El Sujeto Desde La Mirada De Genero
chiva9012 de Febrero de 2014
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El sujeto: los espacios públicos y privados desde el género
Socialmente, me parece que la estrategia es reconocer y articular la parcialidad de las experiencias, tanto hombres como mujeres deben caber en la concepción de víctima. Por ello, no se trata de desarrollar una concepción universal sobre la noción de víctima y, luego, agregar de cómo funciona en mujeres, indígenas, homosexuales, personas mayores.
De alguna manera, se manejan definiciones de víctima que se imaginan neutras y universales, que no explicitan las formas de victimización que viven específicamente mujeres y hombres. Y por otro lado, se asimila espontáneamente la condición de víctima a las mujeres, al considerar que son ellas las débiles, el colectivo vulnerable a quien los hombres deben proteger dentro del binomio patriarcal mujer-hombre.
Pensando en términos de la performatividad, nos podemos preguntar ¿por qué es más cómodo hacer a la vez de víctima y de mujer, que hacer de víctima y de hombre? Podríamos considerar semejantes los procesos psicosociales que se ponen cuando se le cuelga la etiqueta de víctima y pasa a hacer de víctima quedando fijo como a la mujer. Así como las normas y roles de género moldean relaciones y construyen ciertas maneras de pensar, hacer y convivir, la etiqueta víctima construye imaginarios y da forma a relaciones sociales que van desde la compasión al rechazo, comúnmente, desde una posición de poder.
De esta manera, podríamos pensar que al tratar a personas o grupos como víctimas estamos feminizándolas según lo previsto por el sistema sexo/género patriarcal. Habitualmente los sujetos en el lugar de víctima activan mecanismos psicosociales dependencia, pasividad, fragilidad, necesidad de protección, búsqueda de compasión y de ser deseados que también accionan quienes hacen de mujeres, dependiendo ineludiblemente de quienes hacen de hombre con su fortaleza, capacidad de protección y deseo activo. Precisamente, uno de los efectos de la categoría de víctima y de las políticas de victimización es reforzar las relaciones de poder de género, donde las mujeres y su vulnerabilidad requieren de los hombres y su fortaleza. En este sentido, entiendo que la posición de víctima es incómoda tanto si son hombres como mujeres quienes se sitúan en dicho lugar, aunque los enredos sean diferentes.
Otra es hablar de las mujeres víctimas para ver cómo opera el género en la construcción de las mujeres como víctimas. Pero aquí más bien hemos tratado de ver qué mecanismos de género se ponen en funcionamiento cuando opera la categoría víctima. Aunque, fundamentalmente lo hemos visto a partir de relatos de mujeres, asumo que la cuestión no se limita a eso.
Pienso que la legítima preocupación por las mujeres victimizadas y empobrecidas a causa de conflictos armados, de alguna manera, ensombrece el análisis sobre las relaciones de poder de género. Como se ha planteado, sería un avance que los discursos trascendieran las concepciones de las mujeres exclusivamente como víctimas y de los hombres sólo como perpetradores de violencia y, con ello, no sólo resignificar dichas nociones, sino también sus relaciones.
Un enfoque estratégico interesante sería profundizar en los efectos de la violencia política en las relaciones de poder de género, con especial énfasis en las condiciones y posiciones de las mujeres en relación a los hombres. En esta dirección, no basta con fijarse en las mujeres en el lugar de víctima, sino que cabría abordar otras dos dimensiones: una, las formas en que mujeres preparan, apoyan y perpetran violencia política; y dos, las maneras en que mujeres previenen y afrontan dicha violencia y tejen relaciones y cuidan vínculos compartiendo su rechazo no sólo a la guerra, sino el dejar la violencia por un lado.
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