Caso Robledo Puch

Caso Robledo Puch

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Nombre: Carlos Eduardo Robledo Puch

Apodo: “El ángel de la muerte” “El ángel negro”

Lugar y Fecha de nacimiento: 19 de Enero de 1952. Buenos Aires, Argentina

Condena: Reclusión perpetúa por tiempo indeterminado.

Cargos: Diez homicidios calificados, un homicidio simple, una tentativa de homicidio, diecisiete robos, cómplice de una violación, y de una tentativa de violación, un abuso deshonesto, dos raptos y dos hurtos.

Análisis: Se puede concluir con que Robledo Puch es el caso de asesinato en serie con más renombre dentro de nuestro país, y desglosándolo se pueden encontrar datos “curiosos”. Para empezar, el factor con el que su mente puede haber empezado a formarse y a adoptar los parámetros que encajan dentro de los de un asesino serial es claramente el abuso que sufría por parte de su padre durante la mayor parte de su infancia, coincidiendo con uno de los estereotipos buscados. Su frialdad extrema

Caso: “Petiso Orejudo”

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Nombre: Cayetano Santos Godino.

Apodo: El Petiso Orejudo.

Lugar y Fecha de nacimiento: 31 de octubre de 1896. Buenos Aires, Argentina.

Condena: Múltiples, absuelto de varias por ser menor de edad. Reclusión final en el penal de Ushuaia donde fue asesinado.

Cargos: Muerte de cuatro niños, siete intentos de asesinato y el incendio de siete edificios.

Análisis: Fue el primer asesino en serie de la historia contemporánea Argentina a principios del siglo XX. Se pueden evidenciar muchos “síntomas” en su perturbada infancia que apuntaban a su futuro delictivo; nacido en el seno de una familia de inmigrantes italianos, este era golpeado y maltratado por su padre (un bebedor compulsivo), su madre era sumisa y ausente y su hermano compartía los comportamientos de su progenitor. Se crio en las calles precarias de su humilde barrio porteño donde vio el lastre de la sociedad y se tiene constancia de familiares y conocidos de sus múltiples torturas animales (otro factor), preferentemente aves a las que luego guardaba en una caja debajo de su cama.

Asimismo se reconoce que más tarde también desarrollaría otra afición propia de los asesinos en serie, el fuego. Dentro de su carrera delictiva se encuentran numerosos incendios que provoco por el simple hecho de que “le gustaba ver a los bomberos meterse en el fuego”. Durante su etapa incendiaria no se limitó a edificios sino que también realizo atentados contra personas de forma directa, como está demostrado en el caso Vainicoff donde encendió el vestido de una niña de 2 años que falleció luego de 16 días.

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