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Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia


Enviado por   •  5 de Junio de 2017  •  Documentos de Investigación  •  9.311 Palabras (38 Páginas)  •  430 Visitas

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ASPECTOS SOCIALES DE LAS GUERRAS CIVILES EN COLOMBIA

                          Álvaro Tirado Mejía (1976)

“Por las velas, el pan y el chocolate Yo combato, tú combates, él combate”

Manuel Marroquín

La representación común que se tiene en Colombia, espe cialmente del período republicano, es la de que el país ha estado enmarcado en cauces institucionales y constitu cionales, que, a diferencia de otros países del continente, “Colombia es tierra estéril para las dictaduras”, y que la manifestación de los diferentes intereses y de sus expresio nes ideológicas se ha dado siempre a un alto nivel, en la prensa, en la tribuna y en el parlamento, tal como corres ponde a un “país culto”, asiento de una Atenas en Suramé- rica y habitado por humanistas y poetas que tan pronto traducen a Virgilio o establecen rudos combates gramaticales por un gerundio o un participio. Por esta razón, cuando se habla de la violencia, la evocación remite a un malhadado pero afortunadamente corto período de la historia reciente de Colombia (1946-1958) que turbó el discurrir institucional y que pronto fue superado en un esfuerzo común del Frente Nacional que nos devolvió la paz.

Pero esa paz colonial y esa paz republicana solo son una representación encubridora de la realidad violenta de la historia de Colombia. La espada sembró de cruces el suelo colonial a medida que la Conquista avanzaba liberando al indio de su cultura y de su tierra. La inserción de América a la “civilización occidental” quedó marcada por la acción concomitante de la violencia ejercida sobre los indígenas y continuada sobre ellos, sobre los esclavos negros y sobre la población mestiza a lo largo del período en el que la paz monacal de la Colonia rindió al Cristianismo millones de conversos, de grado o por la fuerza, a la par que el oro, la plata y los productos de la tierra.

En el siglo pasado la República se estableció con guerra y el siglo republicano murió en medio de una guerra que habría de durar aún dos años y marcar los aspectos vio lentos de nuestra historia del siglo xx. Durante el siglo xix, a partir de 1830, en Colombia se promulgaron siete constituciones, lo cual dio lugar a que se debatieran temas divinos y humanos: el federalismo y el centralismo, la sepa ración de la Iglesia y el Estado, la enseñanza laica o confe sional servían de motivo para que brillantes ideólogos con brillante argumentación dieran las razones ideológicas por las cuales se debía adoptar una política. El debate era tan culto y espiritual que no dejaba ver sus aspectos terrestres. Tras la discusión sobre los ángeles, la tierra, por ejemplo, podía pasar de manos de las comunidades religiosas a la de brillantes tribunos y a la de opacos generales de brillantes espadas; y el debate sobre asunto tan genérico como el cen tralismo o el federalismo, se concretizaba en la mayor o me nor influencia que las oligarquías regionales podían adquirir para resolver en su beneficio el problema agrario y para disponer con mayor libertad —he allí otro tema— del poder regional.

Sin embargo, ese culto debate se vio manchado por la san gre de miles de muertos y heridos que se batieron —no ya teóricamente— en alguna o algunas de las nueve grandes guerras civiles generales del siglo xix o en las decenas de guerras locales. Entre 1830 y 1903 hubo “nueve grandes gue rras civiles generales; catorce guerras civiles locales; dos guerras internacionales, ambas con el Ecuador; tres golpes de cuartel, incluyendo el de Panamá, y una conspiración fracasada”. Jorge Holguín: págs. 143-144 -1-[1]. (Léanse Do cumentos I, sobre Costos de las guerras). El general don Jorge-2- págs. 148-150; Rafael Núñez-3-, t. IV, págs. 44-45, no incluye la guerra de Independencia en la cual la gran mayoría de los combatientes, en ambos bandos, era de ame ricanos y se queda corto en cuanto al número de guerras civiles locales y al de muertos en la guerra de los mil días, que estima en 80.000. El orden cronológico de estas guerras generales fue el siguiente:

1810-1824 (Guerra de Independencia)

1830

1839-1841 (Guerra de los Conventos o Guerra de los Supremos).

1851

1854

1859-1862

1876-1877

1884-1885

1895

1899-1902 (Guerra de los Mil Días).

En cuanto a las contiendas civiles locales, sobre todo du rante el período federal en el que se descentralizaron las guerras, no se tiene la cuenta. Como indicativo tenemos el mensaje presidencial del general Julián Trujillo en 1880, en el que informa que el orden público general no se había pertur bado y solo lo había sido el particular con las siguientes revoluciones en el año: “una en Antioquia (hoy son dos ya), otra en el Cauca, dos en Panamá, una en el Magdalena, una en el Tolima, y una incruenta en Cundinamarca”. (Carlos Martínez Silva, t. I, pág. 237. Documentos I -4-). En Pana má, y como ejemplo de adecuado manejo regional entre 1862 y 1879, hubo un presidente muerto en el campo de batalla, siete derrocados “más o menos violentamente” y uno que se dice fue envenenado en un banquete (Rafael Núñez, t. I, -2-, pág. 213. Documentos I -5-).

No existe un balance apropiado sobre los costos de las con tiendas en vidas y bienes. Apenas si existen referencias que son indicativas. Para la guerra de 1860 el señor Miguel Sam- per calculaba una cifra de 15 millones de pesos por recla maciones reconocidas y pendientes, suma que no incluía las expropiaciones hechas por el bando vencido; y en $ 50.000 el valor de las canoas destruidas para impedir que el ejército de la Confederación cruzase el Magdalena (Miguel Samper, págs. 57-58, -®- pág. 37 -7-. Documentos I). Sobre los muer tos, heridos y baldados, solo existen cifras aproximadas. Si una apreciación adecuada de los daños materiales se difi culta entre otras razones porque solo podía reclamarse por las depredaciones del vencedor, porque no todos los damnifi cados reclamaban, o por lo ficticio o abultado de las recla maciones, el establecimiento de las pérdidas humanas se dificulta a su vez porque no siempre habla partes militares, sobre todo en los encuentros entre pequeñas unidades o guerrillas, o porque cuando éstos se producían, cada bando estaba interesado en aumentar sobre el papel la mortandad que no había causado en la batalla al enemigo y en dismi nuir las pérdidas ocasionadas por éste. Además, como se verá, en muchos casos el clima y las enfermedades causaban más muertes que las batallas y era grande la proporción de las personas que perecían al tiempo por causa de las heridas recibidas. En un cuadro sobre niveles de hostilidades en Co lombia, Me Greevey supone un dato preciso de ciento treinta y nueve mil trescientos muertos en las guerras del siglo xix (William Paul Me Greevey, págs. 88-89. Documentos I -8-). Por su parte y solamente para el período comprendido entre 1886 y el final del siglo, Francisco Posada da una cifra de “170.000 muertos, uno por cada veinte habitantes, tomando en consideración la población de la época (3.500.000 almas) ” (Francisco Posada Díaz, Colombia: violencia y subdesarrollo, pág. 30).

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