En el proceso en el que los niños crecen para convertirse en jóvenes se ven necesariamente obligados a enfrentarse a un enemigo silente pero que poco a poco los ha ido consumiendo.

En el proceso en el que los niños crecen para convertirse en jóvenes se ven necesariamente obligados a enfrentarse a un enemigo silente pero que poco a poco los ha ido consumiendo. Este enemigo es conocido como la presión social y no es algo nuevo, ya que desde siempre ha existido, pero el materialismo y el avance sin riendas de una sociedad estigmatizada y repleta de estereotipos han hecho que día a día se conviertan en un asesino más voraz, menos detectable y que nos permite definir la presión social como el ahogo de la juventud.

Si bien el deseo de ser aceptado por los demás es algo natural, conseguir esa aceptación sacrificando nuestras normas y nuestro bienestar conlleva a la pérdida de libertad y por consiguiente a un atrofio prematuro de la mentalidad de un joven que está en el auge de la construcción de un pensamiento  propio y de su carácter.

Además la presión social no solo influye a nivel de pensamientos, en la mayoría de los casos se obliga indirectamente a los jóvenes a cumplir estándares de belleza, moda o cualquier otro factor impulsado por el consumismo mediante presión. Esto sin duda conlleva cada día más a vivir en una sociedad limitada e indispuesta a romper estas barreras que causan tanto impacto.

Para concluir cabe resaltar que la presión social es una problemática difícil de erradicar por el simple de que vivimos en una sociedad adoctrinada, en la que se han acostumbrado a unas ideas y no las cuestionan, las siguen sin más y esperan que otros hagan lo mismo. Sobran ejemplos de ideas que están muy extendidas y no por eso son más o menos válidas que las que cualquier otra persona pueda brindar.

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