue incrementando su producción hasta abastecer, junto con San Juan, todo el mercado nacional.

El paisaje que dominaba el oasis hasta más allá de mediados del siglo XIX era el de pequeñas explotaciones, de ocho a diez hectáreas, donde se combinaba el cultivo de viñedos, frutales, cereales, alfalfa y ganado. Las viñas del país o criollas eran las más difundidas por ese entonces, distribuidas en cuarteles separados por caminos para dejar paso a las carretas.

Las parras estaban plantadas según el antiguo sistema "en cuadrado" a una distancia de 3 a 4 varas unas de otras en todos los sentidos. La forma denominada de "cabeza" tenía una altura que oscilaba entre 1,40 a 2,00 metros donde cada planta era conducida por un tutor o rodrigón.

Las Bodegas:

La bodega era un pequeño recinto relacionado al ámbito de la vivienda; a menudo una habitación aislada o adosada a ésta; con gruesos muros de adobe y escasas aberturas que la hacían apta para soportar las grandes amplitudes térmicas entre el día y la noche. Los techos, de escasa pendiente a una o dos aguas, estaban formados por tijerales de chañar o algarrobo, cubiertos con caña y torta de barro.

Los procesos de vinificación y su equipamiento también eran rudimentarios; la uva se pisaba "a pata" en lagares de cuero de vaca o de buey, suspendidos de gruesos horcones. Una vez obtenido el mosto, se dejaba caer por la cola del animal, que oficiaba de conducto y mientras se pisaba la uva se tapaba con un "bitoque". El mosto y el ollejo eran recogidos en baldes de cuero, que permitían transportarlos a la bodega. Una vez allí, el líquido era volcado en grandes botijones de barro cocido, donde se producía la fermentación.

Terminada esta etapa se procedía al trasvase del vino nuevo a la vasija de conservación, proceso que se hacía por gravitación propia, al retirarse el bitoque de la tinaja de fermentación. En esta operación se interponía un cedazo o colador, hecho de cuero agujereado, de manera que el chorro de vino, al colarse, dejara la semilla, el ollejo y otras impurezas.

Una vez llena la tinaja de conservación con el vino nuevo, se tapaba y se sellaba con cal, yeso o barro, para evitar la entrada de cualquier cuerpo extraño. El vino se dejaba estacionar o añejar hasta el momento de la expedición.

Para soportar los largos viajes se aumentaba su alcoholicidad mezclándolo con el llamado "cocido" que provenía de calentar el mosto o caldo de uva. El vino así obtenido se transportaba en recuas de mulas, que llevaban un recipiente a cada costado, o en las tradicionales carretas mendocinas. Los envases que se usaban eran tinajas de barro cocido protegidas por totora entretejida; en odres de cuero de cabra o de buey impermeabilizados con brea para evitar las filtraciones y hacia fines del siglo XVIII también algunos tipos de barriles de madera. El vino durante la travesía, que duraba entre 35 y 45 días aproximadamente, era a veces sometido a manipulaciones poco honestas, como "estirarlo" con agua, desnaturalizando la bebida. Aquel vino criollo, según descripciones de la época, era un líquido oscuro, denso, áspero, y a menudo avinagrado, debido a las características de los cepajes y a los procesos de elaboración utilizados.

El patrimonio arquitectónico correspondiente a esta época desapareció con el terremoto de 1861, hoy sólo se conservan en museos particulares algunos bienes muebles como carretas, botijones, lagares de cuero y otros enseres que recuerdan esta etapa de nuestra historia de la vitivinicultura.

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