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Discriminacion

barbaraacevedo3 de Mayo de 2012

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NORMALIZACIÓN DEL DISCURSO HOMOFÓBICO: ASPECTOS BIOÉTICOS

María de la Luz Sevilla González y Nelson Eduardo Álvarez Licona

Doctores en Antropología Social. Sección de Estudios de Posgrado e Investigación, Escuela Superior de Medicina, Instituto Politécnico Nacional. México

Correspondencia: msevillag@ipn.mx / nalvarez@ipn.mx

El poder de la palabra

El sujeto tiene la ilusión de que es autónomo y libre en la toma de decisiones. "En toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y distribuida por cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad"(1). El discurso está controlado por esas estructuras invisibles -la ideología y la educación formal y no formal, por ejemplo-, es decir, por la cultura que moldea al sujeto y lo define como perteneciente a un grupo. La palabra tiene el poder para convocar, solicitar, perdonar, sancionar, prohibir, excluir, ofender; en fin, la lista podría parecer interminable, pero, en la última línea, este sujeto -programado o moldeado por la cultura- puede escapar a su pesada y temible materialidad. Foucault afirma que, por esta razón, los hombres son "sujetos domados", tomando en cuenta que también existen aquellos que escapan a esta programación, basados en su racionalidad y en el ejercicio de su autonomía.

Pero lo cierto es que el discurso homofóbico se refuerza en los distintos ámbitos de socialización del sujeto: en el familiar, en el escolar y dentro de las instituciones religiosas, laborales, sociales y afectivas.

¿Cómo se refuerzan el rechazo, la discriminación y la homofobia?

¿Por qué se refuerzan las actitudes de rechazo y discriminación hacia los grupos homosexuales? ¿Cuáles son las razones que mueven a los sujetos heterosexuales en contra de quienes tienen preferencias sexuales distintas? Foucault aclara que "existen dos voluntades que mueven al hombre: la del poder y la de la sexualidad. Es en esas dos regiones donde la malla, "grille", se encuentra más apretada y donde es más difícil de analizar"(1).

El discurso homofóbico se materializa en la región de la sexualidad, en la cual es más difícil analizarlo porque se encuentra atravesado por un sinnúmero de ejes semánticos. El tabú hacia la sexualidad, el espacio de la intimidad, los prejuicios sexuales, el sistema de creencias, la moral, la educación masculinizada, la inequidad de género, constituyen ejes que se cruzan y refuerzan entre sí; también es aquí donde se reproducen las mismas estructuras y donde cabe la posibilidad de un cambio de actitud, si se desea. Se pueden utilizar las mismas estructuras para cambiar de sentido y volverse hacia un discurso de la diversidad. Foucault(1) aclara que se puede esquivar su pesada y temible materialidad.

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La homofobia es parte de un discurso normalizado de la discriminación

La homofobia forma parte del discurso cotidiano de cualquier sujeto que no ha reflexionado que las prácticas "homofóbicas" son discriminatorias. Las preferencias homosexuales no tienen por qué ser analizadas desde los contextos de salud-enfermedad: "pretender curar a un homosexual" o "proponer terapias para equilibrar al paciente homosexual y así recuperar su heterosexualidad" no parece una postura legítima actualmente. El discurso homofóbico es un discurso de la discriminación. Se discrimina al pobre, al homosexual, al enfermo mental, al niño down, al indígena, al ciego, a la trabajadora sexual y a los sujetos con disminución de sus capacidades.

Para cambiar actitudes homofóbicas, hay que reconocerlas y aceptarlas. Identificarlas supone un acto de crecimiento interpersonal, reflexivo y de cambio. Negar las actitudes no resuelve

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