AUGUSTO COMTE Y EL POSITIVISMO
xtomar29 de Agosto de 2011
6.864 Palabras (28 Páginas)2.299 Visitas
AUGUSTO COMTE Y EL POSITIVISMO
La Filosofía Positiva.
Antecedentes.
Los años de la vida de Comte son los años posteriores a la Gran Revolución. Todos los espíritus europeos, fatigados ya de tanta guerra, sienten el deseo de un orden social estable, pero de un orden que a su vez se armonice con todos los avances del progreso. Para los científicos de la época, la nueva ciencia, que se manifiesta segura y poderosa, supone algo en lo que se debe creer sin regateos. Solo en la ciencia se ha de encontrar al auténtico progreso.
Toda esta serie de acontecimientos condicionaron su pensamiento filosófico. Dentro de este acontecimiento, el positivismo comtiano con su pretensión de restituir el orden social se sitúa en una línea contrarrevolucionaria.
A esto Comte en su Ensayo de un sistema de política positiva añade: “La única manera de poner término a tan turbulenta situación, de contener la anarquía que invade, día tras día, a nuestra sociedad, en pocas palabras, de reducir la crisis a un simple movimiento moral, es convencer a las naciones civilizadas de que abandonen la dirección crítica y tomen la orgánica, de que dirijan todos sus esfuerzos a la formación del nuevo sistema social.”
En esta frase vemos como la gran crisis provocada por la revolución industrial y la revolución francesa, fueron responsables de influenciar a Comte a optar por una nueva filosofía, llamada positiva.
El Positivismo
Tiene como fundador a Augusto Comte. El positivismo es el movimiento intelectual predominante en la segunda mitad del siglo XIX, cuyas raíces pueden perseguirse claramente hasta Kant y la Ilustración, y con menos nitidez, hasta Descartes Y Bacón, y cuyas ramificaciones penetran en nuestra centuria y se extienden todavía por ciertos sectores del ámbito filosófico de nuestros días. Esta considera que la clave para lograr la reforma social de la humanidad está en la ciencia, que en su dimensión teórica constituye la única fuente segura de conocimiento y en su dimensión práctica muestra su utilidad por medio de la técnica.
Inicios punto de partida del Positivismo.
Comte, siguiendo la dirección marcada por Saint Simón, presenta el positivismo como el camino que lleva a construir la ciencia como fundamento de un nuevo orden social unitario. En este sentido, el positivismo acompaña y fomenta la consolidación de la naciente organización técnico-industrial de la sociedad, fundada y acondicionada por el desarrollo de la ciencia, recoge y alienta la exaltación optimista y las esperanzas que ha provocado en el hombre moderno, que cree hallar en ella la garantía infalible de su propio destino.
Por eso, cuando en el Ensayo de un sistema de política positiva explica por qué la política debe convertirse en positiva, una vez que todas las ciencias particulares lo han hecho y que el sistema social precursor ha llegado a su última época, establece que la política científica debe imponerse de modo natural, por constituir la única revolución que puede hacer intervenir en la gran crisis actual una fuerza capaz de arreglarla y preservar a la sociedad de las explosiones terribles y anárquicas que la amenazan. Para lograrlo convoca a todos los sabios de Europa para que emitan su opinión acerca de un sistema de observaciones históricas sobre la marcha general del espíritu humano, la fundación de un sistema completo de educación positiva conveniente a la sociedad regenerada y la acción colectiva que puede ejercerse sobre la naturaleza para modificarla en beneficio propio. Se trata de imponer acorde con los tiempos, el saber positivo a todos los hombres y en todos los campos.
Principios básicos del positivismo
El positivismo se fundamenta en tres principios básicos:
- El fenomenalismo: no existe diferencia entre apariencia y esencia.
- El nominalismo: los objetos singulares son los referentes últimos de cualquier conocimiento.
- La ciencia única: la aspiración máxima de la filosofía es la unidad fundamental de la ciencia.
Esto da como resultado:
- Una filosofía de la historia que muestra por qué la filosofía positiva debe imperar en el futuro.
- Una fundamentación y clasificación de la ciencia asentada en esa filosofía positiva.
- Una sociología o doctrina de la sociedad que, al determinar su estructura esencial, permite pasar a su reforma práctica.
Filosofía Positiva
Comte define la filosofía como la doctrina general de los conocimientos humanos, sin embargo al añadirle el calificativo positiva, identifica el conocimiento humano con los conocimientos aportados por las ciencias, puesto que un saber que no se funde en hechos observados es pura ficción y engaño. La Filosofía Positiva consiste en la sistematización enciclopédica del saber positivo. Como doctrina es un saber universal que sintetiza todas las ciencias y como método se aplica a cualquier conocimiento que proceda de la observación empírica y de la elaboración de sus datos por la razón. También consiste en considerar todos los fenómenos como sujetos a leyes naturales invariables, cuyo descubrimiento preciso y la posterior reducción al menor número posible constituyen la finalidad de nuestros esfuerzos. Esta considera como absolutamente inaccesible y vacía de sentido la búsqueda de lo que llaman causas, sean estas primeras o finales.
En las explicaciones positivas no se tiene el más mínimo interés de exponer cuales son las causas generadoras de los fenómenos, ya que esto retrasaría la dificultas, en cambio, pretender analizar con exactitud las circunstancias de su producción y coordinar unos fenómenos con otros, mediante relaciones normales de sucesión y de similitud.
La filosofía positiva trata de considerar cada ciencia fundamental en sus relaciones con el sistema positivo entero, y con el espíritu que las caracteriza, es decir, bajo el doble aspecto de sus métodos esenciales y de sus principales resultados.
Ley de los Tres Estados
Según la ley de la evolución intelectual de la Humanidad o ley de los tres estados, todas nuestras especulaciones, cualesquiera que sean, tienen que pasar sucesiva e inevitablemente, lo mismo en el individuo que en la especie, por tres estados teóricos diferentes, que as denominaciones habituales de teológico, metafísico y positivo podrán calificar aquí suficientemente, al menos para aquellos que hallan entendido bien el verdadero sentido general de las mismas. El primer estado aunque indispensable por lo pronto en todos los aspectos, debe ser concebido luego como puramente provisional y preparatorio; el segundo, que no constituye en realidad mas que una modificación disolvente del primero, no tiene nuca más que un simple destino transitorio para conducir gradualmente al tercero; es en este, único plenamente normal, donde radica, en todos los géneros, el régimen definitivo de la razón humana.
Primer estado: Estado teológico o ficticio.
En su primera fase, necesariamente teológica, todas nuestras especulaciones manifiestan espontáneamente una predilección característica por las cuestiones más insolubles, por los temas más inaccesibles a oda investigación decisiva. Por un contraste que en nuestros días debe parecer a primera vista explicable, pero que en el fondo está entonces en plena armonía con la verdadera situación inicial de nuestra inteligencia, en un tiempo en que la inteligencia humana está todavía por debajo de los más sencillos problemas científicos, busca el origen de todas las cosas, las causas esenciales, de los diversos fenómenos que la impresionan, y su modo fundamental de producción: en una palabra los conocimientos absolutos. Esta necesidad primitiva se ve naturalmente satisfecha, hasta donde lo exige situación tal, por toda clase de fenómenos a los que nosotros mismos producidos y que, comienzan por parecernos bastantes conocidos, según la intuición inmediata que los acompaña. Para comprender bien el espíritu puramente teológico, es indispensable echar una ojeada verdaderamente filosófica al conjunto de su marcha natural, a fin de poder apreciar su fundamental identidad bajo las tres formas principales que le son sucesivamente propias.
La más inmediata y la más pronunciada, constituye el fetichismo propiamente dicho, consistente en atribuir a todos los cuerpos exteriores una vida esencialmente análoga a la nuestra pero, casi siempre más enérgica, por su acción generalmente más poderosa. La adoración de los astros caracteriza el grado más elevado de esta primera fase teológica, que difiere, apenas del estado mental en que se quedan los animales superiores.
En su segunda fase esencial, que constituye el verdadero politeísmo, representa netamente la libre preponderancia especulativa de la imaginación. La filosofía inicial experimenta aquí la más profunda transformación que pueda registrarse en el conjunto de su destino real, en el destino que al fin, se retira la vida a los objetos a materiales, para ser misteriosamente trasladada a diversos seres ficticios, habitualmente invisibles, cuya activa y continua intervención pasa a ser la fuente directa de todos los fenómenos exteriores, e incluso, luego de los fenómenos humanos. La mayoría de nuestra especie no ha salido, aún de este estado que persiste hoy en la más numerosa de las tres razas, además en la parte adelantada de la raza negra y la atrasada de la raza blanca.
...