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Conformación de Buenos Aires respecto a las etapas de conformación territorial argentina


Enviado por   •  16 de Noviembre de 2020  •  Ensayos  •  1.830 Palabras (8 Páginas)  •  73 Visitas

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        PROFESORADO DE EDUCACIÓN SECUNDARIA EN GEOGRAFÍA.[pic 1]

ISFD Martha A. Salotti – Anexo Huinca Renancó.

ISET EDUCACIÓN.

2º AÑO.

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Desarrollo territorial argentino.

Introducción

El territorio argentino, caracterizado por los aspectos geográficos y geológicos que le dieron origen, es hoy un espacio construido por el trabajo y sudor de una gran diversidad de culturas con un objetivo común, territorializar. Objetivo que les fue interrumpido con la invasión europea y con la posterior apropiación de los recursos de los cuales disponían, lo que llevo a una disminución considerable de la población regional.  

Por otra parte, ante el auge portuario, la población que, hasta el momento, se encontraba dispersa, pero con mayor concentración en el noroeste argentino, comenzó a movilizarse hacia el sudeste, convirtiendo a Buenos Aires en el centro de gravedad poblacional.

Siendo así, en este trabajo se intentará realizar un recorrido histórico analizando diversos autores, con la finalidad de evidenciar el desarrollo territorial argentino, teniendo en cuenta el origen, la arquitectura y los cambios que el territorio argentino ha sufrido a través del tiempo, centrándonos en el crecimiento y desarrollo poblacional de la Prov. de Buenos Aires.

Dinámica demográfica

Dada la compleja configuración de la dinámica familiar actual, sus transformaciones y el impacto que estos cambios tienen en la vida social, se vuelve relevante.

Si hacemos un poco de historia, podemos ver a través de Haesbaert, R; que América Latina, de alguna manera, es un espacio construido a partir de una amalgama cultural, debido a su capacidad de albergar distintas culturas, la mayoría de las veces impuestas en forma violenta, como fue el caso del colonialismo (Haesbaert, R. 2012). En esa línea, el autor menciona que “el territorio debe ser concebido como producto (…) de las relaciones de poder construidas en y con el espacio, considerando al espacio como un constituyente y no como algo que se pueda separar de las relaciones sociales” (Haesbaert, R; 2012: 26).

Hay un mito de los que imaginan que el hombre puede vivir sin territorio, ese es el mito de la desterritorialización, que la sociedad puede existir sin territorialidad, como si el movimiento de destrucción de territorios no fuese siempre, de algún modo, su reconstrucción sobre nuevas bases. Aquí se enfoca desde una perspectiva geográfica, cuando visto por muchos es de una perspectiva política o incluso cultural. Esta perspectiva geográfica, intrínsecamente integradora, que concibe la territorialización como el proceso de dominio (político-económico) o de apropiación (simbólico-cultural) del espacio por los grupos humanos, en un complejo y variado ejercicio de poderes. Cada uno de nosotros necesita como recurso básico, territorializar. No en los moldes de un espacio como se refieren Darwin y Ratzel, que imponen el suelo como determinante de la vida humano, sino en un sentido más múltiple y racional, inserto en la diversidad y en la dinámica temporal del mundo.

Estamos llenos de dicotomías, y el discurso de la desterritorialización está repleto de ellas: materialidad e inmaterialidad, espacialidad y temporalidad, naturaleza y cultura, espacio, sociedad global y local, movimiento y estabilidad. Expresiones clásicas como la de “aniquilación del espacio por el tiempo”, fueron las responsables de gran parte del “preconcepto espacio-temporal” que hizo que los territorios se vieran cada vez más teñidos de una carga negativa, pasando a ser percibidos como obstáculos para el progreso y la movilidad.

El gran dilema de este milenio, no es el fenómeno de la desterritorialidad, la exacerbación de la posibilidad que siempre existió, pero nunca en los niveles contemporáneos, de tener la vivencia de diferentes territorios al mismo tiempo, reconstruyendo constantemente el nuestro. Sabiendo, para empezar, que “multiterritorializarse” para la mayoría, en cierto sentido, no es más que una mera virtualidad.

La humillante exclusión, o las exclusiones extremadamente precarias a las que las relaciones capitalistas relegaron a la mayor parte de la humanidad, hacen que muchas personas, en vez de compartir múltiples territorios, vaguen en busca de uno, el mas elemental territorio de la superviviencia cotidiana, de esta forma, los territorios multiples que nos rodean incluyen espos ámbitos precarios que albergan a los sin techo, a os qsinb teirra y a tantos grupos minoritarios que parecen no tener lugar en un desorden de “aglomerados humanos” que, entre tantas redes, estigmatiza y separa cada vez mas. Asi, el sueño de la multiterritorialidad generalizada, de los “territorios-red” que conectan a la humanidad entera, parte, ante todo, de la territorialización mínima, la protección y el bienestar, condición indispensable para estimular a la vez la individualidad y promover la convivencia solidaria de las multiplicidades, de todos y de cada uno de nosotros (Haesbaert, R. 2012).

Ante esto, es necesario conceptualizar “territorio”; Benedetti lo define como una categoría que tiene una pluralidad de significados donde se pueden identificar dos fundamentales: como jurisdicción y como terreno-suelo. El territorio como jurisdicción está asociado al Estado nacional, y hace referencia a la porción de superficie terrestre sobre la que se ejerce soberanía; mientras que, como suelo, es el espacio en su dimensión material, más allá de las elaboraciones culturales y simbólicas que puedan estar asociadas a un área determinada (Benedetti, A. 2009).

En el caso del territorio argentino, este cuenta con 2.971.810 km2, tiene sentido norte-sur y una superficie continental que se extiende entre los 21º y 55º S y los 73º y 53º O. Esta ubicación le brinda a la Argentina una diversidad climática que le permite poseer la marisma atlántica y el bosque mixto de latifoliadas más australes del mundo (Morello y Matteucci, 2008).

Respecto a su geomorfología, el origen de la Argentina se remonta al período precámbrico, con la formación del zócalo/macizo de Brasilia -quien constituye el norte argentino- y el zócalo/macizo de Patagonia -quien comprende la parte sur del territorio argentino-, hace 400 millones de años. Luego de eso, en períodos posteriores se fue dando a origen nuevas formaciones geológicas y bloques, tales como las Sierras Pampeanas y Precordillera en el paleozoico; la llanura chaco-pampeana y el bloque misionero en el mesozoico; los Andes y la Puna en el terciario; y las glaciaciones patagónicas y procesos erosivos en el cuaternario (Capitanelli, R. 2008).

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