El Petróleo: entre la Seguridad y la Dignidad Nacional

El petróleo: entre la seguridad y la dignidad nacional

Notas desde Argentina.

Alfredo César Dachary

Cuando el Presidente General Lázaro Cárdenas del Río expropió el petróleo, la Revolución Mexicana había llegado a su máxima vigencia; en más de medio siglo, bajo el agua y con vergüenza se ha pretendido y se logrado irlo reprivatizando, frente a una sociedad que no apoya la medida porque sino ya sería una ley vigente.

Hace pocos años, el Presidente de Bolivia, Evo Morales, recuperó los recursos naturales en manos extranjeras, incluido el petróleo. Gritos de dolor salieron de las mismas, incluida REPSOL, pero al poco tiempo se ajustaron a las nuevas normas que ha dado el gobierno de Bolivia.

En Chile, desde el golpe de Pinochet, se ha pretendido privatizar totalmente la minería, pero el cobre, la minería más importante sigue siendo administrada por CODELCO, empresa estatal, al igual que en Venezuela el petróleo o en Ecuador donde ya se rescataron los recursos naturales y luego de varios enfrentamientos se plantea estatizar la extracción e industria petrolera.

En Brasil, el líder de América Latina y la mayor potencia petrolera del subcontinente, PETROBRAS es una empresa mixta bajo el control del Estado con aportes del capital privado, pero que debe subordinarse a la estrategia de desarrollo del país, más en este caso uno de los miembros del BRIC´S.

Los grandes países petroleros, sus recursos y las industrias o son totalmente del Estado o controladas por éste, ya que el petróleo es el principal recurso de la sociedad industrial, hoy en transición a nuevas fuentes de energía.

Lo ocurrido en Argentina, que ha generado el rechazo de España y los organismos del poder económicos, además de la fauna de acompañamiento tradicional, es un hecho que se da en una nueva etapa de la decadencia de occidente, desde la vieja Europa al imperio norteamericano, marcado por el ascenso de varios países liderados por China.

Lo que ocurrió en Argentina fue la consecuencia de una política tradicional de vaciamiento de riquezas y recursos de una de las tantas transnacionales que han hecho de esto un negocio, con el amparo de algunos gobiernos que las toman como sus empresas banderas.

En el caso de REPSOL, que navega con bandera española, es bueno tomar las palabras del diputado de Izquierda Unida por Málaga, Alberto Garzón, que con lucidez y valor sostiene:

- REPSOL, no es técnicamente una empresa española, porque el 50% de la multinacional está en manos del capital extranjero, incluida una parte de México.

- Los beneficios que proporciona a la economía española son mínimos en relación a su tamaño, ya que declara el 25% de sus beneficios totales por todo el mundo.

Por ello, considera el diputado que este conflicto no es de enfrentamiento de dos naciones sino de los intereses nacionales de Argentina y los intereses económicos de sujetos privados de distintas nacionalidades y, entre ellas, están los españoles.

Por ello, la reacción del Presidente Rajoy ha sido desmedida y sólo demuestra que éste es un representante del “franquismo democrático”; es la defensa de los empresarios que han apoyado a su partido y a las clases que éste representa.

En realidad, en Argentina 2012 no se ha dado una estatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) sino una recuperación del poder del Estado a través del 51% de las acciones que detentaba REPSOL, poder que deberá compartir con las provincias petroleras que tendrán un 49% de lo que es del Estado; el resto está en manos de empresas privadas e YPF es una sociedad anónima.

Este hecho de recuperación del control de YPF por parte del gobierno viene a cerrar el tema de los grandes procesos de privatización que se dieron durante la década de los noventa donde el neoliberalismo llevó a Argentina a un nivel de default, el cual estalló en el 2001.

Primero se recuperó Aerolíneas Argentinas, propiedad del empresario español Marsant, que había vaciado a la misma y dejado en una especie de quiebra técnica, luego viene el petróleo.

Pero Argentina, hoy es el ejemplo de varios países ahogados, como Islandia y Grecia y pronto de Portugal y otros agonizantes, ya que no aceptó las políticas

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