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DIOS NOS COJA CONFESADOS


Enviado por   •  16 de Febrero de 2013  •  1.448 Palabras (6 Páginas)  •  335 Visitas

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LAS MÁSCARAS DE LA VIOLENCIA

“Dios nos coja confesados”

Dicho popular.

Los últimos hechos acaecidos en nuestra virulenta sociedad han puesto sobre la mesa, a vista y paciencia de todos, las últimas cartas que, nosotros los educadores, nos jugamos en estos tiempos donde ya no sabemos, por más que creamos que las conocemos, qué tipo de personas son las que nos respiran en la nuca, descansan en nuestro resuello o duermen con medio ojo abierto a nuestro costado: El asesinato de la folclorista Alicia Delgado y el del estilista Marco Antonio, y de tantos otras víctimas anónimas de la despiadada violencia, son la clara muestra del ADN de esta nuestra sociedad infectada de pus, de excremento, de abusos y violencias.

Como responsables de formar seremos humanos y mejores ciudadanos hemos visto que nuestros esfuerzos en las aulas por rescatar a los alumnos de las filosas garras de la violencia en todas sus presentaciones se han hecho nada, son como un grito sordo en la puna o como desesperados manotazos de ahogado, se nos desmorona la fe, la poca fe que nos queda y que pronto ya el alma blasfema, se nos hace humo la esperanza y nos quedamos siempre con el sabor amargo, agrio diríamos, de cantar una victoria temprana y la realidad, como siempre, nos pega en plena cara con todos sus nudillos: la violencia ha vuelto y esta vez desnuda y más violenta que nunca, ha vuelto para entronarse y gobernar su milenio.

Las manifestaciones de la violencia son muchas, maestra del arte del disfraz se escabulle en nuestras salas y se apodera de nuestros hogares, y, créelo, al menor pestañeo los cimientos de tu familia estarán derruidos y vuestros hijos, locos por ella, le rendirán culto con sus golpes, sus palabras con olor a estiércol y sus gestos de reproche, cuando, quizá, muy tarde intentemos ponerle freno; la podemos ver de niñera mala y consentidora cerca al sofá de tu casa con el viejo control remoto sintonizando programas para “niños”, y te muestra un ramillete ensangrentado de series infantiles babeados por su propia saliva: desde la besucona de Puka que bajo el pretexto del amor desata su ira humeante con quien se cruce en su camino, hasta noticias que parecen sacadas de alguna mente perversa, pero que son pura realidad, como la barbarie sin nombre que hace años atrás cometió la parricida Llamoja argumentando lo insostenible y cediéndole su culpa a sus demonios internos, de quienes estamos seguros que al enterarse de tamaña acusación ellos mismos se exorcizaron de ese despreciable cuerpo. Y es que respiramos violencia por donde vamos, a cada paso que damos pisamos un grito de días o el cuerpo fresco de alguna mala noticia que nos para los pelos de punta.

Estamos harto de desayunar violencia en los diarios, de almorzar violencia en la tele y hasta de escuchar violencia en la radio a la hora del lonchecito. Nuestras calles están saturadas de esta: niños descalzos, con una vieja y sucia bolsa casi pegada en las narices, haciendo de malabarista baratos por un sencillo, mujeres vendiendo casi sus cuerpos al precio de una golosina con hijos pegados a su cuerpo como lapas llorando por un poco de piedad, escolares parados en pleno invierno casi mordidos por el frío y escupidos por la llovizna esperando que algún chofer con corazón los recoja…La lista de sus fechorías es larga, nos ha invadido hasta los huesos. Casi podemos decir, muy a nuestro pesar, que se ha hecho cotidiana. Tanto, que casi ya no nos damos cuenta de su presencia o, mejor aún, nos hemos acostumbrado ya a esta. Sí, la violencia se ha hecho algo cotidiano, al punto que sólo consideramos como tal la agresión física o los atentados contra la propiedad, agresiones verbales, " desmanes" en los estadios de futbol o espectáculos; esto lo observamos a diario en los medios de comunicación. Sin embargo la sociedad convive con otro tipo de violencia que se desarrolla en silencio y, por lo tanto, no es noticia: mortandad infantil, desocupación, carencia de buenos servicios sanitarios, salarios paupérrimos, escasez de vivienda, etc., en definitiva, toda la sociedad experimenta la violencia, la violencia y sus mil caras.

Lo más preocupante es que ahora

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