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Enviado por   •  27 de Noviembre de 2013  •  6.625 Palabras (27 Páginas)  •  295 Visitas

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En esta lección introductoria quisiera yo decir algunas palabras acerca de los diversos sistemas de filosofía moral, simplemente para dejar establecido nuestro punto de vista.

La ética cósmico-realista de la tradición clásica.- En la gran tradición clásica que se desarrolla a partir de Sócrates, la filosofía moral puede ser caracterizada como una ética cósmico-realista. Decimos ética cósmica, esto es fundada sobre una visión de la situación del hombre en el mundo; decimos ética realista, esto es, fundada en realidades extramentales que constituyen el objeto de una metafísica y de una filosofía de la naturaleza. Esta ética es a la vez, y esencialmente, de carácter experimental y de carácter normativo.

Podríamos designar así los estadios esenciales de esta ética cósmico-realista.

En este cuadro los tres primeros términos se refieren a la realidad extramental. La Ley, designa la ley natural inmanente al ser de las cosas y expresión en ellas de la sabiduría creadora.

La razón es la regla o medida inmediata de los actos humanos, regulada o medida a su vez por la ley natural y los fines esenciales del ser humano.

En consecuencia, el objeto moral es bueno en sí, intrínsecamente bueno, cuando es conforme a la razón. Hay un bien o un mal intrínseco – conformidad o no conformidad con la razón – del objeto de nuestros actos.

Y la bondad o la rectitud de la acción moral depende de la bondad del objeto.

En esta perspectiva ética, el bien moral está fundado en la realidad extramental: Dios, la naturaleza de las cosas, y especialmente la naturaleza humana, la ley natural. Es la perspectiva de la conciencia común de la humanidad, y es la verdadera y auténtica perspectiva de la filosofía moral.

La ética acósmica e idealista de Kant.- Con Kant todo ha cambiado. Podríamos decir que la filosofía kantiana es el ejemplo de una filosofía moral a la cual la influencia – mal recibida – del cristianismo ha contribuido a desviar; es una filosofía moral cristiana, pero falseada. Kant ha tratado de trasponer dentro del registro y los ‘límites’ de la pura razón – lo cual, ya de por sí, implicaba deformarla completamente – la moral revelada tal como nos la presenta la tradición judeocristiana. Procuró conservar la absolutización judeocristiana de la moralidad en una ética de la pura razón, que se desembarazaba de todo elemento propiamente revelado o sobrenatural. De ahí la insistencia de la moral kantiana sobre el desinterés.

El perfecto desinterés cristiano (que se alcanza por la caridad) lo exige Kant (y aun pretende un desinterés todavía más perfecto) de la razón descentrada de lo real y de la naturaleza, una ética del deber puro. Nos propone una ética sin fin último, liberada de todo impulso hacia la felicidad o hacia el bien; una ética del imperativo categórico en la cual el universo de la moralidad o de la libertad está totalmente separado del universo de la naturaleza, y el contenido de la ley debe ser deducido de su forma y de la esencia universalmente normativa de la razón pura práctica. En esta ética, la especificación de los actos morales se halla liberada de toda consideración del bien, de la bondad en sí del objeto (vale decir, de su conformidad con la razón en virtud de la naturaleza de las cosas), y eso es más que lógico, puesto que en el sistema de Kant no podemos alcanzar las cosas en sí.

Podríamos decir, a propósito de la revolución kantiana, que ella desemboca en una ética acósmico-idealista, construida independientemente de toda concepción sobre la situación del hombre en el mundo y el universo, y que no quiere tener fundamento ni en la metafísica ni en la filosofía de la naturaleza; una ética que tiene un carácter deductivo normativo.

Los tres primeros estadios del cuadro precedente resultan eliminados de esta ética, como que no tendrían nada que ver con la moralidad.

El estadio inicial de semejante filosofía moral es la razón como medida de los actos humanos, pero ya no en el mismo sentido que en la tradición clásica, pues ahora se trata de la razón pura, pura de toda materia cognoscible; se trata de la razón considerada de una manera puramente formal, desde el solo punto de vista de las exigencias de la universalidad lógica.

El segundo estadio, es la ley, no ya la ley natural sino la ley en el sentido del imperativo categórico, el "tú debes" absoluto del Sinaí impuesto ahora en nombre de la razón pura como forma a priori de los actos humanos.

El tercer estadio, es la rectitud o la bondad moral de la acción. Para Kant la acción es moral cuando su máxima es una máxima que puede ser universalizada, erigida en regla que gobierne universalmente el comportamiento de todo ser humano. Es esta universalidad de la máxima del acto lo que constituye la bondad moral de éste. Bondad que en manera alguna depende de la del objeto. No hay una bondad intrínseca del objeto, de la cual dependería la bondad del acto. Por el contrario, si al final y como por añadidura puede hablarse de la bondad del objeto, ello es como dependiendo de la bondad del acto. La moralidad del acto hace que su objeto sea moralmente bueno. El bien moral no tiene ya fundamento en la realidad extramental, está fundado solamente sobre la universalidad de la razón pura práctica, y el contenido de la acción moral debe ser deducido de esta forma universal y de las exigencias de universalidad esenciales a la razón. Con lo dicho ya comprenderéis la opción que se impone, inevitablemente, entre el punto de vista ético de Kant y el de la tradición clásica.

La filosofía moral postkantiana.- Después de Kant, la filosofía moral entró en plena confusión y se ha encontrado en un estado permanente de crisis. Podríamos decir sumariamente que se dieron entonces tres principales líneas de evolución:

1) En primer lugar, las teorías que podríamos llamar acósmico-idealistas, fundadas (a diferencia de Kant) en una metafísica, pero (a causa de Kant) en una metafísica puramente idealista y apriorista. Por ejemplo, los sistemas éticos y metafísicos del romanticismo alemán.

2) Una segunda línea de evolución se ha desarrollado, por el contrario, en reacción contra Kant. Tenemos así pensadores que creen que toda teoría ética que trate de justificar los valores morales y de determinar normas de conducta es necesariamente de tipo kantiano, apriorista y formalista, y normativa en el sentido de Kant. Estos pensadores están convencidos, por otra parte, del carácter arbitrario de esta especie de sistema ético, de manera que se ven llevados a rechazar

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