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El Hombre Que Amaba A Los Perros


Enviado por   •  1 de Marzo de 2013  •  7.422 Palabras (30 Páginas)  •  515 Visitas

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“El hombre que amaba a los perros”: Una novela sobre la tragedia de la revolución en el siglo XX

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Notas sobre la novela de Leonardo Padura que está levantado enorme expectativas, y produciendo lecturas apasionadas.

Esta es una “novela histórica” que narra los últimos años de la trayectoria política y vital de Liev Davidovich Bronstein, alias Trotsky, y el cúmulo de circunstancias coincidentes en un tramo que Walter Benjamin definió como “la medianoche del siglo”. Es una historia que transcurre cuando se acababa de cumplir la segunda década de lo que había sido la revolución de octubre; una revolución contra la “Gran Guerra” que tuvo la audacia de “plantear” la revolución socialista en un país atrasado (Rusia), donde la clase obrera era una isla en un océano campesino y en donde a la “Gran Guerra” le sucedió una devastadora guerra civil contra la reacción, animada por la “Contra” internacional: Gran Bretaña, Francia, etc. Semejante audacia se justificó por una inmediata prolongación de la revolución internacional que no resultó triunfante, pero que dio lugar a una cadena de crisis sociales (hasta tres en Alemania entre 1918 y 1923) y que demostró, tanto a los poderosos como a los pobres del mundo, que todo podía ser posible. El fracaso de estas tentativas acabó mitificando una “revolución” que se enfrentaba al abismo y en cuyo seno estaba incubándose un “Termidor”. Todo sucedió en muy poco tiempo y en una coyuntura histórica en la que el capitalismo sufría la crisis más profunda de la historia. La debacle moral y económica del capitalismo llevó a las masas y a la izquierda a idealizar un régimen que creían mera continuación de la mítica toma del Palacio de Invierno exaltada en películas como “Octubre”.

El hilo narrativo nos lleva hacia dos “herederos” puestos en esta historia. De un lado, la víctima, León Trotsky; el personaje al que propios y extraños mencionaban junto con Lenin, entre 1917 y 1923, como los dos líderes más importantes de la revolución rusa. Del otro, el verdugo, Ramón Mercader; un vástago de la burguesía catalana, hijo de una mujer atormentada convertida a la fe que venía de Moscú y enamorado de África de las Heras; una militante que ponía “la causa” por encima de cualquier otra consideración. El autor, Leonardo Padura, penetra en la hasta ahora somera biografía de este último personaje; Ramón Mercader. Pero la trama tiene más hilos; el lector se enfrenta a esta página clave de la historia del siglo XX, contada desde la perspectiva de una revolución que sufrirá un proceso de desnaturalización extrema en un país donde la tradición zarista y oscurantista se reencarnará en una burocracia que –como tantas veces sucede- travestida con los oropeles de la revolución, será férreamente controlada por un personaje como Stalin, una de las figuras más siniestras de la larga historia de la infamia. El autor emprende este viaje con la perspectiva que permite el final del siglo soviético y con la ayuda inexcusable de autores como Isaac Deutscher; autor de una trilogía inacabada con retratos de Stalin, de Trotsky, y un Lenin que no pudo acabar por su temprana muerte. Los lectores de Deutscher (1) lo sentimos respirar a lo largo de esta evocación en la que se describen las luchas por el control de la gran maquinaria estatal soviética y del movimiento comunista internacional, cuyo aliento magnífico de los primeros años será sucedido por la ascensión de una nueva franja de “comunistas”, cuya primera divisa será la obediencia ciega a una pirámide cuyo centro incuestionable está en Moscú.

La (de hecho, inevitable) derrota del partido de la revolución en un país donde lo único que funciona es el aparado del estado, está descrita desde fuera y desde dentro. Es decir, desde la historia verificada por la documentación, los análisis y la propia interpretación de los móviles internos que efectúa con altura y precisión el novelista. Pocas veces hemos podido ver el escenario desde estas dos caras. Padura atraviesa minuciosamente esa suma de eventos que van desde la eliminación de los contendientes políticos mediante el destierro hasta el asesinato a sangre fría. Un proscenio que describe la primera fase del exilio de Trotsky, un hombre que ama profundamente a la gente y también a los perros (2), y en la que tiene lugar el asesinato de Jacob Blumkin, el “eserista” (Social-revolucionario) de izquierda. Blunkin, en las negociaciones del tratado de paz (con Alemania) de Brest-Litovsk en 1918, había atentado contra el propio Trotsky. Su fusilamiento, anunciado en los periódicos, escondió su “conversión” en un especialista militar del equipo que Trotsky movilizó al formar el Ejército Rojo. Estando su antiguo jefe exiliado en la isla de Prinkipo (Turquía), tuvo la imprudencia de visitarle de regreso a Moscú tras realizar un viaje oficial como miembro del aparato militar soviético, lo cual llegará a conocimiento de Stalin. Al asesinato de Blumkin le seguirá la aplicación de la metodología “marxista-leninista” de la eliminación física de los adversarios con quienes, en un primer momento de su ascenso al poder, Stalin había debatido en discusiones en las cuales el aparato votaba como un solo hombre. Pero en esa etapa final, la de la derrota de Trotsky, cuyo trasfondo histórico ya no es el escenario ruso sino el desastre del movimiento obrero alemán neutralizado por una guerra entre socialdemócratas y estalinistas, gracias a la cual llegará al poder Hitler, la “dialéctica” era la que imponían los asesinos a sueldo. De este modo entramos en la fase abierta por “los asesinos de Kirov”, una suma intensa de datos y controversias que Padura evoca con una prosa atrayente y un rigor a prueba de balas. Como en las grandes novelas de disidentes, como Víctor Serge, Padura describe los métodos cada vez más sutiles en la aplicación masiva del terror estalinista. Toda esta parte histórica esta evocada con maestría en la novela. Asistimos al hecho de como Stalin descubre que la manera de quebrar a la mitad de sus oponentes consiste en forzarles a reconocer públicamente los peores crímenes y conspiraciones, aunque tampoco tardará en descubrir igualmente que la forma más inmediata y eficaz de eliminar a la otra mitad de los oponentes, consiste en forzarlos a ser acusadores y verdugos de la primera mitad en trance de ser eliminada. La suma de ejemplos de este exterminio, resulta literalmente aterradora.

Se trata –no hay que decirlo- de una trama nada fácil de contar. Pero Leonardo Padura la asume escogiendo una técnica narrativa de una complejidad casi barroca, pero

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