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EL ESTADO Y LA CIUDADANIA


Enviado por   •  30 de Diciembre de 2013  •  2.073 Palabras (9 Páginas)  •  327 Visitas

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EL ESTADO Y LA CIUDADANIA

El Estado está integrado por el territorio, el pueblo, la soberanía y el gobierno. El

gobierno es el conjunto de instituciones y personas encargadas de conducir a las

personas y administrar los bienes públicos.

La ciudadanía es la condición de pertenencia y participación en la politeya, u organización

política donde se integran los miembros de la sociedad. Tal concepto hunde sus raíces

etimológicas en la antigua polis griega. En la historia social subsiguiente, y con carácter

general, se ha identificado a la politeya con el conjunto de instituciones políticas de la

sociedad. Su uso no debe hacerse necesariamente sinónimo al de estado en su sentido

moderno, el cual corresponde a una fase relativamente reciente del devenir de la humanidad

la ciudadanía hace referencia a un conjunto de prácticas y usos que otorga la cualidad de componentes activos a los individuos en su comunidad de referencia. La ciudadanía es, principalmente, un estatus conformado por el acceso a los recursos básicos para el ejercicio de derechos y deberes.

EVOLUCION DEL CONCEPTO DE CIUDADANIA

La ciudadanía en la antigua Grecia: El origen del concepto de ciudadanía y su aplicación a un sujeto con el objetivo de definir su estatus en una comunidad se sitúa en la antigua Grecia clásica dominada por las ciudades-estado: La idea de ciudadanía ya aparece desde los primeros tiempos, bajo el término griego “polis”, que recoge la dimensión de la ciudadanía ejercida como participación en la política y en el ejercicio del poder.

La ciudadanía en Roma: Durante el Imperio Romano, se siguió manteniendo la figura del ciudadano, como individuo dotado de la posibilidad de disfrutar de un estatus diferenciado de aquellos que no lo poseían. Existían dos formas de ciudadanía claramente diferenciadas. La primera se caracterizaba por la participación directa en la vida política de la comunidad a través del voto. La segunda contemplaba además el derecho añadido de poder ejercer un cargo público.

La ciudadanía en la Edad Media: Con la caída del Imperio romano de Occidente, progresivamente también se va perdiendo la idea de ciudadanía como ciudadano-súbdito. El sistema feudal se basa en la idea de una vinculación personal, más que territorial, de linaje o sangre. En la Edad Media, el concepto de ciudadanía ya no reside en la idea de participación política o conquista de derechos, sino en la subordinación política a un señor feudal o a un monarca.

La ciudadanía moderna:

El Renacimiento trata de rescatar, al menos parcialmente, la visión y patrimonio filosófico y cultural greco-latino para aplicarlo, sobre todo, en el ámbito de las ciudades-Estado italianas. En los siglos posteriores al Renacimiento se impone en Europa occidental la monarquía absoluta, cuyo modelo político de estado centralizado prácticamente anula la ciudadanía.

La ciudadanía y revoluciones burguesas: Los estudiosos de la ciudadanía coinciden en afirmar que el renacer del concepto de una ciudadanía abierta se produce en la época de las dos grandes revoluciones burguesas: la francesa y la americana.

Frente al absolutismo que había imperado hasta entonces, la Revolución Francesa trajo consigo la construcción de la ciudadanía. Desde los inicios de la Revolución, la democracia se inscribe como una condición esencial de una sociedad en libertad, y la ciudadanía consiste, precisamente, en ejercer la libertad en sociedad. Este hecho se reflejó en que el Estado concedió a los individuos que lo integraban el derecho al disfrute de las libertades fundamentales mediante un conjunto de reglas jurídicas y políticas que las garantizaban.

Ciudadanía y contemporaneidad: En la Edad Contemporánea existen diferentes teorías que justifican una ciudadanía social, participativa y solidaria que tiene como referente la justicia. El desarrollo de la ciudadanía y la consiguiente adquisición de una serie de derechos se prolongó a lo largo de un período dilatado de tiempo. Estos derechos, según afirma T. H. Marshall, pueden clasificarse en tres tipos: derechos civiles, políticos y sociales.

En la actualidad, algunos pensadores entienden que la ciudadanía es el principal problema que se puede contextualizar en el marco de la justicia, pues establece el límite de quienes son acreedores de ella frente a quienes la sienten como una realidad ajena debido a su mermada calidad de vida. Sería la situación, por ejemplo, de colectivos de inmigrantes, que no pueden adquirir fácilmente su ciudadanía y, por tanto, no disfrutan de los mismos derechos que los ciudadanos de hecho. Por tanto, es preciso revisar el concepto de ciudadanía desde la idea de justicia. Si la justicia es una virtud universal y muy importante, la ciudadanía se debe contemplar no como una fuente de derechos, sino como uno de los derechos más destacables.

EL CIUDADANO ATENIENSE ROMANO

Solamente los varones adultos que fuesen ciudadanos y atenienses, y que hubiesen terminado su entrenamiento militar como efebos tenían derecho a votar en Atenas. Esto excluía a una mayoría de la población, a saber: esclavos, niños, mujeres y metecos. También se rechazó a los ciudadanos cuyos derechos estuviesen en suspensión (típicamente por la atimia, consistente en no haber pagado una deuda a la ciudad); para algunos atenienses esto significaba la incapacitación permanente (e incluso hereditaria). No obstante, al contrario que en las sociedades oligárquicas, no había requisitos de posesión de riquezas o propiedades que limitaran el acceso a la ciudadanía (las clases económicas de la constitución de Solón permanecían en la legislación, pero eran papel mojado).

A pesar del ancestral y exclusivo concepto de ciudadanía que se mantuvo en las ciudades-estado griegas, una porción relativamente grande de la población participó en el gobierno de Atenas y de otras democracias similares. En Atenas algunos ciudadanos eran mucho más activos que otros, pero el gran número de personas que se requería sólo para que el sistema funcionase atestigua la enorme participación que se daba entre los que tenían derecho a ello, cantidades que exceden de lejos las de cualquier democracia de hoy en día.3

Los ciudadanos atenienses debían ser descendientes legítimos de otros ciudadanos –después

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