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Análisis De Artículo Revolución De Colores, De Vegas Cantor


Enviado por   •  31 de Mayo de 2013  •  6.066 Palabras (25 Páginas)  •  447 Visitas

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Renán Vega Cantor

Historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá, Colombia. Doctor de la Universidad de París VIII. Diplomado de la Universidad de París I, en Historia de América Latina. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; Gente muy Rebelde (4 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad. Entre sus últimos trabajos podemos mencionar: Los economistas neoliberales, nuevos criminales de guerra: El genocidio económico y social del capitalismo contemporáneo (2010). La República Bolivariana de Venezuela le entregó en 2008 el Premio Libertador por su obra Un mundo incierto, un mundo para aprender y enseñar. Dirige la revista CEPA (Centro Estratégico de Pensamiento Alternativo). Es integrante del Consejo Asesor de la Revista Herramienta, en la que ha publicado varios de sus trabajos.

Regresó A Colombia en diciembre pasado luego de sufrir amenazas de muerte que lo obligaron a permanecer en Argentina durante 4 meses,

FALLIDA “REVOLUCIÓN DE COLOR” EN VENEZUELA

Renán Vega Cantor

Rebelión

Lo que se viene presentando en términos políticos en Venezuela desde mucho antes del 14 de abril -cuando se celebraron las elecciones presidenciales- forma parte de una estrategia calculada por la llamada “oposición” y sus voceros mediáticos a nivel mundial y, sin ninguna duda, es el resultado de un guión establecido en las usinas intelectuales del imperialismo que se conoce con el eufemismo de la “revolución de colores”, una típica estrategia Made in USA.

LAS “REVOLUCIONES” DE COLORES

El primer caso de una pretendida revolución de color (en verdad una contrarrevolución) se presentó en 1989 en la antigua Checoslovaquia cuando los disidentes y opositores sustituyeron el gobierno existente mediante una maniobra que denominaron la “revolución de terciopelo”. Los personajes que dirigieron el hecho rápidamente mostraron su verdadero rostro y convirtieron a la República Checa en un país incondicional a los intereses de Washington y al capitalismo, lo que han rubricado con la implantación de un modelo abiertamente neoliberal y privatizador, con su participación militar en las guerras imperialistas en el oriente medio, con su racismo contra los gitanos y su respaldo a la política anticubana de Estados Unidos y la Unión Europea que se sustenta en la pretendida defensa de los “derechos humanos”.

Con posterioridad a este caso se han presentado, en forma otras “revoluciones coloridas”. Entre las exitosas se pueden mencionar la Revolución Bulldócer del 2000 en Serbia (un nombre poco vistoso que al parecer se originó por el papel que desempeñaron los choferes que manejan este tipo de vehículo), la Revolución Rosa en Georgia en el 2003, la Revolución Naranja en Ucrania en el 2004 y la Revolución de los Tulipanes en Kirguistán en el 2005. Entre las fracasadas están la Revolución Blanca en Bielorrusia, la Revolución Verde en Irán y la Revolución del Twiter en Moldavia.

Todos estos acontecimientos tienen muchas cosas en común. Se presentan después del fin de la Guerra Fría y, en gran medida, en el espacio postsoviético, con la finalidad de implantar regímenes títeres e incondicionales a los Estados Unidos y a esa entelequia que se autodenomina como “occidente”. Esos movimientos se suelen pintar a sí mismos como democráticos, liberales y enemigos de la dictadura y el totalitarismo, lo cual resulta significativo porque siempre se generan en lugares en los cuales, por variadas razones, no se ha podido implantar de manera clara y directa el proyecto neoliberal o se encuentran gobernantes incómodos y poco obedientes a los designios de los Estados Unidos y del sistema financiero internacional. De igual forma, una particularidad notable de las tales “revoluciones de colores” es que en ellas no intervienen en forma directa las fuerzas armadas, como en los golpes clásicos, ni fuerzas militares de tipo convencional, con lo que queda la impresión que los gobiernos son derrocados por la lucha heroica de jóvenes desarmados que enfrentan con voluntad y coraje a un régimen opresivo.

Esas “revoluciones de colores” son impulsadas por jóvenes aparentemente despolitizados que se muestran inconformes con un gobierno determinado y reciben el inmediato respaldo de la prensa autodenominada libre e independiente (entre la cual sobresale la CNN), la cual se encarga de amplificar sus demandas y de denunciar al gobierno escogido para ser derrocado. Se inicia entonces una campaña mediática, planificada y constante, que presenta a los “revolucionarios” como expresión de un nuevo tipo de movimientos sociales y de inéditas formas de protesta, que no buscan el derrocamiento violento de un gobierno sino su sustitución aparentemente pacífica por la vía electoral, y los muestra como pluralistas, pacíficos y respetuosos de los métodos democráticos, mientras al mismo tiempo cataloga como dictatorial y autoritario al gobierno que se pretende sustituir.

Antes de que se inicien las “revoluciones”, la mano visible de Estados Unidos opera a través de varios instrumentos, entre los que se encuentran la financiación a dirigentes y movimientos universitarios, la creación de ONG de fachada, que reciben cuantiosos fondos de la USAID y de la CIA, y la entrada en escena de otras ONG internacionales, entre las que sobresalen las del especulador George Soros.

Los símbolos utilizados son similares, sobresaliendo una mano empuñada, y suelen ser del color que se le da a la “revolución” y los portan los jóvenes, por lo general de clase media, que se comunican por teléfono celular, usan el twiter y se expresan a través de las redes sociales. Estos jóvenes empiezan a actuar antes de una elección presidencial, y de antemano se sabe que su finalidad es declararla ilegal y fraudulenta, si no triunfa su candidato favorito. La “prensa libre” del mundo se hace eco de esas denuncias y desde semanas antes de las elecciones pone en duda la legalidad de los resultados. El día de las elecciones se crea un ambiente de pánico y miedo entre los electores, se sabotean los sistemas electrónicos y se difunden toda clase de mentiras y calumnias contra los enemigos de la “democracia” y la “libertad”, tal y como la entienden los opositores de la “sociedad civil”, por supuesto incondicionales a los mandatos de los Estados Unidos.

En la noche de las elecciones, en las que resultan perdedores

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