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EL IMPACTO SOCIAL EN PERSONAS CON DISCAPACIDAD

LILYSALCIDONIETO13 de Noviembre de 2013

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EL IMPACTO SOCIAL E INDIVIDUAL EN PERSONAS CON DISCAPACIDAD INTELECTUAL

La discapacidad intelectual tiene una prevalencia del 1% al 3% en el mundo. En los países en desarrollo es más alta. La discapacidad intelectual durante la niñez causa graves limitaciones en la adaptación del niño a su entorno social. Puesto que esta dolencia a menudo se estigmatiza, es importante enseñar a las comunidades que se trata de una variante natural de la norma y que no es, por ejemplo, ninguna "maldición".

Si la discapacidad intelectual aparece más adelante, como parte del proceso de envejecimiento, la persona afectada pasa a necesitar asistencia constante. Puesto que también puede conllevar que la persona ya no reconozca ni tan siquiera a miembros cercanos de la familia, a menudo va seguida del aislamiento social.

Causas principales de la discapacidad intelectual:

La carencia de yodo es la causa más frecuente de discapacidad intelectual. Mientras que las cifras globales se han reducido gracias a la yodación de la sal, aún es prevalente en zonas con carencia de yodo de África y Asia.

Los factores ambientales como, por ejemplo, la presencia de materiales pesados (p. ej. plomo) pueden provocar discapacidad intelectual por intoxicación.

Las anomalías genéticas o cromosómicas (p. ej. síndrome de Down, síndrome de Klinefelter o fenilcetonuria) pueden provocar discapacidad intelectual.

El consumo excesivo de alcohol, el tabaco o enfermedades como rubéola y sífilis durante el embarazo aumentan el riesgo de que el bebé nazca con discapacidades intelectuales.

Los partos con complicaciones y ciertas enfermedades contraídas a edad temprana (p. ej. meningitis, fiebres altas, epilepsia, encefalitis) pueden aumentar los riesgos de que el niño tenga una discapacidad intelectual.

Atención y rehabilitación

A menudo la discapacidad intelectual es evitable. Por lo tanto debe hacerse hincapié en la prevención. Las medidas preventivas deberían ir de acuerdo con las causas:

Suministro de sal yodada para prevenir los trastornos por carencia de yodo.

Concienciación de las amenazas que representa para el feto el consumo excesivo de alcohol y el tabaco durante el embarazo.

Supervisión de los partos y suministro de oxígeno a recién nacidos.

Control ambiental para evitar intoxicaciones.

Cuando la discapacidad intelectual ya no es evitable, las técnicas de rehabilitación se concentran en ayudar a los niños afectados a adquirir técnicas que les ayuden a desenvolverse en la vida diaria. Mediante la intervención precoz, la mayoría de niños pueden llevar una vida productiva y satisfactoria.

http://www.cbm.org/es/tree/CBM_EV_ES_baumbart_51854.html

LA DISCAPACIDAD NO ES UN LÍMITE, ¡ES UN RETO!

Un niño con discapacidad intelectual es —como todos los demás niños— un ser único, con su propia personalidad y con la habilidad de dar y recibir amor. Si rompemos la parálisis emocional que nos provoca el diagnóstico y empezamos a actuar, iremos avan¬zando en nuestro propio proceso emocional al mismo tiempo que descubrimos la emoción y la alegría que nos proporciona cada avance de nuestro niño.

EL RETO

El concepto de inteligencia ha cambiado a lo largo de la historia de la Psicología. Hasta hace unos años se pensaba que para medirla bas¬taba con establecer cuál era el cociente intelectual, esto es, la relación entre la edad cronológica del niño y su edad mental, para calificar el nivel de ejecución en las pruebas en relación con el del promedio de la población. Antes, una puntuación menor a 70, tras la aplicación de un test psicométrico, era suficiente para afirmar que el niño tenía discapacidad intelectual.

Si bien esa puntuación es un indicador válido para diagnosticar la presencia de DI, hoy sabemos que la medida de cociente intelectual es sólo uno de los datos que pueden utilizarse para evaluar la inteligencia. Más aún, son muchos los autores que consideran que ésta va más allá de los números y que tiene que ver con la capacidad de las personas para aprender de la experiencia y adaptarse al medio. Hoy día sabemos, también, que la inteligencia no es un ingrediente del que podamos tener más o menos cantidad sino una respuesta cambiante que puede ser modificada a través del estímulo. Los especialistas reconocen que no hay sólo una manera de comprender, luego, no hay sólo una inteligencia. Son múltiples las formas en las que usamos nuestras habilidades para pensar y actuar de forma creativa y competente en el mundo.

Por eso fue necesario redefinir el concepto discapacidad intelectual. Para ir más allá de las etiquetas y las clasificaciones, para llegar a un concepto dinámico y abarcador que abra las puertas a apoyos más eficientes y a un trato incluyente para nuestros hijos.

Un niño con DI tiene dificultades en la vida cotidiana porque su funcionamiento intelectual es significativamente inferior al de sus compañeros de la misma edad. Por esto, se le dificultará desarrollar las habilidades adaptativas que todos necesitamos para desempeñarnos con independencia en actividades como comunicarnos, cuidar de nosotros mismos, realizar las tareas hogareñas, relacionarnos adecua¬damente con los demás, usar los servicios de la comunidad, desarrollar actividades académicas funcionales, organizar y aprovechar nuestro tiempo libre, así como —en el futuro— desempeñar un trabajo útil y productivo.

Esta visión de la discapacidad entiende que lo más importante es la relación entre las capacidades del niño: su inteligencia, habilidades adaptativas y las demandas de los entornos o ambientes en los que vive (su casa, su escuela, su comunidad). Ello nos da el nivel de su funcio¬namiento a partir de lo cual podemos determinar el tipo e intensidad de los apoyos que requiere.

EL CAMINO HACIA EL DIAGNOSTICO

Para los médicos y psicólogos es muy difícil diagnosticar la DI en niños muy pequeños, a menos que tengan una condición genética que la prede¬termine, como el síndrome de Down, por ejemplo.

Generalmente, son los papás los primeros que notan con inquietud que el desarrollo del bebé es más lento que el de sus hermanos, sus primos y otros niños de la misma edad. El primer diagnóstico que dará el médico es el de retraso psi¬comotor o inmadurez y propondrá un programa de estimulación intensivo para tratar de encaminar el desarrollo integral del niño hacia los parámetros normales.

Cuando se trata de un retraso psicomotor simple, el tratamiento deberá dar resultados positivos en el corto plazo. Si el avance de del niño sigue siendo lento, a pesar del estímulo, se puede inferir que el retraso es un síntoma y hay que buscar el diagnóstico que explique la razón de las respuestas del niño.

Para algunos papás, el diagnóstico de inmadurez es un arma de¬fensiva. Preferimos creer que se trata sólo de dar tiempo que el niño madure y se regularice. Sin embargo, una espera que se prolonga tiene consecuencias. Mientras más pronto se definan las limitaciones, capacidades y necesidades del niño, más rápido se estará en condición de actuar.

No hay tiempo que perder pues un cerebro en desarrollo asimila mejor y más rápidamente los estímulos que recibe el niño re¬quiere, cuanto antes, apoyo constante, organizado y sistemático.

Es importante que el niño sea valorado periódicamente. Un estudio completo incluye el análisis de su historia clínica, la aplicación de una batería de pruebas para evaluar su desarrollo psicomotor y su rendimiento intelectual, entrevistas con sus padres, así como la observación de su interacción en el ambiente familiar y social.

Como padres tienen que conocer los resultados de las pruebas aplicadas a su hijo, pero deben saber que estos datos son parciales y no definen al niño. Su potencial de desarrollo va mucho más allá del lugar que se le asigne en la estadística.

Las valoraciones no deben convertirse en etiquetas. El diag¬nóstico no define el límite al que él puede llegar sino el punto de partida desde el cual habrá que diseñar estrategias, con el fin de desarrollar al máximo su potencial y proporcionarle oportunidades de aprendizaje y desarrollo. La parte fundamental de un diagnóstico es la detección de necesidades y la planeación de los apoyos que el niño requiere.

MANOS A LA OBRA

La discapacidad intelectual siempre va a estar ahí, no tiene cura, pero si se le brinda al niño un medio ambiente familiar aceptante que reconozca sus capacidades y atienda sus necesidades especiales, le estarán dando las mejores herramientas para desenvolverse como una persona cada vez más eficiente.

Los especialistas en desarrollo infantil, los maestros de educación especial, los terapeutas físicos y ocupacionales pueden ser grandes aliados para conocer el estilo de aprendizaje de su hijo y los estímulos que requiere.

Todos los niños aprenden, a su propio ritmo y de acuerdo a su potencial. A nosotros nos toca estar atentos a sus nece¬sidades educativas especiales para facilitarle el camino.

Además de limitaciones, el niño tendrá muchas capacidades, puntos fuertes en los cuales podrá apoyarse para compensar sus áreas débiles. Si le brindamos los apoyos apropiados durante el tiempo necesario, su funcionamiento en la vida cotidiana mejorará enormemente.

Para aprender, su hijo habrá de desarrollar su atención, imitación, memoria y razonamiento. Cada día ofrece muchas oportunidades para estimular estas áreas. Una buena idea es planear con él, por ejemplo, lo

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