DICES QUE DISFRUTAS DE LA VIDA, ENTONCES, ¿PORQUE TE ESCONDES DE ELLA?
cristina29Práctica o problema13 de Diciembre de 2015
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DICES QUE DISFRUTAS DE LA VIDA, ENTONCES, ¿PORQUE TE ESCONDES DE ELLA?
Tú dices que amas la lluvia, sin embargo usas paraguas cuando llueve. Tú dices que amas el sol, pero siempre buscas una sombra cuando el sol brilla. Tú dices que amas el viento, pero cierras las ventanas cuando el viento sopla.
Bob Marley
Al momento en que Anita, parada de puntitas por su diminuta altura, cerraba la puerta del closet, Ana pensaba detenidamente en que toda esta situación la tenía desconcertada y deseaba que fuera un mal sueño como los que solía tener desde hace unos años. Nunca soportó la idea de convivir con niños; ni siquiera soporta la idea de tener los propios, se le hacen absurdamente felices, simples y dependientes.
Entonces se preguntó: ¿Cómo es posible que ahora una niña de cinco años me quiera recordar momentos “perdidos de mi infancia”? ¿Qué sabe ella de todo esto? Ni siquiera comprende la vida, es absurdo que venga y me diga cómo ser feliz. Nadie me ha dicho que hacer y esta vez no será la excepción.
Anita, al notar que Ana estaba perdida en sus pensamientos, dio una palmada frente a sus ojos para que regresara a la realidad y le preguntó:
– ¿Lista para ver el momento que sigue? –su única intención era mostrarle fragmentos de su vida perdidos en sus propios recuerdos.
Ana quiso excusarse de una manera educada:
–No lo sé. No creo que haya momentos que recordar y menos dentro de un armario oscuro, todo lo recuerdo perfectamente.
– ¿Estas segura de lo que dices? –insistió.
–Si Anita, todo esto se me hace absurdo. No es lógico lo que está pasando, sé que es un sueño, sonara el despertador en cualquier momento y tú te iras –lo dice mientras se acomoda entre las cajas de zapatos que están a su alrededor.
–Ustedes los adultos creen que lo saben todo, siempre buscan una explicación de aquello que consideran imposible. Te pido que hoy no lo hagas, necesitas conocer lo que te voy a mostrar para que encuentres el sentido de tu vida.
–Pero, ¿Cómo me pides que no intente obtener una explicación de todo esto cuando tengo a una niña, idéntica a mi cuando era pequeña, mostrándome una escena que ni siquiera estoy segura de que existe? Además, ¿tú qué sabes de mi vida, eres una niña y no entiendes nada? –comienza a molestarse.
– ¿Qué tienes contra las niñas? No por ser menor que tú voy a desconocer lo que has vivido, claro que te comprendo –mantiene su semblante de paciente.
– ¿Tu, comprenderme a mí? Por favor, no sabes nada de la vida, ¡no sabes nada de mi vida! –lo dice en un tono elevado pues estaba empezando a enfadarse.
–Claro que lo sé. Y ¿sabes por qué? Porque yo soy tú –la mira fijamente.
Ana no tuvo palabras para contestar, se quedó atónita. Observó su expresión detenidamente intentando encontrar la pista que le dijera que todo era una broma, fijó su mirada en sus diminutos e inocentes ojos con el fin de cerciorarse de la veracidad de sus palabras; siempre le habían dicho que los ojos son la ventana del alma y muestran el interior de una manera transparente. Cuando supo que no le mentía le respondió:
– ¿Qué quieres de mí?
–Que recuerdes como vivir
– ¿Por qué?
–Te has perdido tantas cosas bellas de la vida y no quiero que lo sigas haciendo
– ¿Te refieres a algo así como que me olvide de vivir?
–Sí, pero no te preocupes yo te recordaré como hacerlo. ¡Hay muchos momentos que tienes que recordar! –La embriagaba la felicidad – ¿Estas lista para lo que sigue? –la tomó de la mano – ¡No puedo esperar más!
– ¿Tan emotivo es? ¿O solo estas fingiendo estar entusiasmada? –añade arrogante.
–Que amargada eres, ¿si te das cuenta? No todo en nuestra vida fue malo, solo que tu encerraste los momentos bellos muy dentro de tu corazón y es por eso que yo estoy aquí, para ayudarte a sacarlos.
– ¿Quién te envió? –preguntó esperando un tipo de acción divina en su respuesta.
–Tú –la señala
– ¿Yo? –un poco extrañado – ¿En qué momento?
–Sí, ¿no lo recuerdas? Hasta hace unos días pedios desesperada una explicación para todo lo que te está pasando.
–Sí, si recuerdo eso –se sentía avergonzada ante la debilidad mostrada –Ya lo recuerdo. Pero nunca imagine obtener una respuesta y mucho menos como esta.
–Bueno, basta de buscar y dar explicaciones ¿no crees? Vamos que tengo algo que mostrarte, dame tu mano.
Anita sonriente le tendió la mano a Ana, le ayudó a pararse y abrió la puerta del closet. Ana, por su parte estiró su mano aun dubitativa, seguía intentando digerir toda la extraña información que estaba recibiendo.
Las dos atravesaron la puerta del closet y se aproximaron a revivir otro momento:
El cielo está totalmente cerrado, el viento sopla una brisa fría, puede saborearse un dulce olor a tierra mojada, las calles están vacías, en las azoteas de las casas se ven mujeres recogiendo sus ropas que hasta hace unas horas habían expuesto al sol para que se secasen. Una que otra madre preocupada se asoma a la puerta a llamar a sus hijos, que juegan en la calle, a pasar a la casa por que se avecina la lluvia y no quieren que pesquen un resfriado.
Un pequeño grupo de niños juega una cascarita con una pelota vieja, se percibe que la mujer es quien lo encabeza, es la más activa de todos y es a quien los demás pasan la pelota.
Con ellos se encuentra un niño delgado de pelo alborotado, con la cara sucia y uno que otro moco de fuera, sus ropas están descoloridas, viejas, gastadas por el exceso de uso, pareciera que ha tenido que hacer uso de ellas una y otra vez. Él no se ve preocupado por ello, es feliz jugando con sus compañeros.
También los acompaña un niño de mediana estatura quien se comunica a través de señas y emisión de sonidos, hasta el momento no se le ha escuchado una sola palabra. Viste, también, ropas desgastadas pero no tantas como el del pelo alborotado. A estos tres niños nadie los llama y a ellos no les apura que se aproxime una tormenta, siguen jugando ahora con las canicas que recolectan todos escudriñando sus bolsillos, se ven felices. Pasados unos minutos ríen a carcajadas al ver como al niño de pelos alborotados se le dificulta tomar la canica entre sus dedos pulgar e índice para arrojarla sobre las demás que tienen dentro de un círculo dibujado irregularmente sobre la tierra.
Todo esto era observado por Ana quien aun sostenía la mano de Anita; ambas estaban de pie allí en la calle, a pocos metros de ese grupo de niños. Perdida en su interior intentando encontrar esa experiencia que “ya había perdido” Ana ansiaba recordar lo que sucedía después: si la lluvia los sorprendía, si alguien salía a regañarlos exigiéndoles pasar a sus casas, si continuaban jugando.
De pronto la tristeza atacó obligándola a bajar la cabeza y los hombros con ella, como quien se ha rendido después de un gran esfuerzo. Buscó las palabras para formular una frase y cuando al fin lo logró volteó hacia Anita y con un susurro que más bien pareció suspiro le dijo:
–No recordaba haberme reído tanto porque Lorenzo no sabía sostener la canica en su mano, es más ni siquiera recuerdo que sigue después de esto.
Anita la miró llena de alegría, su mirada brillante expresaba comprensión, con sus brazos el rodeo por la cintura, la apretó fuertemente y le dijo mientras la sostenía:
–Ya has dado un gran paso, estoy segura que al observar este hecho has vuelto a sentir la misma emoción que experimentaste en aquel momento.
–Si, en eso tienes toda la razón –su voz aún era débil –y... y... se sintió muy bien.
Estas palabras hicieron que el abrazo lleno de ternura fuera más fuerte pero en un instante Ana la interrumpió apartándola de su lado y volviendo su mirada a esos tres niños que aún seguían riendo:
–Me acuerdo que reíamos tanto que nos dolió el estómago y a Esteban se le salió un poco de pipí –soltó una carcajada profunda y sincera –hace mucho que no me reía así, bueno hemos cumplido el propósito aquí, ya recordé como reír, ¿ahora a dónde iremos?
– ¿Por qué los adultos siempre tienen prisa? Esto no es todo lo que tenías que ver, ¿acaso no quieres saber que sucede después con estos niños?
– ¿Cómo? ¿No es todo? Pensé que tu propósito era recordarme como reír.
–Aparte de eso, tienes que recordar algo más, será mejor que ahora prestes atención a lo que hacen nuestros amigos.
Los tres ríen a carcajadas, Esteban un poco sonrojado por su situación pero aun así no para de reír. Cuando al fin se controlaron Anita (la líder) tomó una de las canicas del suelo y la colocó entre su dedo pulgar e índice a la vez que le mostraba a Lorenzo como hacerlo, después la tiró al centro del circulo y sacó de un golpe 5 canicas, ambos niños la felicitaron pero Lorenzo se adelantó para pedirle la oportunidad de ser ahora él quien tire la canica.
A lo lejos se escucha un trueno, luego otro y luego otro. La tormenta ya está muy cerca pero a los niños parece no importarles. Comienzan a caer unas cuantas gotas y aun así no se mueven de su lugar, Esteban dibuja un círculo más marcado en la tierra pues él que tenían comenzaba a desaparecer obstaculizándoles el juego.
Ana voltea con Anita preocupada pues ella también comenzaba a mojarse:
–Hay que hacer algo, no sé, decirles que mejor jueguen en un lugar techado ¡se pueden mojar! Y nosotras también deberíamos buscar un refugio, es más vámonos ya, la lluvia puede estropear mi ropa.
...