Central Ralco

Hace ya un par de meses se iniciaron las construcciones de la central Ralco, parte del megaproyecto de ENDESA, que contempla la edificación de siete represas, de las cuales una, llamada Pangue, ya está en funcionamiento. A medida que las obras avanzan, los ecologistas y pehuenches de la zona han comenzado a manifestar su desacuerdo, ya que el proyecto, además de destruir el bosque nativo, se erige en tierras pertenecientes a los últimos. A raíz de esto, el grupo ENDESA ha propuesto el reasentamiento de las tribus en diversos sectores de la región. Sin embargo, los indígenas se oponen debido a que su verdadera fuente de riqueza es el río, donde se recuerdan las antiguas tradiciones del pueblo.

Después de realizar un paralelo y poner en la balanza los costos y beneficios que se derivarán del proyecto y cómo este afectará a los mapuches, puedo decir que adhiero a la idea de que el proyecto debe ser realizado. A continuación expongo mis razones.

En primer lugar, la construcción de la central será un gran impulsor de la economía chilena. Las especulaciones en cuanto a cifras demuestran que el producto interno bruto tendería al alza en un 2,2% sólo por el respecto de distribución eficaz de energía en la zona sur del país. Tomando en cuenta las posibles externalidades procedidas de lo último, se contempla un crecimiento bastante más acelerado, que ascendería a un 3,8% anual.

En segundo lugar, la empresa generaría electricidad principalmente para las regiones VIII, IX y X. Es importante destacar que en estas regiones no existe ninguna manera eficiente de obtener energía hasta la fecha, lo que trae consigo innumerables costos como escasos niveles de salud y poca productividad del sector. Esto, en definitiva, es una gran pérdida para nuestra república, en el sentido que nuestras potencialidades se ven disminuidas enormemente. Ahora bien, los beneficios derivados de la construcción de la central se podrían destinar precisamente a la solución de los problemas mencionados. De este modo, el nivel de vida de estas regiones crecería notablemente.

En tercer lugar, si se toma en cuenta que en el norte los recursos energéticos son bastante más costosos y escasos por su situación geográfica, la central hidroeléctrica permitiría que los millones de kilovatios enviados desde zonas céntricas hacia el sur fueran redirigidos hacia aquellos lugares en donde la energía todavía es escasa. Esto significaría un gran aporte al desarrollo de la regionalización y, en definitiva, favorecería la preservación de los recursos de cada sector, impidiendo que los beneficios fueran injustamente repartidos o enviados a la capital.

En contra de las razones anteriores, sin embargo, alguien podría señalar que hay un problema de fondo mucho más importante que las posibles utilidades que puede traer la realización del proyecto a nuestra nación. Según este planteamiento, la concreción de la central significaría para los mapuches una profunda violación a sus derechos fundamentales, ya que no respeta ni sus territorios ni sus tradiciones. A esa persona le respondería, en primer lugar, que, en cuanto a los territorios, el grupo ENDESA les ha hecho suculentas ofertas que la mayoría de las familias indígenas ha aceptado. Es verdad que todavía quedan algunos pehuenches que se resisten debido a la segunda razón, la que se refiere a la fuerza de las tradiciones; pero esta razón no puede imponerse a la realidad. La historia nos muestra que no solo los mapuches, sino también nosotros, para poder vivir, para adaptarnos a los nuevos tiempos, hemos ido cambiando y perdiendo algunas de nuestras tradiciones. Basta con ver cómo la globalización ha desencadenado una serie de reacciones en torno a una posible pérdida de la identidad nacional. Estoy de acuerdo en que tal vez lo único que está quedando de esta importante cultura sea su lengua y el recuerdo de sus ancestros. Pero también

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